Desde pensar el Iberismo hasta hacerlo propio

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El Iberismo es una idea transformadora de una realidad a lo largo de siglos, y las ideas, como las realidades, son, sobre todo, resistencia: Para Ortega, todo lo que se percibe ofrece resistencia. Veo el territorio portugués porque no es transparente, porque lo veo desde el avión y se resiste a mi vista; llevo la comida a la boca y la cuchara y el alimento se me resisten, tengo que hacer un esfuerzo; el aire que respiramos nos ofrece mayor o menor resistencia. Las ideas también ofrecen resistencia para pasar a mí, y de mí a otra mente, y para ser realidades. El Iberismo no podía ser una excepción. Primero se me resiste a mí hasta que me convence; después, cuando yo intento que otro lo comparta, se le resiste al otro. Y no digamos cuando ya lo queremos transformar en realidad concreta.

Ha de poseer el Iberismo, tanto en idea como en realidad, un «ser de suyo»; es decir, tener propiedades propias, y en proyectar, al mismo tiempo, hacia fuera una acción también propia, como diría Zubiri. Hacer vivida para mí y para el otro la idea iberista y llevarla a cabo es la condición para la realidad iberista.

El iberista, como persona, actúa desde su más inseguro estado natural hacia la posesión de su más absoluta realidad, hacia el ser de Península Ibérica, que es un «ser de suyo» y lo proyecta hacia fuera, a partir de un acto libre de voluntad, independientemente de sus cualidades y creencias o de sus capacidades físicas o psíquicas.

De ahí que tengamos iberistas de todas las tendencias ideológicas, lo que es totalmente respetable y legítimo, pragmáticos y soñadores, cristianos y marxistas, impulsivos y pacientes, etc.

Pero hay una constante en todos que es el deseo de la unión peninsular. Unos por razones culturales; otros, por razones históricas, los más, por razones económicas….

Cualquiera que sea la motivación, la idea iberista necesita de la certidumbre, porque la certidumbre es un acto de pensamiento que se basa en la verdad y en la razón coherente, elementos imprescindibles para poder convertirse en realidad.

Es cierto que no puede haber un Iberismo perfecto, porque la perfección no existe; no hay amor perfecto, ni solidaridad perfecta, ni gobierno perfecto, pero cuanto mayor número de certezas tenga el Iberismo, tanto más real será.

También se requiere el deseo. Ese motor que nos impulsa a la posesión. Vivimos deseando realidades, y cuando las logramos sentimos una gran satisfacción. La satisfacción que sentimos cuando los eurodiputados portugueses y españoles defienden juntos en el Parlamento Europeo nuestras reivindicaciones sobre la pesca, o cuando nos visitan nuestros compañeros del Movimento Partido Ibérico (mPI) de Portugal y nos enseñan a conocer el país hermano…

Pero, ¿qué tipo de deseo?, ¿un deseo utópico, sentimental, soñador?, ¿o un deseo pragmático, real, de hacer verdad un viejo sueño, de constatar resultados en el día a día?

Para unos sería suficiente crear sentimientos, sentirse ibéricos, visitar Portugal y sentirse como en casa o a revés; para otros, sin pasos previos, el ondear la bandera republicana en toda Iberia debería ser una realidad ya.

Por fortuna, la realidad iberista es más compleja y requerirá mucha imaginación y temple, además de generosidad.

 

D. Casimiro Sánchez Calderón es presidente de honor del Partido Ibérico Íber y concejal-portavoz del Grupo Municipal Íber en el Excmo. Ayuntamiento de Puertollano

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