El Iberismo crece

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El Sr. Alcalde de Oporto ha realizado unas cortas y ambiguas declaraciones sobre la necesidad de una unión ibérica.

Cuando comenzaron los primeros intentos de debate sobre Iberismo en las redes, hace aproximadamente una década, y en Portugal y España la creación del Movimento Partido Ibérico (mPI) y Partido Ibérico (íber), hablar de esa necesidad de unión y sus posibles ventajas era manía de visionarios retrógrados anclados en un pasado inexistente, de traidores a sus sacrosantas banderas y tradiciones, de nacionalistas españoles o antieuropeos y, sobre todo, seres fuera de una realidad geopolítica consolidada y con existencia propia y de futuro asegurado.

Pero esa confrontación unión-desunión, no es solo lucha de fuerzas opuestas dentro de la Península Ibérica. La historia de los pueblos y de las sociedades buscando cómo sobrevivir mejor, como competir, unido a la ambición por tener más dominio como elemento imprescindible para tener más poder y riquezas, es la historia las tendencias centrífugas y centrípetas que han dado lugar a imperios, naciones, culturas, identidades, etc.

En una entrevista al expresidente de Brasil, Lula da Silva, que se va a emitir esta noche o mañana en La Sexta, se le pregunta por el problema catalán y responde, no puedo reproducir la frase porque no estoy autorizado, pero viene a decir que Cataluña se quiere ir porque es una región más rica y todos los ricos se quieren separar de los pobres y dice lindezas de España: «país pequeño, bonito…» Un poco incrédulo de que siendo lo bueno que somos queramos destrozarlo.

Podía haber dicho, puesto que es sindicalista, que los más interesados en la unión son los trabajadores, que son los que necesitan la fuerza de la unión y el ser cuantos más, mejor, para conseguir mejoras salariales y sociales.

Pero volviendo al alcalde de Oporto, la posible unión peninsular es una aspiración harto complicada aunque estemos dentro de la Unión Europea, o quizá porque estemos dentro.

En primer lugar, ha de haber una aceptación muy mayoritaria en ambos países, que se puede medir perfectamente. Si ese deseo colectivo fuese fruto de un debate profundo y decidido, lo siguiente sería nombrar una Comisión que decidiría qué asuntos deberían comenzar a estudiarse, ninguno que implique paralización o enorme dificultad, estrategias, metodologías y plazos… Como mínimo sería necesaria una década para llegar a Comisiones de trabajo con el suficiente conocimiento de cada realidad.

Paralelamente, pues la forma de Estado no debería plantearse al principio, nada de lo que se haga al principio debe herir a nadie, el presidente de la República Portuguesa y el rey de España deberían formar una bicefalia hasta tanto se consensuara una nueva Constitución, y trabajar en común, dando ejemplo a la ciudadanía de que la unión es posible.

Otro tanto les correspondería a los dos jefes de Gobierno, a sus respectivos ministerios, a los parlamentos y partidos de la oposición.

La unión peninsular exige mucha solidaridad y algunas renuncias. En principio, la organización del Estado portugués y el Estado de las Autonomías español no debería tocarse. Si en el debate se pusieran reivindicaciones de más nacionalismos españoles nunca habría acuerdo, la unión sería imposible. Portugal nunca aceptaría someterse a un debate de nacionalismos ibéricos, o se hace de forma sencilla y sin complicaciones o no aceptará.

Estamos ante una necesidad, ante una posibilidad histórica que marcaría un nuevo tiempo, ante la posibilidad de recuperar en un proyecto a toda la Comunidad Íber (Comunidad de países de lengua portuguesa y española). Sería un proyecto de consecuencias impresionantes, favorecedoras y garantistas de un futuro más seguro.

 

D. Casimiro Sánchez Calderón es presidente de honor del Partido Ibérico Íber y concejal-portavoz del Grupo Municipal Íber en el Excmo. Ayuntamiento de Puertollano.

 

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