22/11/2025

Reyes Mate y Américo Castro

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El profesor Reyes Mate, especialista en filosofía post-Holocausto, ha desatado la polémica tras un artículo en El País titulado: ‘Ante Gaza: sin autoridad para condenar y con el deber de estar’. Mate viene a decir que españoles y alemanes tenemos el pecado original del antisemitismo, por lo que es imperativo -o al menos prudente- permanecer callados en términos de ejercer un juicio moral sobre el Estado que se autoatribuye el patrimonio moral de los judíos. Lo cual me parece un comodín o cheque en blanco para cualquier tipo de barbaridad o pseudovenganza que realice Israel.

Esto contrasta con el discurso que venimos defendiendo desde EL TRAPEZIO a través un iberismo antropológico que incluya un orgullo por lo sefardí y lo andalusí. En la misma línea lo expresaba muy bien el rey Felipe VI ante Naciones Unidas: España es un pueblo profundamente orgulloso de sus raíces sefardíes. Cuando hablamos al pueblo de Israel, estamos hablando a un pueblo de hermanos, un pueblo que, cuando regresa a España –a Córdoba, a Toledo, a Sevilla, a Barcelona y tantos otros lugares- regresa a su casa; fue ese el principio inspirador de la ley por la que, en 2015 y con amplio consenso, se concedió la nacionalidad española a los descendientes de los judíos sefardíes originarios de España. Por eso nos duele tanto, nos cuesta tanto comprender lo que el Gobierno israelí está haciendo en la Franja de Gaza. Por eso clamamos, imploramos, exigimos: detengan ya esta masacre. No más muertes en nombre de un pueblo tan sabio y tan antiguo, que tanto ha sufrido a lo largo de la historia”.

Reyes Mate preanunció su posicionamiento en la entrevista del ciclo ‘El intelectual y su Memoria’ de la Universidad de Granada. Básicamente lo que dice es que los europeos hemos empujado a los judíos a crear un Estado fuera de Europa y como Estado naciente forzosamente necesita imponerse por la violencia, por lo que hay una violencia legítima o buena. “Los europeos hemos creado ese problema”, afirma. Y añade, en el artículo de El País, “el pueblo judío tenía vocación diaspórica (vivir pacíficamente entre los demás pueblos), pero los demás no se lo permitíamos. En muchas ciudades españolas (Segovia, Toledo, Sevilla, Gerona…) hay restos de aljamas saqueadas, incendiadas, masacradas, de las que ni tenemos noticia. Tenemos muchas Gazas a nuestras espaldas. Y apareció el sionismo, que es una forma más de nacionalismo. Theodor Herzl entendió que su pueblo, para sobrevivir, tenía que, como los demás, asentarse en un territorio propio. Una parte del pueblo judío abandonó el ideal diaspórico por el pragmatismo nacionalista. Muchos lo lamentaron porque eso suponía renunciar a su genio, pero nadie les puede reprochar que quisieran ser como los demás”. Para ser justos, Mate también denuncia la desproporcionalidad de la actuación del Gobierno Netanyahu.

El profesor Reyes Mate, que cuenta con una carrera académica e intelectual consolidada, nos ofrece un punto de vista original, pero muy cerrado: un túnel hacia unos orígenes pecaminosos. Se trata de un ejercicio de total esencialismo histórico negativo contra España y un abuso desquiciado del ‘nosotros’. Bien le convendría leer el artículo ‘El “nosotros” de las historias’ de Américo Castro en la Revista de Occidente (Junio, 1964), donde describe un proceso vivo y evolutivo de la formación histórica del ‘nosotros’. Bajo mi punto de vista, ese ‘nosotros’ es una forma tenue de hacerse cargo de la propia historia, sin el descaro de hacerse sólo a beneficio de inventario, pero esa asunción sólo es razonable si es parcial, simbólica y no limite las libertades del presente. No se puede pretender tampoco la exclusión de la humana contemporaneidad. Si hacemos uso de la historia precisamente es para integrar y no excluir componentes. No hay que hablar sólo de los malos ejemplos, también de los buenos. Desde luego, hay espacio para el debate porque para algunos lo bueno es la exclusión. Yo parto de que lo bueno es el pluralismo dentro de una unidad institucional. Tampoco estoy de acuerdo con quienes se autoexcluyen de su propia historia en nombre de un cosmopolitismo ideológico. La historia siempre vuelve y se venga. Y nosotros mismos reproducimos inconscientemente la misma.

Quizá habría que pedir a Mate que usara la misma tolerancia moral sobre el Israel actual con la España de la modernidad temprana con sus impulsos e inercias de unificación sociológica, en este caso, sobre bases cristianas. Hay que aceptar la realidad histórica legada para superar su trauma. Podríamos escribir un artículo, imitándole, que “ante España, sin autoridad para condenar” dada su laxitud moral en el presente. Alguien podrá decir que Mate usa la historia como pecado original. En efecto, España no es la Virgen María. Ese dogma de Mate imposibilita la interpretación histórica con sus naturales paradojas y su evolución. Es decir, es un pasado petrificado, congelado, que nos oprime en nuestro juicio del presente. Este debate es el mismo que el de López Obrador.

Presupongo yo que después de la II Guerra Mundial y de la creación de la ONU, los gobiernos no deben recurrir a matanzas para conseguir su espacio vital estatal. En todo caso, Israel y Palestina pueden solicitar una fuerza de interposición. Entre los culpables, antes está Stalin -en su apoyo crucial a la creación de Israel, en el lugar y el modo que fue creado-, que Isabel la Católica o Franco. Además, muchos judíos (conversos) se quedaron y son nuestros antepasados. Lo de retirar autoridad para condenar es algo muy woke, muy identitario, pero en este caso vendrá de los debates de la filosofía germana post-Holocausto y la memoria de los vencidos. Es algo así -según interpreto de su tesis- como una mancha de sangre que nuestros antepasados nos transfieren del pasado al presente y al futuro. Al contrario, deberíamos ejercer nuestra autoridad como descendientes de judeoconversos. Y eso no lo hacen nuestros políticos, ni saben argumentar. La comparación entre la inquisición y la Alemania nazi no cabe en términos de solución final, ni de los pogromos. Era expulsión o conversión. No había capacidad de industria de exterminio, ni de aculturación total. Pero es que tampoco había voluntad genocida biológica en 1492. El único paralelismo posible sería un populismo discursivo del pueblo cristianoviejo contra la élite judía.

Reyes Mate, en una entrevista al canal CSIC Divulga, habla sobre su interés en la obra ‘La realidad histórica de España’ de Américo Castro. En los años sesenta estudiaba en Alemania, pero en uno de sus retornos a Valladolid, su tierra, en una librería de la Plaza Mayor le ofrecieron el citado libro clandestino de don Américo. Sin duda le gustó, pero su digestión parece que fue complicada. Con más matices y más extensión se expresa en La aventura del Saber, diciendo que “somos nietos de la tolerancia e hijos de la intolerancia”. No obstante, es una visión sesgada desde la segunda modernidad, desde un ángulo norte-europeo, sin sensibilidad barroca. Es necesario entender a los vencidos, pero también a los vencedores y quienes no se sienten ni vencedores ni vencidos. Se fija en la verticalidad institucional, pero no en la horizontalidad antropológica, con intersticios por donde se colaban realidades plurales, excepciones, heterodoxias, la vieja cultura popular de lo grotesco y blasfemo, así como complicidades en todas las clases sociales y retornos más o menos clandestinos. Hay que decir que en relación a la colonización americana se muestra más ponderado.

Uno de los riesgos de la obra de Américo consiste en acabar encerrado en el bucle determinista-identitario de las castas, no tanto como el actual identitarismo (decolonial) que quita o pone razones según el origen étnico, sino que quita y pone explicaciones según el origen étnico sin demostrar las estructuras materiales que lo hacen posible. El caso de Mate parece que ha juntado ambos determinismos. Mate conjuga ese espantoso: “nosotros expulsamos” o “tenemos muchas Gazas a nuestras espaldas”. Dicho así, permítanme la ironía, lo que habría que hacer es meter en la cárcel a todos los españoles y, claro, él el primero, dando ejemplo.

Más allá de Mate, la narrativa neoreconquistadora contra el islam sirve al sionismo de izquierda y de derecha. El problema es que el destino de los mismos (conversión o expulsión) fue el mismo para judíos y moriscos. Esos neoreconquistadores, de todo pelaje, si no les gusta el término convivencia, que digan coexistencia o conllevanza. Hay ejemplos en los reinos cristianos y musulmanes ibéricos. No es lo mismo la historia institucional que la historia antropológica, que nos da más margen para incorporar sus mutaciones y sincretismos culturales. Tiene sentido juntar lo andalusí con lo sefardí para que supere un umbral mínimo de impacto. Se puede argumentar que ese legado conjunto no es tan grande hoy en día, pero sería mentir decir que eso no nos singulariza ni es relevante. Tiene su peso y sirve de mensaje de paz interreligioso, como así hicieron nuestros políticos en los años noventa. España y Portugal no pueden (o no deberían) regalar el relato sefardí-andalusí a irredentistas fundamentalistas foráneos o a intereses de Estado ajenos a la península ibérica. Al-Ándalus y Sefarad forman parte del patrimonio histórico de Iberia/Hispania. Irrenunciable.

La islamofobia de los neorreconquistadores no está en tradicionalistas como António Sardinha. No hablaré de Franco por obvio, pero por ejemplo el falangista y orteguiano José Antonio Primo de Rivera (‘Germanos contra bereberes’) contrasta mucho, dentro de ciertos disparates, con lo que piensa hoy la extrema derecha. Más visigodófobo que maurófobo, José Antonio Primo de Rivera, estando en la cárcel en 1936, escribiría que la Reconquista no es, pues, una empresa popular española contra una invasión extranjera; es, en realidad, una nueva conquista germánica; una pugna multisecular por el poder militar y político entre una minoría semítica de gran raza -los árabes- y una minoría aria de gran raza -los godos-. (…) Hasta tal punto es la Reconquista una guerra entre partidos y no una guerra de la independencia que a nadie se le ha ocurrido nunca llamar los «españoles» a los que combatían contra los agarenos, sino «los cristianos» por oposición a «los moros». La Reconquista fue una disputa bélica por el poder político y militar entre dos pueblos dominadores, polarizada en torno de una pugna religiosa”.

Américo Castro arrastra el sambenito de ser el historiador/edulcorador de al-Ándalus. Cada vez que alguien dice que Américo Castro hizo leyenda rosa de al-Ándalus delata que no lo ha leído. Su verdadero interés fue la España de los conversos. La España del Siglo de Oro. Por otro lado, quien lea ‘España: un enigma histórico’ de Sánchez Albornoz, reseña enciclopédica del libro de Américo Castro, sin leer al granadino, no va a resolver el enigma. El filólogo/historiador de Granada sigue estando presente en los elogios e insultos de algunas minorías. Han aparecido algunas aproximaciones, de forma cíclica, como las recientes de Germán Labrador o Pablo Sánchez León. Este último se preguntaba si “su legado es suficiente para construir un marco narrativo acerca del pasado común adecuado al orden posglobal en el que estamos entrando”. Cuando se cumplen los 140 años del nacimiento (en Brasil) de Américo Castro, retomo la divulgación del libro colectivo ‘Américo Castro, pensador errante entre América y España’, que hace un año coordinamos y publicamos José Antonio González Alcantud y yo. Recientemente, Alcantud hablaba -en la revista Imago Crítica- de lo barroco como pensamiento antropológico, pues lo castrí, también es otra fuente inagotable de pensamiento antropológico, como venimos debatiendo e investigando en los últimos años.

El libro ‘Américo Castro, pensador errante entre América y España’ tiene dos introducciones, una sobre ‘Un rescate crítico, plural y amistoso de Américo Castro’, hecha por mí. Y otra de Alcantud: ‘Para comprender a Américo Castro en su tiempo y en el nuestro’. Los artículos que contiene el libro son los siguientes: ‘Américo Castro, España y los españoles: desvío esencialista’ (Emilio González Ferrín), ‘Américo Castro: de intelectual europeísta a hispanista conservador’ (Eloy Gómez Pellón), ‘Américo Castro a la luz de los nuevos problemas y enfoques disciplinares’ (Francisco Linares Alés), ‘Américo Castro y la Biblia de Arragel: primicias de una lectura sobre el judaísmo español’ (Luis Manuel Girón Negrón), ‘El periplo panibérico de Américo Castro, un andaluz nacido en Brasil’ (Pablo González Velasco), ‘Con Américo Castro tras las huellas del Renacimiento y el Barroco hispanos como «edad conflictiva»’ (José Antonio Pérez Tapias), ‘A vueltas con el método en Américo Castro: variaciones contextuales entre París, Madrid y Princeton’ (José Antonio González Alcantud), ‘Américo Castro en busca de instrumental teórico-historiográfico: el testimonio de su correspondencia con José Ferrater Mora’ (Juan Carlos Conde) y ‘Américo Castro y su «manía de la biblioteca universitaria»’ (Santiago López-Ríos Moreno) y ‘La filosofía de Xavier Zubiri en la concepción de la Historia de Américo Castro’ (Juan Ignacio Pulido Serrano). Con un epílogo: ‘Américo Castro desde Norteamérica’ y una ‘Coda final en diálogo’, ambas de González Alcantud.

En relación con la tragedia palestino-israelí y el genocidio en Gaza, diré que antes que la propia democracia está la supervivencia. Las potencias nucleares, representadas en el Consejo de Seguridad de la ONU, deberían ocupar y desmilitarizar Israel y Palestina, a fin de garantizar el derecho a la vida de todas las partes y compartir las tierras hasta que llegue una mejor solución.

Pablo González Velasco