Un garaje, un libro y una deuda sentimental com un arquitecto olvidado han proporcionado en la ciudad de Oporto una indédita iniciativa cultural de un curso marcado por la pandemia y que ha permitido proyectar también la memoria del que fue un referente del periodismo portugués durante más de un siglo, el añorado y desaparecido “Comércio do Porto”.
Como no es habitual presentar un libro en un garaje ni es frecuente pagar deudas históricas con amplios consensos, la mezcla lograda en Oporto ha confirmado la disponibilidad de la Ciudad Invicta para nuevas experiencias culturales.
El libro de Ana Alves Costa recoge el legado del arquitecto portuense Rogério de Azevedo y en su portada destaca el Garagem Comércio do Porto, inaugurado en 1930. Se trata de la obra emblemática del referido arquitecto, considerada el símbolo del modernismo en la segunda ciudad de Portugal.
Este célebre garaje, classificado como Monumento de Interés Público, está situado en las traseras del edificio que albergó la redacción y las viejas rotativas del que era considerado por algunos periodistas locales como la cabecera de las grandes causas del Norte de Portugal.
Fue construido a finales de la década de los años veinte del siglo pasado por encargo del profesor Bento Carqueja, visionario heredero de los fundadores del “Comércio do Porto”. El reto lo aceptó el joven y desconocido arquitecto Rogério de Azevedo, el mismo que había proyectado el edifício del periódico en plena Avenida dos Aliados.
Cuentan algunos descendientes de Bento Carqueja que Rogério de Azevedo debió permanecer un mes en la cama después de entregar el proyecto que se convertiría con el tiempo en símbolo de una época pletórica para el desarrollo económico de la ciudad. Era consciente de haber engendrado un edifício para la historia.
El libro, impulsado por la Fundação Marques de Almeida, es la tesis doctoral que detalla la obra del arquitecto y fue el pretexto para rescatarle de un cierto ostracismo, pero al que hoy todos reconocen su talento y no escatiman elogios a la iniciativa de prestarle un homenaje como el que ha impulsado la compañía de origen barcelonés SABA, responsable de la gestión del garaje, seguramente el estacionamento mas singular y popular de la ciudad de Oporto.
El homenaje al arquitecto permitió transformar por un dia el célebre párking en un escenario de película con el regreso de los Rolls Royce que lo habían frecuentado en los inícios de su actividad. Los más románticos echaron en falta los fotogramas de las películas que rodó en el garaje el gran cineasta de Oporto, Manuel de Oliveira, hoy conservados en el complejo de la Fundação Serralves.
El acto mereció la presencia del presidente de la Câmara Municipal do Porto, Rui Moreira, del presidente de la influyente Associação Comercial do Porto, Nuno Botelho, y del representante de la Fundação La Caixa en Portugal, Artur Santos Silva.
Al evento se asociaron el Automóvel Clube de Portugal, que aportó el espectacular decorado formado por una colección de modelos de coches de los años 30, y el Museu da Cidade que adornó el garaje con imágenes antiguas del edifício y primeras páginas históricas del periódico.
Para encuadrar la ceremonia, el presidente de SABA, Salvador Alemany, acentuó el privilegio y la responsabilidad de administrar una obra de tanto valor patrimonial y con tanta carga sentimental, razón por la cual asumió el compromiso de preservar este símbolo de la ciudad en plena sintonía con las instituciones.
Para ilustrar sus reflexiones, Alemany evocó al escritor ampurdanés Josep Pla, que en sus memorias viajeras describió el Oporto de los años 60 como “un gran emporio comercial con una concentración automovilística notable”. A Pla le pareció hace más de medio siglo que “aparcar un coche en la abrupta orografía de Oporto fuera tan difícil como hacerlo en el centro de Roma o de París” .
A propósito de tan premonitorias impresiones, el moderador, el periodista Carlos Magno, llegó a sugerir que las palabras de Pla figurasen en la fachada del garaje, concretamente las referidas a que en Oporto “la sensación de movimento y de libertad que produce el coche, es complemento normal del sedentarismo del comercio”.
De momento, el edifício exhibe su potencia arquitectónica con renovada imagen, en la que reluce especialmente el luminoso vertical de sus orígenes con la palabra GARAGEM, sin más, la misma como la conocen en la ciudad desde hace casi un siglo.
En su interior, las nuevas conexiones eléctricas han suplantado las viejas mangueras de lavado, la rampa helicoidal permanece intacta y nadie quiere apagar de la memoria un garaje monumental que ya fue punto de encuentro para tertulias y escondite de manifestantes, pero que hoy sigue siendo puerto seguro para estacionar, al fin y al cabo, su verdadera vocación.