El aplazamiento de la Cumbre Ibérica, que iba a celebrarse el 2 de octubre en Guarda, puede convertirse en una mala noticia si ambos Gobiernos no aprovechan el traspiés para dar más prioridad a la agenda ibérica. Esperemos que haya un anuncio inmediato de nueva fecha o, incluso mejor, que se anuncie la entrada en vigor de la Estrategia Común de Desarrollo Transfronterizo sin necesidad de ceremonias. No obstante, el simbolismo tiene su importancia, siempre que vaya acompañado de la acción, cosa que no ha sido la norma. Desde la administración española, que tardó en reaccionar ante las informaciones del aplazamiento de la Cumbre que empezaron a circular desde periódicos locales de Guarda, se reafirma que la nueva fecha será inmediata y que el documento se aprobará con la firma de los dos jefes de Gobierno.
El silencio de ambos Gobiernos ha despertado cierta inquietud entre la sociedad civil de Guarda, que ya sufrió un retraso, y entre los participantes del Foro Cívico Ibérico. Ninguna autoridad se ha pronunciado sobre la fecha ni siquiera con plazos orientativos (durante el otoño o durante el mes tal o antes del fin de año). No necesariamente tiene que ser malo ese silencio porque puede significar que están buscando una fecha concreta. Sin embargo, ya han pasado casi tres días desde la cancelación. Desde mi punto de vista, hace falta un gesto para señalar que la Cumbre Ibérica no es una reunión secundaria. Es necesario reparar el daño y dejar claro que no se trata de una reunión bilateral más. La Cumbre Ibérica tiene que ser considerada como una institución histórica a preservar entre países hermanos y soberanos. Nació en 1983 y ya ha celebrado 30 ediciones.
Desde la sociedad civil, el Foro Cívico Ibérico ([email protected]) se va a reunir este sábado de modo online, donde se desarrollarán ponencias e intervenciones, y, sin duda, habrá referencias y visiones sobre lo que significa este aplazamiento y lo que afecta a las actividades presenciales que tenía programadas el Foro Cívico en Guarda en paralelo a la Cumbre pospuesta.
Guarda tenía todo listo, con sus acciones políticas para beneficiar a su territorio. Los encuentros bilaterales entre ministros ibéricos se iban a realizar en el Centro de Estudios Ibéricos, la Biblioteca Municipal Eduardo Lourenço y el Teatro Municipal, así como la rueda de prensa iba a acontecer en la Alameda de Santo André.
Existe una alta expectativa por la Cumbre porque España y Portugal crearán “un órgano de coordinación de políticas”, que se reunirá “periódicamente a nivel de ministro o secretario de Estado”. Desde el otro lado de la Raya, los grupos parlamentarios de las Cortes de Castilla y León han coincidido en que es necesario que las administraciones deben mirar más hacia La Raya como fuente de cooperación y desarrollo económico y social.
Sería una ilusión iberista pensar en la posiblidad de una solución ágil diplomática, aunque sea breve, de adelantar (o posponer) un día la Cumbre Ibérica al Consejo Europeo, pero sí sería razonable aprovechar el tropiezo para dar a la Cumbre más contenido, más acción y más simbolismo. Es cierto que el motivo de la cancelación tiene peso: se trata de un Consejo Europeo extraordinario clave, reunión que tendrá consecuencias en el contenido también para la Cumbre Ibérica.
Existe el temor de que el empeoramiento gradual y progresivo de la situación epidemiológica suponga un obstáculo en un aplazamiento para las próximas semanas o el próximo mes. El silencio tal vez signifique la dificultad de ponerse de acuerdo en el día y en un nuevo formato. Sabemos que hacer coincidir las agendas de los jefes de Gobierno y los ministros no es tarea fácil, pero también supone una prueba a nuestros gobernantes sobre el nivel de importancia que le dan a las relaciones bilaterales ibéricas: ¿Son estratégicas o protocolarias? Lo veremos próximamente.
Pablo González Velasco