Mértola: un museo al aire libre

La arqueología y la belleza de Mértola atestiguan su antigüedad y la importancia que el pueblo tuvo durante siglos

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En la región del Bajo Alentejo, en lo alto de un espolón rocoso entre el río Oeiras y el río Guadiana, Mértola es una joya perdida en el tiempo donde los amantes de la historia, la naturaleza y la tranquilidad pueden hallar refugio. Localizado a unos 50 kilómetros de la capital de su provincia, Beja, pero a unos escasos 20 kilómetros de la frontera con Andalucía, el pueblo es, históricamente, uno de los más fascinantes de esta zona rayana.

Por su posicionamiento estratégico-defensivo y la navegabilidad del Guadiana hasta allí, Mértola fue durante muchos años un importante almacén comercial que conectaba con el mar, por lo que se le otorga la designación de ‘último puerto’ o de ‘puerto más occidental’ del Mediterráneo. Aquí llegaban productos de diferentes orígenes, desde el minero de S. Domingos y Aljustrel hasta los cereales de las tierras más fértiles de Beja. Una historia que encanta y sigue descubriéndose con la investigación en el local.

Un pueblo de todos y de nadie

La antigüedad de Mértola se destaca de muchas maneras, especialmente por los vestigios arqueológicos que comprueban la ocupación continua de este territorio desde hace cinco mil años. De íberos a fenicios, griegos y cartagineses, todos estaban interesados en controlar las rutas comerciales que por allí pasaban, incluso los romanos que allí fundaron su Myrtilis Iulia. Todavía hoy podemos identificar la presencia romana por el criptoportico, la torre Couraça (o del Escudo) o los restos de un puente y de calzada.

Después de los romanos vinieron suevos y visigodos, pero es en 711, con la llegada de los pueblos del norte de África liderados por Tarik, que Mértola reafirma su función comercial y fortalece todavía más su estatus político. La ciudad de Martulah crece en importancia y, en el siglo XI, llega a ser por un corto periodo la capital de un pequeño emirato islámico independiente, la taifa de Mértola. Los musulmanes estuvieron cinco siglos en este lugar, dejando vestigios tan importantes como los de un alcázar, conocido hoy como el Castillo tras las intervenciones en el siglo XIII, y una mezquita del siglo XII, hoy Iglesia Matriz, que es el símbolo más interesante de la villa conocida como ‘la más islámica de Portugal’.

En 1238, el comendador de la Orden de Santiago, Paio Peres Correia, conquista el pueblo para los cristianos bajo el reinado de Sancho II. Mértola es entonces donado a los Caballeros de Santiago y es sede nacional de la Orden hasta 1316, controlando un vasto territorio a su alrededor, pero perdiendo su importancia política y comercial. Más tarde, en 1512, el rey Manuel I otorga al pueblo su carta constitutiva y, en los siglos XVI y XVII, su puerto revive el brillo del pasado con la exportación de cereales para las ocupaciones portuguesas en África.

A finales del siglo XIX, con el hallazgo del depósito de minerales en el pequeño pueblo cercano de S. Domingos, ubicado en la Faja pirítica ibérica, Mértola ve una nueva era de prosperidad, marcada por un fuerte crecimiento demográfico. En ese sitio se alza un complejo minero con una red ferroviaria interna, un puerto, la primera central eléctrica de Alentejo, y hasta se construye una aldea desde cero para alojar a los trabajadores de las minas y sus familias. Sin embargo, la minería entra en declive en la década de 1960 y el municipio asiste a un éxodo masivo para Lisboa y el extranjero, perdiendo más del 50% de su población para no recuperarla después.

En los años 80, Mértola comenzó, a través de la arqueología, a descubrir y conocer mejor su pasado y a transformar este inmenso patrimonio en un factor de desarrollo económico, turístico y cultural. La fundación del Campo Arqueológico de Mértola en 1978 fue un momento clave en esta creciente valoración del pasado local, especialmente del pasado musulmán, cuya importancia es atestiguada por los hallazgos presentes en la colección del centro de arte islámico del Museo de Mértola, la tipología de las casas excavadas en el barrio de la Alcazaba y en el de la Ribera, o incluso en las mantas típicas del pueblo que aún conservan motivos decorativos con influencia islámica. Atributos que dan a Mértola el epíteto de ‘pueblo-museo’ y que justifican haber sido incluido, en 2016, en la lista indicativa de Portugal al Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Más allá de la historia, hay recuerdos que crear

Si nos adentramos en el municipio de Mértola, más allá de su pueblo histórico, podemos admirar el maravilloso paisaje del Parque Natural del Valle del Guadiana, con su preciosa fauna y flora, sus molinos y sus ermitas donde todavía hoy se realizan peregrinaciones. Sea para un paseo, un picnic, observar aves, pescar, cazar o realizar actividades náuticas, este es el sitio ideal para todos los gustos, de niños a mayores.

A sólo unos 18 kilómetros de Mértola, hay una conocida atracción turística para no saltarse (o quizás sí). La cascada Pulo do Lobo (Salto del Lobo), con unos 15 metros de altura, se trata de uno de los tramos más espléndidos del Guadiana, una parte tan estrecha que, según la leyenda, un lobo cazador puede cruzarla con un solo salto. Hasta José Saramago se rindió a sus encantos, escribiendo en su libro Viaje a Portugal que este es el local donde “el río hierve entre paredes muy duras, las aguas rugen, se arremolinan, chocan, fluyen y roen, un milímetro por siglo, por milenio, una nada en la eternidad (…)”.

Para relajarse después de estas aventuras, nada mejor que disfrutar de la inmensa y sabrosa gastronomía alentejana. Los platos típicos de la región incluyen el pescado de río, el cerdo ibérico y la carne de caza, y deben ser acompañados por el famoso pan alentejano y los vinos de alta calidad de la región. No puede terminar esta visita sin probar también el queso de cabra, la sopa de gazpacho y tomate, los espárragos o las túberas (las ‘trufas de Alentejo’).

 

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