La Asociación ‘Amigos de Portugal’

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Hace cien años se encontraba en plena actividad en Madrid una Asociación de Amigos de Portugal. Poco antes hubo iniciativas similares. En 1918 lo intentaron López Muñoz (liberal), los condes de Collantes y San Luis (conservadores), el médico y senador Gómez Ocaña y el periodista Andrenio. Seguramente participó también Andrés González-Blanco, cuyas traducciones literarias del portugués contribuyeron a la aproximación cultural. En 1929 reivindicó para sí la idea de crear una asociación, por haberla expuesto en 1918 al cónsul portugués Félix de Carvalho. Tras reunirse en el Senado, acordaron una nueva reunión para el otoño, pero probablemente no tuvo lugar.

En abril de 1922, finalmente, se fundó la Asociación de Amigos de Portugal. La sesión constitutiva tuvo lugar en el Ateneo. De su Junta Directiva merece destacarse al presidente, conde de Romanones y al marqués de Quintanar, secretario. Había miembros de la fallida sociedad anterior como López Muñoz, el conde de San Luis y González-Blanco. También pertenecían otras distinguidas figuras: los escritores Blanca de los Ríos y el conde de las Navas, los conservadores Eloy Bullón y Félix Llanos y Torriglia -autor del libro Mirando a Portugal-, el diputado reformista Augusto Barcia, Rodríguez Carracido -rector de la Universidad Central-, el historiador Ballesteros, el músico Calleja, el ingeniero Torres Quevedo y un largo listado de intelectuales como Marañón, Maeztu, Gómez de la Serna, Unamuno, Fernández-Flórez o Eduardo Ortega y Gasset. Varios de ellos habían sido diplomáticos en Lisboa y estaban galardonados con la Ordem de Cristo.

En la reunión se acordó celebrar, a partir de octubre, conferencias semanales sobre historia, política y cultura portuguesa, fomentar las visitas de portugueses distinguidos a España y viceversa y favorecer -cada cual desde su ámbito- las simpatías hacia Portugal.

Días después comenzó a prepararse la recepción de profesores y estudiantes portugueses que llegarían en mayo. Durante su estancia se realizaron diversos actos para homenajearlos. El marqués de Quintanar pronunció un discurso en la Residencia de Estudiantes y organizó una visita al Palacio Real, que incluyó un encuentro con Alfonso XIII. También se celebró un banquete en el Ritz en honor de los profesores.

Las demás actividades en las que participó la sociedad fueron similares, centrándose en el agasajo a personalidades portuguesas: la bienvenida a Melo Barreto, nuevo ministro de Portugal en Madrid (junio de 1922), la despedida a Vasco de Quevedo -que había mostrado gran sintonía con la sociedad- al ser nombrado embajador en Varsovia (agosto de 1922), la llegada de la tuna de Coímbra (abril de 1923) y la de los aviadores Gago Coutinho y Sacadura Cabral, que habían atravesado el Atlántico sur (junio de 1923).

A partir del golpe de Estado de 1923 la actividad debió cesar. La única noticia posterior que hemos localizado se limita al envío de una felicitación al alcalde de Madrid en agosto de 1927 por la actuación de la banda municipal en Lisboa.

Es cierto que poco después de su creación sufrió defecciones, como la de González-Blanco, por considerar advenedizos a la mayoría de sus miembros y valorar más favorablemente las actividades lusófilas de catalanistas iberistas como Maragall o Ribera i Rovira. Pero esto no debió afectar seriamente a la sociedad.

En otra publicación, también próxima al iberismo catalanista, se menciona el final de la asociación. Se trata de La Gaceta Literaria, donde -a propósito de las relaciones hispano-portuguesas- se había criticado al conde de Romanones. El marqués de Quintanar elogió, en carta a Giménez-Caballero, las aportaciones de su revista a la cordialidad intelectual, pero añadió que otras personas también habían contribuido, como Romanones, que presidió la Asociación de Amigos de Portugal. Opinaba que solo este y Primo de Rivera -con ventaja para el segundo- habían sentido cabalmente la amistad peninsular. Sin embargo, a la hora de explicar el cese de las actividades de la sociedad, aludió a razones que no son del caso. En ausencia de una auténtica explicación, sí pueden desprenderse de sus palabras y sus silencios los motivos del final.

El golpe de Estado de Primo de Rivera tensaría las relaciones en el seno de la asociación. Su composición abarcaba, no ya los dos grandes partidos de la Restauración, sino las facciones en las que iban descomponiéndose. Centrándonos en sus dos principales figuras, el marqués de Quintanar, partidario de un régimen autoritario, simpatizó con el golpe. Pero el conde de Romanones, presidente del Senado en el momento del golpe, se opuso. En definitiva, la desintegración de la asociación sería un reflejo de la crisis del propio sistema de la Restauración.

Una característica de la asociación fue su elitismo. Así lo demuestran tanto la composición de sus miembros -pertenecientes a la elite política, social y/o cultural española- como los destinatarios de sus actividades. Por ejemplo, el recibimiento de Melo Barreto se celebró en casa de Romanones, con asistencia, entre otros, de Maeztu, Fernández-Flórez, Quintanar, Ballesteros, Llanos y Torriglia, los ministros Fernández Prida (Estado), Olaguer (Guerra), Montejo (Instrucción), Alcalá-Zamora, López Muñoz, conde de San Luis, conde de Viñaza, marqués de Quintanar, Mercedes Gaibrois y Calleja.

Su elitismo no restaba -en absoluto- capacidad de influencia a la asociación, pero sí revelaba una percepción alejada de las corrientes favorables a una mayor democratización.

Respecto al iberismo, la asociación respetaba la división política ibérica, pero no observaba a Portugal como un simple país vecino, por la existencia de estrechos. vínculos históricos y culturales, pudiendo considerarla como iberizante.

El monárquico portugués António Sardinha estuvo relacionado con la asociación. Su estancia en Madrid hasta fines de 1921, le permitió relacionarse con muchos españoles -incluyendo futuros miembros de la asociación- y favorecer sentimientos lusófilos. En enero de 1922 publicó el artículo Pan-hispanismo, sosteniendo ideas que hoy denominaríamos panibéricas. Por eso no es de extrañar que el marqués de Lozoya le escribiera entusiasmado, comentándole la sesión fundacional.

La Asociación de Amigos de Portugal tuvo un efecto positivo en Portugal, reflejado en el intento de José Pacheco de fundar una Asociación de Amigos de España. No debió lograr su objetivo porque, en enero de 1929, volvió a intentarlo. También debió ser una inspiración para fundar una asociación homónima en Salamanca en 1923. No parece que existieran vínculos orgánicos entre ellas, aunque Unamuno figuraba en ambas. Por lo demás, sus actividades guardaron gran semejanza, centrándose en homenajear a personalidades portuguesas. Tampoco esta iniciativa, potencialmente interesante, debió sobrevivir a la instauración de la Dictadura, probablemente por los mismos motivos que la sociedad madrileña.

 

José Antonio Rocamora Rocamora

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