Es imprescindible un plan ibérico para salvar un verano sin británicos

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La incerteza, la inseguridad en materia de salud, los vaivenes coyunturales, la variedad inestable o la inconstancia en los intereses políticos, provocan el marco de mayor riesgo para la industria turística. Todo pronóstico es alterado, toda previsión resulta imposible. El último ejemplo de lo dicho viene representada por la decisión del Reino Unido de cerrar sus fronteras ante, dicen, “la dinámica de la variante india del coronavirus”. En el camino se quedan las expectativas de millones de turistas británicos dispuestos a pasar su verano en España, Italia, Grecia o Portugal -uno de los destinos previamente determinados como seguros por el Gobierno de Boris Johnson-. Dicho de otra forma, Reino Unido no permitirá a sus viajeros visitar ninguno de los grandes destinos de veraneo en las dos próximas semanas, y la siguiente revisión está prevista para el 21 de junio.

Y así no hay medidas, ni exigencias, ni estrategias, ni pasaportes Covid, ni divisas para unas economías muy tocadas, que no pueden sostenerse al albur de las variaciones. Los turoperadores y las agencias de viajes no son quien de planificar la temporada ni asegurar destinos, las líneas aéreas no pueden anular y restablecer vuelos, los establecimientos hoteleros no encuentran cómo contratar y descontratar personal de forma permanente, etc. Los gobiernos dejarán de recibir miles de millones en impuestos directos e indirectos.

Portugal estuvo a punto de convertirse en el destino más beneficiado por las prevenciones británicas hasta hace dos semanas. Las reservas se habían incrementado tras la decisión del Reino Unido de mantener a España en color ámbar y negarse los ingleses a establecer un corredor con las Islas Canarias y Baleares. Desgraciadamente, la última decisión anula también las expectativas lusas.

La prudencia es aconsejable y nadie cuestiona la necesidad de mantenerla en todos los órdenes, especialmente en el sanitario. Pero se evidencia una necesidad inquebrantable: Portugal y España tienen que establecer un Plan Ibérico para el turismo que permita interactuar entre los dos países y reclamar ayudas europeas, solo así algunos destinos y establecimientos podrán soportar una campaña estival que de momento no contará con visitantes británicos en la Península y en las Islas.

 

Alberto Barciela – Periodista. Miembro de la Mesa de Turismo de España.

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