La victoria de Lula fortalece la democracia brasileña y recupera la alianza estratégica con España y Portugal

La importancia de la victoria de Lula para Portugal y España se ha demostrado con el apoyo explícito tanto del primer ministro portugués como del presidente del Gobierno español

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El candidato del Partido de los Trabajadores, Lula da Silva, ha vencido a Jair Bolsonaro en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil, con casi el 51% de los votos frente al 49%. Más de dos millones de votos de diferencia. Una jornada electoral donde la Policía de Tráfico ha intentado, con bloqueos en las carreteras, retrasar el voto de electores del Nordeste, región de fuerte simpatía por Lula. Tanto el Tribunal Supremo Electoral como el equipo de Lula han evitado responder a la provocación porque tenían confianza en que no iba a modificar decisivamente el resultado.

La importancia de la victoria de Lula para Portugal y España se ha demostrado con el apoyo explícito tanto del primer ministro portugués como del presidente del Gobierno español. En sendos vídeos, Pedro Sánchez y António Costa pidieron el voto para Lula da Silva. Ambos ya han reconocido por Twitter la victoria del brasileño. Era el único candidato que apostaba por recuperar las buenas relaciones con la península ibérica. Además, era el único candidato que pretende que Brasil vuelva a su liderazgo democrático y geopolítico internacional, fundamental -asimismo- para la convergencia de América Latina.

La toma de posesión de Lula será el 1 de enero. Hasta entonces tendrá que enfrentarse a posibles golpismos del presidente saliente. Las calles de Brasil se han llegado de alegría. Con esta victoria se cierra uno de los periodos más negativos para los brasileños, que ha estado marcado por el trumpismo, el negacionismo y el aislamiento internacional.

Balance y perspectiva de futuro

En estos cuatro años, Bolsonaro ninguneó a Marcelo Rebelo de Sousa e ignoró a la CPLP y la SEGIB. Les parecía poca cosa. Despreció abierta y efectivamente África y sus vecinos hispanoamericanos. Para completar el panorama del horror, si otros gobiernos brasileños han alimentado indirectamente al evangelismo, el gobierno de Bolsonaro ha sido el primero de romper con la tradición católica y laica de Brasil, dando rienda suelta a un populismo religioso neopentecostal basado en diezmar económicamente a los pobres.

España y Brasil, desde los tiempos de Lula y Aznar, establecieron una relación estratégica, que ya la tenía antes de facto por las multinacionales españolas que fueron a Brasil a partir de los noventa y que durante mucho tiempo fue la segunda inversión extranjera directa. El PT ha visto esa inversión extranjera en clave de desarrollismo, diversificación de inversores y alianza geoeconómica. Lula siempre ha mantenido un mejor entendimiento con la burguesía europea que con la norteamericana o la nacional, evitando retórica antinorteamericana y subrayando el proyecto nacional inclusivo de recuperación de los consensos de la Constitución de 1988.

El actual presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, cuando todavía era líder de la oposición, se manifestó por la libertad de Lula, así como -una vez que ya estaba en la Moncloa- recibió a Lula, Celso Amorim y Aloizio Mercadante. Esperemos que este gesto, y otros que habrá habido entre bambalinas, sirva para recuperar una relación estratégica. Hay que decir que hubo -durante el primer mandato de Dilma- algunas tiranteces por los controles migratorios en Barajas y la política de reciprocidad de Brasilia. Algo que acabó resolviéndose.

No todo se tiene que reducir a lo empresarial, o incluso a las buenas relaciones sindicales y partidarias hispanobrasileñas. De hecho, la diplomacia española tiene que defender a las empresas españolas, pero también las tiene que disciplinar si no tienen una actitud profesional y constructiva, porque una mala imagen de las empresas en Brasil, afecta a la imagen de España y los españoles. El balance neto de su imagen es positiva. El exembajador brasileño en España, Antonio Simões, decía hace unos años que faltaba una narrativa cultural en la relación España-Brasil. Una narrativa que he intentado alimentar con mi tesis sobre Gilberto Freyre, así como he insistido en una reciente entrevista con hispanistas brasileños. Desde EL TRAPEZIO hemos apoyado la idea del iberismo antropológico, como trasfondo del proyecto panibérico de la Iberofonía. El exsecretario de la OEI, el brasileño Paulo Speller, hombre del PT en el ámbito de la educación superior y el espacio iberoamericano, defensor de la Iberofonía, escribió en EL TRAPEZIO sobre la Integración internacional: UNILA y UNILAB, 10 años después y sobre UNIBER, integración y cooperación solidaria iberoafroamericana.

Lula siempre se llevó bien con la banca española, las multinacionales españolas, y con el conjunto de la sociedad civil española. Se mostró totalmente contrario al separatismo interno español, a diferencia de otros líderes hispanoamericanos. Lula siempre ha apoyado moderadamente al espacio iberoamericano y de forma entusiasta la integración latinoamericana (sin retorica revolucionaria o contra nadie). Celso Amorim, su cerebro en el Itamaraty, es favorable a organizar una reunión entre todos los países lengua portuguesa y española. Algo que ya, durante la Cumbre Iberoamericana de Salamanca, Lula veía con buenos ojos.

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