El pasado jueves 16 de febrero se celebró la presentación del libro Muñoz-Torrero en Portugal de Rui Rosado Vieira, en la sede de la Real Sociedad Económica Extremeña Amigos del País de Badajoz.
Un nutrido grupo de rayanos fuimos invitados a un acto de profundo carácter ibérico, tanto por la naturaleza de la obra presentada, del personaje protagonista, de sus autores y de los asistentes.
Previo al acto, fue un placer saludar a nuestro compañero Antonio García Salas, con el que comentamos el enfado que nos produce la pésima noticia del retraso en las previsiones de ese tren que parece nunca llegar y fundamental para las relaciones ibéricas. Cabreo aún mayor por las declaraciones del portavoz de la Junta, que no sabemos si por ignorancia o maledicencia atribuye la responsabilidad a Portugal, una mentira tan obscena que debería avergonzarle.
El presidente de la sociedad, Emilio Cruz Villalón, dio la bienvenida al acto, agradeciendo la presencia de los asistentes y en particular a la concejala de cultura del Ayuntamiento pacense Paloma Morcillo, para continuar con una breve introducción sobre la trayectoria de Miguel A. Naranjo, organizador del evento, elogiando su labor al frente de la dirección de la Sección de Historia de la Económica y como alma máter de la publicación veterana y extensa Apuntes para la historia de la ciudad de Badajoz, editada por la sociedad, que tan eficazmente coordina desde sus inicios este catedrático y doctor en Historia.
Miguel Ángel Naranjo Sanguino empieza su intervención: «Hoy hacemos un acto de profesión peninsular o si se quiere de fe hispano-portuguesa» que bien podría haber calificado de ibérica.
Seguidamente se centró en presentar a Luis Alfonso Limpo Píriz, amigo personal del autor y responsable de la traducción a la lengua de Cervantes de este interesante libro, recordando su abultado currículum, ya conocido por la mayoría de los asistentes, en todas sus facetas profesionales: historiador, archivero-bibliotecario, cronista, escritor, académico a ambos lados de la Raya…
Pero sin duda la más interesante, sin desmerecer en absoluto sus investigaciones acerca de la historia oliventina, y resaltada por Naranjo, es su vocación del diálogo ibérico, con iniciativas tales como la celebración de los Ecuentros/Encontros del Guadiana, y la más ferviente promoción de la recuperación da Ponte Ajuda.
Nota del autor: Limpo intervino activamente en esta iniciativa, junto a los alcaldes de Olivenza y Elvas, durante más de 20 años. Una idea malograda, en un principio por los recelos de los grupúsculos irredentistas portugueses y, una vez conseguido el acuerdo, por la desidia de los gobernantes oliventinos y extremeños, que dejaron en un cajón el proyecto -ya aceptado por Portugal- y desvanecerse los fondos del 1,5% cultural, que durante años estuvieron reservados para su realización.
Termina Naranjo su presentación con una reflexión puesta en relieve por la obra presentada: «una cruel verdad: los historiadores españoles y extremeños, en general, ignoramos a Portugal en nuestras investigaciones» a pesar del hecho contrastado de que las historias de ambos países no discurren de forma independiente, sino totalmente relacionada y entrelazada.
Como apunte final del organizador, un mea culpa anecdótico: en su tesis doctoral sobre la amortización de Mendizábal en la provincia de Badajoz, comparándola con todas las provincias de España, no se le ocurrió el cotejo con el espacio geográfico más cercano, el Alentejo. Más tarde, para otro trabajo, lo hizo, cayendo en la cuenta de sus similitudes: «¡En vez de ver la desamortización en Barcelona…, ya me podría haber preocupado un poco más de la que se estaba haciendo justo aquí!»
Por lo comentado, en el capítulo de la Historia -como en otros muchos- me da la impresión de encontrarnos con una Iberia Sumergida. Es nuestro deber hacer resurgir este territorio, operar a los siameses de costas voltadas para terminar, mirándonos de frente y caminando juntos.
Dio así Naranjo paso a Limpo que agradece sus palabras. Su paso por el atril discurrió en un tono sosegado pero reivindicativo, comenzando por recordar que en 1999 ya tuvo ocasión de presentar a su amigo Rui Rosado en este foro con su obra Centros Urbanos no Alentejo Fronteiriço «su mejor libro» que Limpo rebautiza como La Eurociudad Badajoz-Elvas en el renacimiento Ibérico, ya que las conclusión de esta obra que versa sobre la relación entre los núcleos estudiados del Alentejo con los del otro lado de la raya en aquella época, es que la frontera fue un factor de progreso y desarrollo tal y como está empezando a serlo en la actualidad.
Hilando con su fina ironía, continuó con una pregunta que hizo sonreír a los asistentes: «¿Conocen ustedes el himno de la Eurociudad?» -parece que el único conocedor era él- y seguido realiza una crítica al gasto de dinero público -INTERREG- en estas iniciativas de pompa y boato relacionadas con el proyecto de Eurociudad que a su juicio –que coincide con el mío– debería destinarse a iniciativas «de más enjundia, de más contenido» que verdaderamente sirvan de cimientos.
Y para ello, propuso a la concejala Paloma Morcillo, como una de ellas, la traducción al español del libro mencionado ya que: «demuestra la existencia de la Eurociudad Badajoz-Elvas ya con tres siglos de antelación a su constitución lega[…] por cierto, con la absurda exclusión de Olivenza, que a mí [digo yo: nosotros] me duele, sin que el presidente de la Junta parezca dolerse de ello, ¡que además creo que es de Olivenza!»
«Es una pena que los cohetes, la frivolidad, ganen la partida y se lleven los dineros frente a las iniciativas de calidad, de calado, serias y de provecho»
No puedo estar más de acuerdo: Panem et circenses sigue siendo el pan nuestro de cada día.
Continuó recalcando la idea, ya vertida por Naranjo, de la cojera de la Historia de España que ha tenido en cuenta las fuentes Além Guadiana, demostrada, una vez más, con la aportación del libro presentado, que pone en entredicho algunos de los más cacareados aspectos de la vida en sus últimos años de Muñoz-Torrero, las circunstancias y causas de su óbito.
La versión históricamente sostenida por los eruditos españoles ahora se torna en un relato fantástico en el que se dio por sentada una leyenda, consagrada por la cita reiterada de una obra de Silva Lopes que, además, nunca leyeron. El mito consistente en un Muñoz-Torrero que en su último lustro vive en Campo Mayor rodeado de privaciones y muere descalabrado al caer por unas escaleras, atado de pies y manos, después de un gran martirio, empujado por los secuaces del malvado gobernador de la prisión de São Julião da Barra de Lisboa, Telles Jordão.
Todo este embrollo, por no haber investigado debidamente en Portugal.
Muñoz-Torrero, un personaje insigne, que pretendió siempre la mejora de las condiciones de vida de todos los ciudadanos españoles, que no olvidemos en esa época estaban repartidos por todos los rincones del orbe.
Una pretensión reflejada en la redacción de la Pepa, de la que fue autor y actor principal, carta Magna de tanta importancia durante décadas, que inspiró otras muchas constituciones en el mundo.
Limpo elogia la labor de esta obra de Rui Rosado, «capaz de derretir la bola de nieve que llevaba siglo y medio rodando» documentando la realidad de aquellos hechos, aún más siniestra que la fantaseada por los autores que quisieron aumentar los laureles del personaje con su martirio: «la realidad superó a la ficción». Un auténtico crimen de Estado, pergeñado desde el palacio del rey Felón, que ya en su día sentenció a muerte al protagonista, por su defensa de las libertades, encabezando la lista de los diputados liberales con tal condena.
Y termina Limpo con un reproche a la Fundación Muñoz Torrero –que rechazó editar esta obra– lo que ha permitido su distribución a nivel nacional, gracias a su editor final, el Congreso de los Diputados. Fundación a la que también lanzó el órdago de poder corroborar la tesis del envenenamiento por arsénico, con la financiación del estudio toxicológico de los restos de Muñoz-Torrero, que descansan en el Panteón de Hombres Ilustres, hoy Panteón de España, y así dio paso al autor de la obra presentada.
Rui Rosado Vieira, natural de Campo Mayor, intervino en su lengua natal, tanto en su exposición como en el coloquio posterior, demostrándose así la capacidad de intercomprensión entre las dos lenguas ibéricas predominantes.
Quiso el autor agradecer a la sociedad anfitriona y a todos los asistentes, continuando con un relato sobre su obra centrado en los aspectos que creyó más interesantes para la audiencia, por resultar inéditos.
Narró la situación turbulenta que en los años 20 del siglo XIX sucedía en la Península Ibérica, con los bandos liberales y absolutistas en lucha efervescente, la proclamación de las constituciones, y el afán por los monarcas y sus seguidores por volver al poder omnímodo, deshaciéndose de sus detractores con todos los medios a su alcance.
Es así como premeditadamente, Muñoz-Torrero se refugia en el palacio del noble adinerado José de Carvajal Pizarro y Obando en Campo Mayor, siendo uno de sus hijos, Gonzalo, a juicio del autor, el principal responsable de esta decisión.
De la documentación estudiada se desprende que esta familia era espiada por la policía política portuguesa, siendo sus miembros considerados como constitucionalistas y enemigos peligrosos de los realistas.
En esos tiempos, hay constancia documental de los pasos en la frontera de militares y políticos liberales en busca de refugio, y de las órdenes de su captura entre oficiales de ambos ejércitos. Esto ocurre en varias ocasiones con Gonzalo Carvajal, que en un primer viaje a Lisboa es apresado y puesto en libertad casi inmediata, por orden de D. João VI, con la condición de que fije su residencia en Campo Mayor, y no vuelva a salir de allí.
Sin embargo, en octubre de 1823, realiza otro viaje a Lisboa, con el mismo resultado, cuestión que refleja tener una gran relación con el monarca portugués, por la ausencia de un castigo más severo.
En aquellos entonces se calculaba la fortuna de la familia Carvajal en 1,65 millones de reales, una suma tan cuantiosa que contradice el mito de que Muñoz-Torrero había padecido privaciones en el palacio campomaiorense.
Su plácida estancia de un lustro en la villa alentejana se torna de nuevo peligrosa por los acontecimientos desatados que desembocarían en la ascensión al trono de D. Miguel que, siguiendo la senda absolutista de su felón tío, comienza a perseguir a los liberales, con una ola de violencia extrema en la que las prisiones se llenan de contrarios, y las calles de horcas y hogueras, implantándose la anarquía.
De esta forma, la familia Carvajal acusada de ser contrarias al absolutismo, ya no puede dar más protección a Muñoz-Torrero que, en abril del año 1828, abandona apresuradamente el palacio con intenciones de viajar a Lisboa, para coger un barco destino Francia.
El periplo hasta Lisboa está documentado, parando y refugiándose en varios lugares, sufriendo detenciones, puestas en libertad…, hasta su llegada en junio. La policía política, que lo tenía localizado, le da 15 días para abandonar Portugal. Al no conseguir el dinero suficiente para el embarque, finalmente en noviembre es detenido y encarcelado, primero en la cárcel de Limoeiro, después en la Torre de Belém para terminar dando con sus huesos en los sótanos de la terrible prisión de São Julião da Barra, donde muere envenenado el 16 de marzo de 1829.
Este relato es contrastado por diversas fuentes documentales consultadas por el autor, entre otras, los testimonios de compañeros de celda españoles que estuvieron presentes en sus últimas horas y describieron fidedignamente los síntomas del finado, aparecidos en un manuscrito del que fue primer ministro liberal Bento Pereiro do Carmo.
Una forma muy común en la época para deshacerse de enemigos políticos. Sin ir más lejos, se ha probado que el propio rey D. João VI, murió también envenenado con arsénico.
El autor termina su intervención con una reflexión sobre la sociedad de «mala memoria» en la que nos vemos inmersos, y los peligros que conlleva para el modelo de respeto a la dignidad de los seres humanos que defendió y por el que murió Muñoz-Torrero.
En el coloquio final, el autor nos cuenta, respondiendo a una pregunta del profesor Naranjo, la anécdota del gratificante momento en que encuentra «un papel pequeñito escrito en la cárcel con letra muy menudita» entre los papeles de Pereiro do Carmo, y su reacción inmediata llamando a Limpo para decirle «Muñoz-Torrero no cayó por las escaleras, fue envenenado».
Otra pregunta interesante, realizada por Jacinto J. Marabel, versó sobre la posibilidad de encontrar alguna obra del hasta ahora ágrafo Muñoz Torrero en la biblioteca del palacio de los Carvajales, que hoy forma parte del fondo antiguo de la biblioteca de Campo Mayor. El autor, conociendo las circunstancias de la huida precipitada, planteó que posiblemente, en el caso de que Muñoz Torrero hubiese dejado testimonio escrito, éste pueda estar entre los volúmenes que aún se conservan, que son muchísimos, aunque algunos se hayan perdido o vendido.
Posibilidad que aumenta si se tiene en cuenta la larga estancia fija durante 5 años en aquel palacio sin otras muchas distracciones más que la lectura, la escritura, y las fiestas o reuniones con las personas de alta alcurnia que lo visitaban.
En este momento, Limpo aprovecha y vuelve a dar una idea a la concejala de cultura, para la colaboración ibérica, en el seno de la Eurociudad: «Siendo un fondo antiguo y valioso merece mucho la pena la inversión en su catalogación e investigación, porque además es poco conocido y puede reservar alguna sorpresa».
Y tras otras preguntas terminó este acto interesante que demuestra la verdadera magnitud de la colaboración ibérica, donde se difumina la frontera líquida, en este caso en el ámbito cultural.
Rubén Báez Fernández