Lo paradójico de la península ibérica, es que a su fabulosa singularidad le acompaña una increíble diversidad. Es un fenómeno particular, determinado por la geografía y la historia; que acaba teniendo su reflejo en los grupos humanos, también singulares en relación a otros, sin perder su variedad.
Pero… ¿qué nos une y qué nos diferencia? Se han publicado muchos artículos y algún libro. El titulado «De España, ni buenos vientos, ni buenos casamientos» escrito en 2012 por la periodista Virginia López, corresponsal en Lisboa, recoge el muy conocido refrán portugués, y trata de desmontar muchos prejuicios. Su comienzo es potente, provocador: «Portugal solo existe porque nació como un regalo de bodas para una bastarda castellana, y eso en una época en la que todavía no se habían inventado las listas de bodas de El Corte Inglés».
Los artículos publicados hasta la fecha, generalmente aportan opiniones de intelectuales, artistas, empresarios o deportistas famosos. Nosotros desde EL TRAPEZIO tenemos una fuente de información más directa y diaria. Se trata de un grupo en redes sociales donde comparten noticias y opiniones más de 5000 personas, un 50% de portugueses y 50% de españoles de toda condición, desde hace ya tres años: escribiendo cada cual en su idioma y entendiéndose perfectamente.
En estos años hemos podido recoger todo tipo de puntos de vista, desde quienes observan principalmente las semejanzas, hasta quienes ponen el acento en unas diferencias «insalvables».
Un joven portugués, estudiante de derecho, veterano en estos grupos, exponía: «Percibo, y no es difícil, que Portugal y España son prácticamente una misma Nación. Veamos: una Nación divide una lengua, costumbres, tradiciones, origen étnico, religión, historia, clima. El portugués y el castellano son prácticamente iguales morfológicamente. Pocas palabras son diferentes y la mayoría sino son iguales, son muy parecidas. Ídem en cuanto a la construcción sintáctica. Tenemos costumbres y tradiciones iguales o muy semejantes. Étnicamente somos un mismo pueblo. Históricamente, Portugal viene del Reino de León, no hay mucho que añadir. La frontera es una atrocidad, una raya ilusoria e ilegítima».
En sentido contrario una mujer, que ejerce como trabajadora social en España, pero nacida y criada en Portugal dice: «Somos totalmente diferentes, los portugueses tenemos mejor educación, no levantamos la voz continuamente, tenemos modales y no soportamos la actitud de “brutamontes” de los españoles, en nuestra historia siempre hemos vencido a los invasores castellanos. Nos secan y ensucian los ríos, y ponen una central nuclear cerca de la frontera. Vivo y trabajo en España y por tanto tengo que estar agradecida, aquí hay mejor nivel de vida, pero la historia nos enseñó a desconfiar de los españoles».
Un historiador de Zamora relataba en relación al carácter: «Los portugueses son suaves, comedidos, parecen acompañados de una ligera tristeza, respetan bastante, son discretos. Los españoles somos más alegres, extrovertidos, violentos, somos más positivos, tenemos un orgullo enorme (pensamos que en la tierra no somos inferiores a nadie, como mínimo iguales). En cuanto a familia, relación con la tierra, creo que hay más parecidos».
Un madrileño profesor de música se mostraba conciliador: «Españoles y portugueses somos parte de la misma península, hay diferencias, pero yo diría que son diferencias de alcance regional. Los españoles tenemos problemas con los idiomas, y los portugueses al contrario, por ejemplo. A ellos les gusta la tranquilidad y en España nos gusta el cachondeo. Pero … compartimos los fuertes vínculos familiares, tradiciones como la máscara ibérica, el vino albariño, la sangría, y hasta el gazpacho. Creo que España y Portugal se parecen tanto que a veces cuesta reconocerlo, y desde luego es el país con el que más cosas compartimos, 1200 Kilómetros de frontera, sin apenas accidentes geográficos».
Podríamos seguir porque las opiniones han sido centenares, lo que demuestra el mutuo interés.
Reflexionando sobre todo lo leído, escuchado, aprendido, durante todos estos años, mi opinión se basa en que España y Portugal pueden considerarse “un todo en casi todo”, menos en los aspectos políticos. Durante siglos las luchas de poder nos separaron y marcaron una frontera, notoriamente artificial, pero que con el transcurrir del tiempo acabó generando una división real en las sociedades y en las mentalidades.
Por lo tanto, la idea de Iberia es una idea de recuperación y de introspección. Iberia, en definitiva, es el orden natural de las cosas, como decía Teófilo Braga, primer presidente de la República portuguesa.
Pablo Castro Abad es editor-adjunto de EL TRAPEZIO y licenciado en Ciencias del Trabajo