Mi título académico: ibérico y europeo

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Burocracia; incompetencia; escasez de recursos; carencia de responsabilidad; son las palabras que me vienen a la cabeza cuando pienso en la cuestión de las convalidaciones y el diseño de los títulos académicos; entre los países europeos en general, y entre España y Portugal, en particular.

He de decir que hablo con conocimiento de causa. Soy profesor de educación superior desde hace 20 años, y he sido coordinador del Programa Erasmus durante 5 años, con muchos alumnos y algún compañero proveniente de otros país.

En la Europa comunitaria, cada país tiene su sistema educativo que, en principio, está armonizado por el Tratado de Bolonia. El tratado supone implantar un esquema común para la enseñanza superior que, básicamente, establece una duración de entre 3 y 4 años para el título de grado, y de entre 1 y 2 años para el título de máster. Además, se pone en marcha un sistema de créditos los ECTS (Sistema Europeo de Transferencia y Acumulación de Créditos) que, como su nombre indica, deben servir para reconocer la carga lectiva de los diferentes estudios.

Pero, ¿qué nos encontramos en la práctica?

Convalidar y homologar un título en España, en Portugal y en toda Europa, lleva una burocracia que incluye compulsar todo tipo de documentos; traducir oficialmente programas y títulos; pagar al traductor; pagar tasas específicas, según cada título; obtener certificaciones académicas especiales; acreditar la competencia lingüística en la lengua del país; rellenar y presentar correctamente las solicitudes pertinentes; no equivocarse en nada, y esperar, esperar mucho; uno; dos; tres años, incluso.

Tenemos una Unión Europea (“UE”) que aporta muy poco en este aspecto. La burocracia dificulta enormemente la posibilidad real de realizar estudios; continuarlos, o ejercer una profesión en otro país miembro en igualdad de oportunidades con los nacionales. Sólo quien se ha tenido que enfrentar a este proceso sabe de la dificultad que genera; las expectativas que trunca, y la frustración que provoca.

Pongamos ejemplos cercanos entre España y Portugal. En Portugal, se oferta la «licenciatura de estudios portugueses y españoles». Estos estudios van destinados a formar expertos; en lengua; literatura, y cultura portuguesa y española. Quien realiza esta licenciatura está capacitado para ser profesor de ambas lenguas. Sin embargo, cuando un licenciado luso pretende venir a España a ejercer de profesor de portugués (¿quién mejor?), ha de pasar todo el procedimiento de homologación. ¡Tiene que encargar traducir el título!, y pagar por ello, y el largo etcétera de rigor.

Otro ejemplo, que he vivido durante años. En España, tenemos un título de formación profesional superior denominado «animación sociocultural». En Portugal, estos estudios son una licenciatura. Si un profesional español; con su título, con experiencia, quizá en una localidad fronteriza, quiere ejercer en Portugal, le será imposible. Si extrapolamos esto a toda Europa podemos imaginarnos que casi siempre es muy complicado (el trámite), y los ciudadanos que cambian de país pasan por un tortuoso proceso.

Europa, se atranca en la burocracia, que no es, sino, un reflejo de la desconfianza entre los Estados. Pero, ante estas realidades, debemos intentar ofrecer soluciones. En una UE con tantos países, lo que no se puede hacer por los 27 Estados, quizá se deba hacer por 2; por 3, o por los que se puedan sumar. En este tipo de asuntos, España y Portugal podrían ser ejemplo para otros países, y para toda Europa. La convergencia debe seguir avanzando.

Desde el movimiento iberista estamos proponiendo una solución radical a este tema de las equiparaciones académicas: un sistema educativo con una estructura y unos títulos académicos iguales, con validez automática en ambos Estados. No es una cuestión que deba ser complicada. En nuestros países, las necesidades de formación son similares. Es perfectamente posible, y hasta sencillo, si nos libramos de la burocracia; establecer un catálogo de títulos académicos común.

Tenemos que entender, también, que la responsabilidad de estas cuestiones no es sólo de los gobernantes; la sociedad civil tiene que empujar más, organizarse mejor, responsabilizarse y comprometerse.

En el ámbito ibérico, son las cumbres de ambos gobiernos, de celebración anual, donde se pueden establecer bases y alcanzar los acuerdos necesarios. En ese contexto, EL TRAPEZIO ha convocado el primer Foro Ibérico Cívico, a celebrarse durante la Cumbre de este año que, previsiblemente, se realizará durante el verano, en la ciudad de Guarda (Portugal).

La primera reunión preparatoria se ha realizado este mismo sábado, 30 de mayo. Es de esperar, previo debate y consenso entre los diferentes grupos, que se haga llegar a los gobiernos una propuesta concreta, en el sentido apuntado.

Cabe recordar que, en 2015, los actuales presidentes del Gobierno español y portugués, cuando estaban, ambos, en la oposición, firmaron un documento llamado «Profundizar en la integración y cooperación ibérica»; en el que se plantea, textualmente, el «Reconocimiento mutuo de cualificaciones académicas y profesionales para dinamizar y aumentar la movilidad en el mercado de trabajo». El 2015 queda lejano, y poco o nada, se ha avanzado.

La educación; los títulos académicos y profesionales, son la mejor, y muchas veces, la única herramienta con la que cuentan las personas para su desarrollo personal y profesional; siendo, también, la garantía de la igualdad de oportunidades entre los ciudadanos. Este es un asunto de la mayor importancia.

Pablo Castro Abad es editor-adjunto de EL TRAPEZIO y licenciado en Ciencias del Trabajo

 

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