22/12/2025

Trump y el tamaño geopolítico de Brasil

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Ayer se reunieron Trump y Lula, sin encerronas ni faltas de respeto. Fue en un lugar muy lejano de sus respectivos países: Kuala Lumpur (Malasia), durante la cumbre de líderes de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Trump comienza a entender el tamaño geopolítico de Brasil. 

Intuyo que Estados Unidos está buscando la neutralidad de Brasil ante lo que viene en el Caribe. Eso tampoco disminuye el desastre venezolano para América del Sur y Brasil. Ahora bien, en clave interna brasileña, la reunión civilizada de Trump con Lula supone una derrota para el bolsonarismo. Trump, incluso, ha elogiado la longevidad en el poder de Lula. Es cierto que Brasil no puede rivalizar militarmente con Estados Unidos, pero tampoco se le puede obviar en un escenario de crisis en el Caribe -especialmente en la postintervención– y en la reordenación de las alianzas en el mundo.

Hace unos meses, Felipe González contó que Lula siempre pensó que la desestabilización por la fuerza de Venezuela podría ser aplicada a continuación a Brasil. Es decir, el cerco al Gobierno bolivariano es un mal precedente, a pesar de su discrepancia y su no-reconocimiento electoral. Con Trump, esta rara tesis -para quienes ven claras diferencias entre ambos Gobiernos- se convirtió en cierta por la lógica anticomunista y anticastrista de Marco Rubio. Sin embargo, el Gobierno estadounidense actualmente está desescalando y las sanciones a Brasil quedarán como un mero disciplinamiento, a modo de vacuna, para que se ponga de perfil ante una intervención en Venezuela.

Trump ha reconocido en la citada reunión que Brasil y Venezuela son asuntos y Gobiernos diferentes. Brasil ha ofrecido sus servicios de negociador, que por otro lado no se sabe si Venezuela aceptaría dada su actitud arrogante. No obstante, los humos pueden haber bajado por la intimidación norteamericana. Esta vía, desde luego, siempre será saboteada por Rubio y su cara ha sido un poema a lo largo de la reunión. El secretario de Estado no ha sabido aprovechar la desconfianza entre Brasilia y Caracas, aunque es cierto que Brasil, bajo ninguna hipótesis, iba y va a aceptar una intervención armada de terceros en Venezuela o Cuba. Y, esto, quizá, es lo esencial para Rubio. El resto será anticiparse sobre lo que hará Brasil en caso de una Caracas bombardeada. ¿Neutralidad práctica y rechazo retórico? ¿Venta de suministros militares y no-militares por la frontera terrestre?

Antes de que termine el año en Venezuela tiene que pasar algo. Algunos quieren que pase por las buenas incluyendo a todos y otros por las malas excluyendo a los que están en el poder. Si no pasa nada, habrá una sensación de frustración infinita. Sentimental y generacionalmente, Lula está asociado a la Revolución Cubana, aunque cuando financió el Puerto de Mariel era para facilitar una transición integral y progresiva. Lula y Fidel Castro se ayudaron mutualmente en su momento, pero los intereses de Estado de Brasil van a hablar más alto. Esto también se aplica a Venezuela.

El portaviones USS Gerald R. Ford necesita algunas semanas para llegar al Caribe. ¿Se trata de un señuelo o la operación va a dilatarse hasta diciembre? Si se dilata hasta diciembre tiene algo de sentido diplomático esperar a que tenga lugar la cumbre de la COP (10-21 de noviembre) y que mientras tanto algún militar venezolano haga alguna heroicidad o haya un camino de transición pactada. A las bravas, una forma de boicotear la cumbre de la COP sería hacerlo coincidir.

Los países iberoamericanos están enfrentando a Trump cada uno por su cuenta. Una diferencia del tamaño entre Brasil y Colombia es la actitud de sus respectivos bancos en relación a las sanciones de Estados Unidos. Los bancos brasileños son demasiado grandes para ser sancionados.

El problema de la no-intervención colombo-brasileña en Venezuela, sabiendo que venía Trump y que Maduro sólo representa la soberanía absolutista, era una bomba de relojería. No obstante, si los dirigentes bolivarianos consiguieran convertir esa lucha en guerra de guerrillas con una nueva generación al mando, el efecto puede ser incontrolable. Sin embargo, lo más probable es el hundimiento más o menos ordenado de un régimen ya con escasa base social; además, el Ejército conoce el resultado de la última elección.

A Brasil le falta el despliegue de su poder económico, militar y comunicacional hacia y en Hispanoamérica. España podría ayudar a Brasil en ese sentido, así lo propuse en el último encuentro de brasilianistas en Salamanca. Es fundamental que el Estado brasileño tenga un canal de televisión en español para Hispanoamérica, España, Guinea Ecuatorial y las comunidades hispanas en Estados Unidos.

Dos elementos pueden haber ayudado a sacar a Bolsonaro de la negociación: los centros de datos y las tierras raras. Una zanahoria que los brasileños no darán gratis. En septiembre, el presidente Lula firmó la Medida Provisional que crea el Régimen Especial de Tributación para Servicios de Centro de Datos en Brasil (Redata). El programa prevé incentivos fiscales a cambio de contrapartidas en investigación y desarrollo, con el objetivo de fortalecer la cadena digital brasileña y garantizar parte de la producción para el mercado interno. La medida también busca descentralizar las inversiones, reduciendo las contrapartidas exigidas en las regiones Norte, Nordeste y Centro-Oeste. Para el Gobierno, el objetivo es transformar Brasil en un gran exportador no solo de materias primas, sino también de inteligencia, investigación e innovación tecnológica. Además, Brasil posee la segunda mayor reserva mundial de tierras raras.

Hay muchos factores que obligan a Trump a ser pragmático con Brasil. A saber, el descubrimiento de las cadenas productivas-empresariales binacionales, la presión inflacionaria, la obviedad de que tienen superávit comercial con Brasil y el peso que posee este país en todos los grandes bloques multinacionales. La diplomacia trumpiana habrá hablado con rusos, chinos y europeos, percatándose del poder blando de Brasil, su importancia en el suministro global de materias primas y su respetabilidad diplomática.

El secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, y el representante comercial del mismo país, Jamieson Greer, también han participado en la reunión Trump-Lula. Bessent y Greer venían de negociar durante horas con una delegación china de cara al encuentro el 30 de octubre entre Xi Jinping y Donald Trump en Corea del Sur. Coincide, por tanto, la reaproximación de Brasil con la de China. Parece que vuelve algo de la doctrina Kissinger en esta coyuntura, apostando antes por China que por Rusia. Esto es sólo válido para esta semana. Con Trump todo puede cambiar.

Por último, el próximo 19 de diciembre es la probable fecha de la firma definitiva del acuerdo Mercosur-UE. Francia ha adoptado una posición neutral, influyendo en los flecos finales del acuerdo por si eventualmente tuviera lugar alguna fluctuación radical en el comercio en los primeros meses de su entrada en vigor.

Pablo González Velasco