En los últimos años, cuando se acerca el 10 de junio y en mi región, Extremadura, se celebra el Día de Portugal, aprovecho para sumergirme en alguna lectura que bucee en el inmenso océano de temas que son comunes a ambos lados de frontera. Pero esta vez no he sido original y he optado por volver a la figura eterna de José Saramago, tantas veces releído y re-admirado. Su biografía nunca se acaba, ni literaria ni intelectualmente, ya que las reflexiones que suscitan el estudio de su vida y la reflexión de su obra siempre pueden ser enriquecidas con interpretaciones de actualidad social, política y cultural de su tan amada Iberia.
En éstas, el contexto general de crisis pandémica, las consecuencias simbólicas de haber tenido cerrada la Raya durante mucho tiempo, las pésimas comunicaciones ferroviarias del territorio extremeño-alentejano, el proyecto común de candidatura ibérica al Mundial de 2030, etc., son circunstancias actuales que no pasan desapercibidas cuando se está inmiscuido en La balsa de piedra. Incluso circunstancias particulares como puede ser la de colaborar con EL TRAPEZIO añaden puntos de vista ibéricamente renovados y readaptan el filtro de la lectura del escritor portugués. De todo ello se derivan preguntas: ¿Estamos tan lejos de la época de los contrabandistas de la Raya? ¿Queremos que Alentejo y Extremadura dejen de ser los patios traseros de Portugal y España? ¿El espectáculo futbolístico es lo único capaz de aunar fuerzas? ¿Cuánto tiempo tardará en arraigar el “nuevo iberismo”?
Al mismo tiempo, me cuestiono si existe una personalidad más adecuada que la de José Saramago sobre la que construir el nuevo edificio cultural ibérico. Vinculado a Portugal por natura, a España por ventura y a un olivo de su Azinhaga trasladado a Lisboa y bajo esparcida tierra de Lanzarote, por sepultura. Iberista reconocido y Premio Nobel de Literatura, fue y es uno de los escritores que mayor simpatía despierta entre quienes conocen su figura histórica, ya sean portugueses, ya españoles. Hijo notabilísimo, pues, de Iberia, quiso ahondar en sus raíces. Como reza su epitafio: Mas não subiu para as estrelas, se à terra pertencia.
El 18 de junio se cumplen once años de su fallecimiento y no ha de pasar inadvertido su recuerdo. Es más, creemos que este día habría de establecerse como Día de Iberia por cuanto Saramago significa para la cultura y la fraternidad de los países ibéricos. Necesitamos gigantes sobre cuyos hombros erigirnos para enfrentar los retos del futuro común, y el insigne escritor portugués lo es. Por ello, cada aniversario de su muerte no debe restringirse a la conmemoración de su obra literaria universal sino ampliarse a todas las esferas del hermanamiento ibérico. Ojalá estemos ante el inicio de un nuevo tiempo en común para Portugal y España, unos felices años 20 del siglo XXI en que la luz de Saramago irradie a todos los rincones peninsulares. ¡Qué cada 18 de junio se celebre el Día de Iberia!
Juan Rebollo Bote