El iberismo nació en los albores del siglo XIX. Del lado español, como oposición liberal y modernizadora al absolutismo; y, del lado portugués, como movimiento para compensar la pérdida de Brasil y la consiguiente pérdida de relevancia internacional. Ambos movimientos formaron parte de las revoluciones liberales y nacionalistas que, en países como Alemania e Italia, condujeron a la reunificación de diversos territorios para constituir un Estado de mayor tamaño, con mejor capacidad para atender las necesidades de sus ciudadanos, y con más influencia en el mundo.
Resulta patente que el iberismo no obtuvo los éxitos de Alemania e Italia. Sin embargo, ha resultado ser un movimiento tenaz. La doctrina que propugna la unión política, o una especial relación sociopolítica entre España y Portugal, tal y como la define la Real Academia Española, sigue vigente en el siglo XXI.
En la breve historia del iberismo, que Pablo González ha condensado en un artículo de EL TRAPEZIO, puede consultarse la evolución y los principales hitos alcanzados por este particular movimiento. Un movimiento que, a estas alturas del siglo XXI, está en un momento de crecimiento y consolidación doctrinal.
En el plano ideológico, el iberismo del siglo XXI se plantea como objetivo principal el establecimiento de una relación especial entre España y Portugal, dentro del seno de la Unión Europea.
La base conceptual es la asumida por las principales organizaciones iberistas, mediante la Declaración de Lisboa, presentada en octubre de 2016 por el Partido Ibérico-Íber y el Movimento Partido Ibérico, al que posteriormente nos sumamos la Plataforma por la Federación Ibérica de España y Portugal.
La Declaración de Lisboa propone dos objetivos principales:
-Alcanzar una confederación entre los países ibéricos, reivindicando un iberismo sensato, plural y solidario, que gire en torno a la Declaración Universal de los Derechos humanos y el contrato social de un Estado de Bienestar justo.
-La articulación intergubernamental de la iberofonía, como Comunidad Iberófona de Naciones.
Desde el 2016, el escenario ha sufrido variaciones; ha evolucionado. De alguna manera, la propuesta confederal ha confluido con una realidad basada en la cooperación avanzada, con una fuerte influencia de la cooperación transfronteriza.
En cierta medida, el objetivo confederal está comenzando a concretarse y a llenarse de contenido.
El movimiento iberista también ha dado un paso importante al agruparse en torno al Foro Cívico Ibérico, ideado como un lugar de encuentro para el diálogo, el debate y la reivindicación. Una escuela de pensamiento que se articula como un comité cívico de seguimiento de los compromisos de las cumbres hispano-lusas. Con una composición plural, en sus encuentros han participado las entidades iberistas más destacadas; dirigentes de eurociudades; políticos; promotores de la difusión conjunta de las lenguas española y portuguesa; iberoamericanistas; defensores del folclore ibérico; empresarios; ecologistas…
El Foro Cívico realizó su primer acto público con la lectura pública de un manifiesto durante la XXXI Cumbre Ibérica, celebrada el mes de octubre de 2020 en la ciudad de Guarda.
El manifiesto vino a reclamar a los Gobiernos de España y Portugal, tres aspectos fundamentales:
-Una institución permanente bilateral, reconocida en un tratado entre ambos Estados, para desarrollar una gobernanza ibérica, multinivel y participativa.
-Un órgano de coordinación política a nivel ministerial.
-Un plan de inversiones de calidad en la «Raya».
El Foro también ha declarado su apoyo a la Estrategia Común de Desarrollo Transfronterizo, y a la declaración conjunta realizada por ambos Gobiernos en la Cumbre. Además, ya ha realizado diversas peticiones a los Gobiernos de España y Portugal; teniendo por finalidad convertirse en interlocutor de la sociedad civil en las relaciones entre los Estados ibéricos.
Como se puede observar, este nuevo impulso del movimiento iberista recoge la idea confederal; esa relación especial entre España y Portugal que forma parte de la definición del término iberismo, pero ya con un mayor nivel de detalle y enmarcado en los actuales mecanismos que los Gobiernos ibéricos tienen desarrollados. Porque podemos decir que los Gobiernos ibéricos han recogido una parte de las reivindicaciones planteadas desde el iberismo contemporáneo.
Cuatro compromisos alcanzados por los Gobiernos de Portugal y España, ya en fase de desarrollo, suponen un espaldarazo a una cooperación estratégica de características confederales. Y estos son los siguientes:
-Mecanismo de seguimiento, a nivel político, de los acuerdos de las cumbres ibéricas, pactado en la declaración conjunta de los Gobiernos, y ya puesto en marcha en la primera reunión bilateral celebrada el 4 de diciembre en Lisboa, y presidida por los secretarios de Estado de Asuntos Europeos.
-La Estrategia Común de Desarrollo transfronterizo, que establece cinco ejes: movilidad, seguridad; infraestructuras; gestión conjunta de servicios de salud, educación y área social; desarrollo económico e innovación territorial; cultura, medio ambiente, energía y centros urbanos.
-Nuevo «Tratado de Amistad y Cooperación», que refleje la relación estratégica existente entre los países ibéricos.
-Reunión anual entre los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa, que marque un diálogo político bilateral estrecho en estas áreas estratégicas.
De todo lo expuesto, podemos concluir que el iberismo del siglo XXI está en marcha; configurando su actuación en las políticas de cooperación estratégica dentro del marco de la Unión Europea, y con una sociedad civil que empuja y vigila la actuación de los Gobiernos.
Los próximos pasos de las entidades del Foro Cívico Ibérico irán encaminadas a seguir exigiendo los cumplimientos de los acuerdos y a lograr una interlocución directa con los responsables públicos. Especialmente importante serán las aportaciones que se puedan hacer en el previsto nuevo «Acuerdo de Amistad y Cooperación».
El siglo XXI, de una manera progresiva, tiene todos los visos de convertir la utopía de Iberia en una realidad.
Pablo Castro Abad