El legado hispánico de Tomar: Juan de Castillo y la dinastía “filipina”

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Cerca de centro geográfico de Portugal y bañada por el bucólico río Nabão, no muy lejos del Santuario de Fátima, existe una ciudad llamada Tomar. Llena de historia proto-iberista y paisajes verdes, Tomar nació templaria por orden de Afonso Henriques. En 1357, pasa a ser sede de la Orden de Cristo (antes llamada del Templo). Y, desde entonces, tiene esa mística guerrera y aventurera.

Como en tantas postales de las aldeas y ciudades históricas, arriba del todo está el viejo Castillo, protegiendo -en este caso- el monumental Convento de Cristo, que incluye una Iglesia con una girola memorable: el Oratorio de los Templarios, que recuerda al Santo Sepulcro de Jerusalén, adaptado por Enrique el Navegante. En este convento se planificaron las grandes expediciones terrestres y marítimas del Portugal reconquistador y de los descobrimentos. Los portugueses surcaban los mares con la característica cruz templaria pintada en las velas de las carabelas.

En la misma entrada del Convento existe una inscripción: “O mui alto poderoso e cathólico das Espanhas” Felipe III mandó hacer “esta portaria no ano de 1620”. En la girola de la Iglesia del Convento de Cristo de Tomar, junto a diversos escudos, pocos se han fijado que está el escudo de armas de una reina consorte aragonesa. Por otro lado, durante el periodo hispánico de la unión de coronas (1580-1640) se acometieron diversas obras en el convento, entre ellas destaca el abastecimiento de agua mediante el Aqueduto ‘filipino’ dos Pegões (Patrimonio Mundial de la UNESCO), cuya extensión es de seis kilómetros, combinando -en algunos tramos- una arquería de estilo románico (arriba) y gótico (abajo). Felipe II cuidaba así de bien a los templarios de Tomar.

El legado hispánico de Tomar es doble: el “filipino” (Unión dinástica ibérica: 1580-1640) y uno anterior obra del arquitecto Juan de Castillo (1470-1552), un personaje doblemente ibérico, como Magallanes (pero al revés), nacido en Cantabria y conocido en Portugal como João de Castilho. Incluso hay una fuerte conexión entre lo “filipino” y los descendientes de la familia Castillo, que explicaremos más adelante. [El término “filipino” tiene que ver con el reinado de los Filipes I, II y III de Portugal, conocidos en España como Felipe II, III y IV].

Juan de Castillo se trasladó a Portugal con la edad ya avanzada -entonces- de 38 años, pero allí tuvo la suerte de vivir 44 años más, hasta los 82. Su vivienda en Tomar estaba situada en la calle Silva Magalhães. En el Convento de Cristo, Juan de Castillo intervino arquitectónicamente en diferentes épocas y en distintas partes del Convento y de la Iglesia. Conocido por ser un maestro del manuelino y del plateresco, renovó la arquitectura renacentista, destacando sus soluciones para mejorar la comunicación funcional horizontal y vertical entre los patios y otros espacios.

Es de consenso de los especialistas decir que Juan de Castillo fue el mejor arquitecto que trabajó en Portugal en su época. Fue arquitecto de confianza de los reyes Manuel I y João III, en un momento dorado de la historia de la construcción portuguesa. Su obra posee cinco monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad. Intervino en una cantidad innumerable de Conventos lusos de renombre como el de los Jerónimos en Belém (Lisboa). Probablemente sea el arquitecto más importante de la historia de Portugal, pero lamentablemente es desconocido y poco reivindicado en España. Fue una carrera de indudable éxito. Afortunadamente su contribución fue reconocida en vida.

Como curiosidad también intervino en la Iglesia de Freixo de Espada à Cinta, localidad de nuestra querida Raya, donde vivía su suegro asturiano. En Tomar destaca asimismo, bajo su impronta, la ermita de Nossa Senhora da Conceição, cuya construcción se inició en 1550, originalmente concebida como mausoleo para el rey João III y sus familiares. Famoso por ser un “contructor del mundo”, sus hijos fueron embajadores, cronistas, poetas y militares. Juan de Castillo llegó a ser nombrado caballero de la Orden de Cristo y se trajo a Portugal a su hermano Diego de Castillo (Diogo de Castilho), que dejó un importante legado arquitectónico en Coímbra y un hijo que se convertiría en virrey.

La familia de los Castillo es otro de los linajes iberistas que, junto a los Moura, los Éboli y los Martim Correia de Sá, hicieron posible la gobernabilidad de la Unión dinástica ibérica. A destacar obviamente el impecable y espectacular trabajo de sherpa de Cristóvão de Moura, contemporizador de los intereses portugueses y la causa filipina, el gran organizador de las Cortes de Tomar.

¿Dónde se reunieron dichas cortes exactamente dentro del Convento de Cristo? Fue en la Casa Capítulo Incompleta (no confundir con la Sala Capítulo). Como nos informa el letrero: “Para este efeito foi concebida uma cobertura feita com velas de navios e revestidas as paredes com tapeçarias”. Es un especio que -dicho sea de paso- necesita adecentarse: retirar la maleza, realizar una restauración y mejorar la accesibilidad por la puerta inferior, dado que está cerrada porque se utiliza como taller de restauración. No obstante, hay que tener en cuenta ya estaba incompleta cuando se reunieron las cortes, por tanto, el estado ruinoso es relativo.

Las cortes -que legitimaron a la dinastía filipina- se celebraron el 16 de abril de 1581, después del juramento de Felipe II (Felipe I de Portugal) de los 25 compromisos sobre la autonomía del Reino de Portugal en el seno de la Monarquía hispánica. La idea de la monarquía dual sólo fue material en la medida que Felipe II tenía un carácter portugués por cómo había sido criado por su aya Leonor de Mascarenhas y su madre portuguesa Isabel de Avis. Esa dualidad estaba encarnada en Filipe I/Felipe II. Para él, el reino de Portugal tenía un carácter sentimental especial. Trató de inculcarlo a sus descendientes, pero se fue difuminando en medio de las crecientes necesidades militares y financieras. No obstante, nunca llegó a perderse la noción del carácter estratégico de las tierras portuguesas en todos los continentes como lo demuestra la recuperación de Bahía de 1625 por Felipe IV y la construcción de fortalezas a ambos lados del Atlántico.

El sobrino de Juan de Castillo, Pedro de Castillo (Pedro de Castilho), apoyó de manera entusiasta como séptimo obispo de la diócesis de Angra (Azores, 1578-1583) la candidatura al trono luso de Felipe II, con diversas acciones y finalmente subiéndose a bordo de la escuadra del marqués de Santa Cruz. Durante la Unión dinástica ibérica, le otorgaron varios cargos religiosos y políticos. Fue obispo de Leiria (1583-1604), Inquisidor General en 1604, y virrey de Portugal en dos ocasiones (1605-1608 y 1612-1614) al servicio de Felipe III (Filipe II de Portugal), uno de sus grandes apoyos.

Del Tomar “filipino” también son la Iglesia y Convento de San Francisco que se sitúan en los terrenos de la Várzea Grande, ganados a la Orden de Cristo. El Convento de San Francisco fue fundado en el año de 1624 por frailes franciscanos oriundos de la comunidad religiosa de Santa Cita. Mandado edificar por orden del rey Felipe IV (III de Portugal), se trata de un templo de estilo manierista. Un estilo arquitectónico que nos recuerda, obviamente, a las iglesias franciscanas autorizadas por Felipe I de Portugal a instalarse en Brasil, evangelizando al estilo antropológico hispanotropical como cuenta Gilberto Freyre en el libro A propósito de Frades. En frente del Convento de San Francisco, Filipe I (Felipe II) es mencionado en la placa de un monumento de 1621 en conmemoración de la toma de posesión de los terrenos de Várzea Grande por el Ayuntamiento de Tomar. Un reconocimiento del hito y de la monarquía filipina.

 

Pablo González Velasco

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