Por gratitud a España

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Los días 18 y 30 del mes pasado realicé mis pruebas DELE y CCSE, necesarias para obtener la nacionalidad española. En algunos meses sabré los resultados, ya que he sido solo uno de los muchos alumnos examinados en todo el mundo. Eran pruebas muy fáciles, así que estoy obligado a, como decimos, “no hacer el oso” (ridículo).

Podría haber aprobado un nivel bastante más difícil (el B2), pero elegí el A2, muy por debajo de mis capacidades, por tres razones: es más barato, es suficiente para obtener la nacionalidad, y en este momento ya tengo bastantes otras cosas en que pensar como para encima ponerme a estudiar muy duro. Es que también hay que darle algún descanso a la cabeza.

Pero debo decir que estar entre los demás candidatos de un nivel bajo, de todas partes del mundo, quizás nada confiados en sus habilidades y con motivos mucho más serios que los míos, también me hizo pensar: ¿Por qué están aquí? ¿Hasta qué punto necesitan esto? ¿Podría hacer algo por ellos? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿Tendrán el objetivo de aportar sus habilidades al desarrollo de este país, o lo hacen sólo para poder sobrevivir, de tan desesperados que están? ¿Y qué les pasará si no logran su objetivo?

Y, ¿Cómo me sentiría yo si estuviera en su lugar, sin estar seguro de que aprobase, desesperado, con miedo de todo lo que me pudiese pasar? ¿Por qué no puedo realmente comprenderles como seres humanos, aún más allá de la barrera lingüística insuperable que es el idioma que hablan entre sí mismos?

Ese es el aspecto humano de lo que he podido observar hoy. Sin duda una de las lecciones más importantes de todas. Fue una lección de humildad, una advertencia de la vida: nunca, jamás, se debería dar nada por sentado. Cuidado con la arrogancia en la que podemos caer sin darnos cuenta. La autoconfianza excesiva. La falsa sensación de confort y seguridad, de no sentir en la propia piel los mismos problemas de esta gente. La vida siempre puede cambiar, complicarse. Siempre puede sorprendernos con dificultades inesperadas. Y, esos momentos, habrá que aceptarlos y encararlos con humildad antes de poder seguir hacia delante.

Pero bueno, he hecho lo que debía hacer. Y creo que puedo decir que lo he hecho bien. Ha sido una verdadera conquista y me siento genial por ello.

De una cosa no hay duda: España, como Portugal, es un país solidario que les abre sus puertas a quienes busquen aquí una vida nueva, aunque alguna de esa gente, sin duda, seguirá viviendo aquí sin retribuir ni valorar lo que España hace por ellos. Estaría bien que todos los extranjeros en España y Portugal fueran bien tratados por todos nosotros, que no existieran el racismo ni el odio ni la xenofobia, pero por supuesto también que todos los extranjeros no olvidaran la deuda de gratitud, humildad y respeto que siempre tendrán ante nosotros. De corazón quiero que todo les vaya bien a todos los que quieren venir de fuera a vivir aquí con nosotros, con tranquilidad, seguridad y prosperidad, pero sí les pido que no olviden la necesidad de estar en paz y armonía con la misma sociedad que les acoge. Equilibrio, ante todo.

Yo mismo no me permitiré olvidar el hecho de que también he empezado en España como extranjero; consecuentemente, esa duda ante España también es mía. Simultáneamente, tampoco puedo olvidar mis orígenes; mi deuda ante Portugal.

Puedo decir que he aprendido mucho. No era así antes. Estaba muy enfocado en lo negativo y no valoraba todos los aspectos positivos de mi vida. Tampoco podía ver hasta qué punto les debo a Portugal y a España la vida que tengo: una vida segura, sin hambre, sin miedo, sin pobreza, sin guerra, con salud y con gente amiga; lujos de los que mucha gente por todo el mundo no puede disfrutar. Y ahora, por fin, me siento preparado para decir que comprendo y agradezco todo lo que la península ibérica siempre ha hecho por mí.

Quizás finalmente no sea más que un acto simbólico, pero es mi manera de darte las gracias a ti, España, por todo lo que has hecho por mí. Te lo agradezco como a Portugal, que me ha dado la vida. Eres mi segunda casa. Has cambiado mi vida por completo. Me has ayudado a abrir mi mente y a comprender cosas que antes no llegaba a comprender. Me has dejado estar en tus tierras y descubrir aquí una parte de mí que no conocía antes. Y estoy especialmente agradecido por no tener que renunciar a mi nacionalidad portuguesa y así poder acercarme aún más a los ideales ibéricos de amistad, respeto mutuo y fraternidad, cuya personificación me gustaría ser…

Gracias, hermanos.

Ojalá merezca que me llaméis hermano, también a mí.

João Pedro Baltazar Lázaro

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