Mi idioma

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Hoy es el Día Mundial de la Lengua Portuguesa y me piden que hable de mi idioma. Sin embargo, hablar de “mi idioma” es una expresión corta, tacaña; pero aún no me critiques, permíteme defender mi tesis.

Comencemos con un viaje en el tiempo, viajamos al nacimiento de la lengua portuguesa.

En 1297, con la firma del Tratado de Alcanizes, se definen las fronteras de Portugal, pero antes, en 1290, Don Dinis ya había legitimado la lengua portuguesa como lengua oficial del Reino. La lengua portuguesa precede al Portugal que todos conocemos.

Los primeros documentos de «habla portugués» se remontan al siglo X, pero tenemos que esperar hasta el Renacimiento para que los «hablares» europeos se asuman como lenguas y, en consecuencia, símbolos de identidad nacional.  Luego nacen los discursos hagiográficos de la lengua nacional, Nebrija defiende la altiva habla castellano y Fernández de Oliveira, Barros, António Ferreira el discurso portugués.

Seríamos ingenuos si no fuéramos conscientes de que el lenguaje es identidad y la disculpa de un idioma no deja de traducirse en un sentido de identidad.

La identidad crece en contraste con el otro y con la lengua ocurre lo mismo, esta es mi lengua y esta es la tuya. No es mi caso, tengo como lengua materna una lengua plural e internacional y eso me llena de orgullo. El lenguaje es el medio que permite la comunicación, pero también es la expresión de la diferencia. El portugués es mi lengua y soy consciente de que es el medio de comunicación entre pueblos ancestrales, regiones distantes, fronteras remotas, territorios que no conozco, pero también es una expresión de la identidad de todos los que la utilizan.

El idioma portugués, como cualquier lengua viva, está en mutación perpetua. Es un repertorio enriquecido por diversas culturas, es un patrimonio compuesto por diferentes identidades, es un espacio simbólico de identificación, es un legado colectivo en el que me inscribo.

«No se puede decir de ningún idioma que es una invención de las personas que lo hablan. Lo contrario sería más preciso. Ella es la que nos inventa. La lengua portuguesa es menos la lengua que hablan los portugueses, que la voz que habla el portugués. Como realidad actual es a la vez histórica, contingente, heredada, en transformación permanente y trans-histórica, prácticamente atemporal”. Tomé prestadas las palabras anteriormente del ilustre pensador Eduardo Lourenço (el profesor emérito internacionalmente reconocido de la Universidad de Niza) para señalar que la lengua portuguesa es el resultado de una amalgama de confluencias, en su interior siguen existiendo rastros de lenguas antiguas, la matriz greco-latina y la influencia árabe, pero trasciende su origen y también cultiva una nueva realidad. La lengua portuguesa fue una vez un discurso rústico de una región remota, quiso el azar y la historia que se convirtiera en una gran lengua internacional y aspirara a ser una lengua intercultural.

Hace mucho tiempo trascendí mi portugalidad y acepté la lusofonía como espacio de diversas culturas que se expresan en una lengua común. Esta pluralidad de la lengua portuguesa es el don de la singularidad. El idioma portugués es mío. No te poseo, pero te mereces mi militancia.

 

Ana Cristina Mendes Faria es profesora de portugués.

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