La «marca iberia»: orígenes, modas y confusiones

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En Madrid, desde hace años, se ha convertido en moda usar la “marca iberia” para nombres de empresas del sector de la distribución y del comercio. Está muy presente en el Corredor del Henares, un eje logístico en torno del Aeropuerto de Barajas, la Autovía del Nordeste (A-2) y el ferrocarril Madrid-Barcelona, que conecta también con Guadalajara y Zaragoza. Asimismo, la marca iberia está presente en numerosos letreros de comercios madrileños.

La marca iberia madrileña no expresa necesariamente que dichas empresas tengan clientes en Portugal o una “conciencia económica iberista”, sino que simplemente quiere trasladar la idea de que trabajan para un mercado grande, es decir, que no se trata de un comercio local. Sin embargo, muchas multinacionales ponen el nombre de “iberia” o “ibérica” a sus departamentos, subsidiarias o emails de contacto, porque atienden simultáneamente a clientes españoles y portugueses.

Según el directorio de empresas Universia, el número de empresas españolas cuyo nombre contiene “iberia” alcanza las 4.283; con “ibérica”, 9.466; “iberian”, 513; y “ibérico”, 954. En el caso de empresas portuguesas, “iberia”, 96; “ibérica”, 182; “iberian”, 13; y con “ibérico”, 29. No obstante, hay una empresa que se destaca sobre el resto: la compañía aérea española Iberia. Aunque Iberia llevó el término “Iberia” a todos los rincones del mundo, ayudó a confundir, en el imaginario colectivo, el concepto amplio del término “Iberia”, cuyo significado va más allá de la península ibérica como espacio geográfico y, obviamente, no puede reducirse a dicha empresa española. Sin embargo, podemos encontrar algunos elementos simbólicos interesantes en la historia de la compañía aérea. En diciembre de 1927 se realizó el primer vuelo de Iberia: un Barcelona-Madrid. Aterrizó en el Aeropuerto Madrid-Cuatro Vientos, cerca de donde vivo. En 1937, durante la Guerra Civil Española, Iberia fue reactivada y se convirtió en la línea aérea del bando sublevado, con sede en Salamanca. En 1939, Iberia realizó su primer vuelo internacional: un Madrid-Lisboa. Ahí sí que hizo honor al nombre.

He podido conversar sobre los orígenes de este maketing iberista con el profesor de Historia José Antonio Rocamora. Me ha explicado que la marca iberia “tiene que ver con el periódico progresista «La Iberia», fundado en 1854 por Calvo Asensio. Este afirmó que su objetivo principal al fundar el periódico fue promover la unión ibérica. Los cafés eran uno de los ámbitos fundamentales de la socialización de la época. En España proliferaron los «Cafés de La Iberia» o «Tertulia de La Iberia». En ausencia de «sedes» de partidos, estos cafés eran lugares donde se podían reunir personas con afinidades políticas, discutir, hacer planes y, por supuesto, leer la prensa del partido. Como «La Iberia», periódico que tuvo una larga vida y muy especialmente teniendo en cuenta la duración media de los periódicos entonces. Evidentemente, a mediados del XIX, la clientela era gente con cierta formación y/o riqueza. No era el Ateneo, pero sí algo semejante a los casinos, que tan de moda se pusieron después. En Alicante hubo otro Café de La Iberia”.

El histórico Café madrileño de La Iberia tuvo varias ubicaciones en el entorno del Congreso de los Diputados. Su nacimiento data de mediados del siglo XIX. Echó el cierre en 1910. Se trataba de una cafetería donde habitualmente se reunían políticos de la época: Echegaray, Castelar, Martos o Cirilo Álvarez.​ Foco de conspiradores, diplomáticos, intelectuales y periodistas, entre los personajes literarios asiduos a las tertulias se encuentran: Benito Pérez Galdós y Santiago Ramón y Cajal. En este Café se redactó el documento de la Junta Revolucionaria que declaró vacante el trono de España en 1868. Hoy en día todavía sobrevive un Café La Iberia, de aquella época (fundado en 1879), en la provincia de Madrid, concretamente en la Plaza Mayor de Chinchón. Actualmente, bares o restaurantes, con pocas décadas a sus espaldas, con la marca “Iberia”, existen en las principales ciudades de España, en particular, en Madrid y Barcelona.

Siempre me gustó esa mística de la tertulia iberista en una cafetería, por eso, entre 2016 y 2017, promoví -junto al Partido Ibérico Íber- seis encuentros llamados «cafés iberistas» en la Cafetería María La Portuguesa (que ya no existe), cerca de la madrileña Plaza Mayor. La asistencia giraba entre 8 y 16 personas. E, incluso, en aquel contexto de crecimiento de las organizaciones iberistas y del impacto mediático de la Declaración de Lisboa, se abrió en 2018 la cafetería La Iberista en Salamanca, cuya existencia fue corta. Extremadamente corta por problemas de cumplimiento de la normativa.

Rocamora atribuye la marca iberia a “lo que se llama «nacionalismo banal», término que no me gusta demasiado, porque puede parecer despectivo. Se refiere a elementos cotidianos que contribuyen a formar una idea de nación. El uso de denominaciones ibéricas podría ser un ejemplo. En ocasiones, la idea podía ser más explícita. Recuerdo un anunció del balneario de Verín de fines del XIX o inicios del XX diciendo algo así como que qué mejor modo de promover la unión ibérica que ir allí y confraternizar con visitantes portugueses. O un anís cuya etiqueta era marcadamente iberista”.

Espero y deseo que la “marca iberia” crezca y se extienda cada vez más.

 

Pablo González Velasco

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