La pobreza y el coronavirus

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En un período en el que la lucha contra el coronavirus ha comenzado a desacelerarse, y en el que la mayoría de los países de Europa está poniendo en práctica sus planes de desconfinamiento (Portugal entrará en la tercera fase el 1 de junio), ha llegado el momento de dejar un poco de lado la cuestión de la salud y de centrarnos más en lo social. Las medidas de confinamiento han ayudado a que no tuviéramos tanta gente en cuidados intensivos y que nuestro Servicio Nacional de Salud haya conseguido combatir a este enemigo silencioso; pero, la verdad, es que no todos han podido tener el «lujo» de vivir los últimos dos meses y medio en casa, y este artículo es para ellos.

Es para aquellos hombres y mujeres que siguen, incluso con mascarilla, tomando el autobús de madrugada para ganar el miserable salario mínimo portugués (esto, en el mejor de los casos), ya que no pueden quedarse en casa pues, como dice el eslogan, «el país tiene que andar»; y si no trabajan, no comen. Por desgracia, la pobreza oculta ha ido en aumento, y ahora, los distintos tipos de ayuda alimentaria, ya no son sólo para personas sin hogar que viven en el umbral de la pobreza (una de cada tres personas es pobre). Varias familias de clase media, que por ser trabajadores autónomos han visto disminuir o, simplemente, se han quedado sin trabajo, se han visto obligadas a solicitar la ayuda del Banco Alimentar Contra a Fome (Banco Alimentario Contra el Hambre).

Esta institución, que hace recogidas dos veces al año, está llevando a cabo, hasta el final del mes de mayo, la campaña online «Alimente esta ideia.pt» y «Ajuda Vale». Dado que los voluntarios no pueden estar en sus lugares habituales de recogida en la entrada de los supermercados, la ayuda se gestionará a través de cajas de donativos por internet. Todo vale para ayudar a aquellos que más lo necesitan en este período; siendo los más vulnerables en esta situación de enfermedad en la que nos encontramos, y en donde las situaciones sanitarias son un factor importantísimo que ha contribuido a ralentizar los contagios.

Con 31.946 infectados a nivel nacional, la situación de Lisboa y del Valle del Tajo (región donde me encuentro) son las que más preocupan, con dos focos; uno en la zona industrial de Azambuja, y otro en el barrio de Jamaica, conocido por los portugueses por otras circunstancias en las que se demostró que los guetos en Portugal todavía existen, y están a las puertas de Lisboa. Sobre el aumento del número de casos en esta región, hay varias causas posibles, en donde aprovecho para destacar las pausas del trabajo no reguladas; las carreras a las playas (en las que hay, incluso, hacinamiento); una gran densidad de población (donde podemos encontrar casi tres millones de personas), y la pobreza.

Cabe destacar, la pobreza. Sólo en la ciudad de Lisboa tenemos diez barrios sociales, y muchos más esparcidos por el país. Estas zonas, al igual que las residencias de ancianos, deberían ser objeto de un trato especial. Si miramos el ejemplo de otros países, y aquí no consigo dejar de pensar en las favelas brasileñas, en donde la enfermedad se propaga sin que haya nadie capaz de controlarla, los más pobres tienen difícil acceder a una protección eficaz. Son personas que, a menudo, se concentran en espacios pequeños con condiciones precarias. Cuando apenas tenemos dinero para comer, comprar alcohol desinfectante o una caja de mascarillas a 20 euros se hace muy difícil.

La pobreza hace que el número de casos sea mayor y, de ahora en adelante, tendremos un aumento, tanto de las causas de la enfermedad, como de la pobreza; uno de los grandes males de nuestro siglo que, por desgracia, después de esta pandemia, va a crecer. En estos planes de recuperación económica que todos los gobiernos han empezado a esbozar, las empresas y el sector económico son importantísimos, pero este «coche» sólo volverá a andar con la fuerza de un pueblo.

 

Andreia Rodrigues es licenciada en periodismo por la Escuela Superior de Comunicación Social de Lisboa (ESCS) y es una apasionada de todas las formas de comunicación. Contar nuevas historias y descubrir nuevas culturas es algo en lo que trabaja todos los días

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