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Hispanofobia de extrema derecha

En estas últimas semanas de verano se ha producido un fenómeno curioso entre las huestes cibernéticas de la Vox-esfera y aledaños. El consenso de la hispanidad se ha roto entre sus bases. Un sector de la ultraderecha ya no quiere expedir más salvoconductos de hermandad al inmigrante iberoamericano, frente a otros inmigrantes «tóxicos».

A Vox le están creciendo los enanos neogodos germanófilos, con perdón a nuestros godos históricos. Parte de sus bases, que comparte con Alvise, además de la cruzada contra el islam, quieren una cruzada contra la Hispanidad o lo que esos racistas llaman hispanchidad, que es la Hispanidad no-blanca, la menos europeizada. Esta gente afirma que la iberoamericanización de España es peor que la islamización. Según ellos, los pastores evangélicos son más nefastos que los imanes. Para esos nuevos hispanófobos, la hispanidad era un billete sólo de ida para América. Imagino que comerán la tortilla de patatas sin patatas.

Tras la herida interna e internacional del procés, hemos visto el exitoso furor en bestsellers y redes sociales del neohispanismo, cuya idea en origen (años 20 del siglo XX) es -en gran medida- una mutación del iberismo. Los amigos de la Hispanidad han conseguido rebatir algunas cuestiones (o dicho de otro modo, debilitar algunas críticas decoloniales o indigenistas), dado que España solía recibir golpes como un saco de boxeo sin que nadie los devolviese, pero también hay una sensación de sobredosis de empalagamiento en la recauchutada narrativa y un límite en su impacto, que siempre fue bajo al otro lado del charco.

Es cierto, y siempre denuncié, que hay una contradicción en el neonacionalismo español entre el discurso mixófilo de la Conquista frente a lo mixófobo de la Reconquista. Dentro de las diferencias de ambos procesos concatenados, mi visión es la de remarcar las partes mixófilas en ambos casos. Los hispanazis son mixófobos en ambos casos. El discurso mestizador era, en definitiva, un postureo de parte de la extrema derecha para contraargumentar a la hispanofobia de la izquierda, pero no era un discurso interiorizado porque lo condenaban -en su interpretación- para unas décadas antes en la (re)conquista cristiana del sur peninsular. Hay que decir que hace más de un siglo ya hubo un nacionalismo español que promovió -durante décadas- lo neomudéjar como singularidad propia. Américo Castro, pese a la fama cargaba y su pesimismo -también muy español-, fue un defensor de la hispanidad y la españolidad. Le fascinó la España de los conversos y la interacción intercastiza -que la hubo- no sólo en al-Ándalus, sino en los Reinos cristianos del norte.

Los tradicionalistas racialistas europeístas mixófobos se olvidan del proceso de conversión progresivo y masivo durante el periodo de la llamada Reconquista. En realidad, no sólo ellos se olvidan. Vox, como hemos visto en Vistalegre en su reto de «reconquistar el califato de Bruselas», ha asumido una narrativa unilateral de la Reconquista, como un destino manifiesto permanente, un «ortograma imperial» (según la filosofía gustavobuenista), hasta la actualidad. Esto supone la negación de la política del pasado, presente y futuro. Bajo mi punto de vista, hay que asumir la realidad histórica legada, pero la narrativa política del presente, al ser caracterizada por valores de pluralismo, tiene que remitirse a los periodos de más inclusión, permeabilidad, coexistencia y hazañas intelectuales y técnicas a lo largo de toda la historia.

La historia de un pueblo en evolución dentro de un(os) territorio(s) determinado(s), porque no somos un pueblo errante desterritorializado, se puede dividir en fases políticas, religiosas, económicas, etc. Todas esas fases no le son ajenas. No es lo mismo la historia institucional que la historia antropológica, que nos da más margen para incorporar sus mutaciones y sincretismos culturales. Por otro lado, asumir la leyenda negra sólo para ser temidos, eso supondría reconocer un grado de desesperación muy grande, pero en realidad lo que muestra ese debate de hoy es día es que es un caso peligroso de importación de doctrina nazi. Si montan este pollo por los hispanoamericanos, imagínese con inmigrantes ibero-luso-africanos.

Por un lado han quedado los gustavobuenistas (antieuropeístas) -que dominan el panorama jacobinista español- y, por otro, los eurorracistas, que no dudan en tildar ofensivamente al periódico de Vox como La Gaceta de la Panchoesfera. Existe un tercer sector católico (moderado), que está del lado de la hispanidad, pero que rechaza la islamofobia de los gustavobuenistas. En este sentido, esos católicos (y la izquierda en general) están más cerca de lo que fue el tradicional bajo etnocentrismo ibérico, típico de periodo previo a la segunda modernidad. No obstante, si queremos racionalizar un poco este debate, hay que tener una premisa clara. El mundo europeo, mediterráneo, africano o hispano/iberoamericano son realidades históricas, fundamentales para España, que no deberían ser incompatibilizadas o vilipendiadas.

La explicación de ese ruido en las redes podría venir de una reacción de un sector de la extrema derecha madrileña contra el hispanismo del PP madrileño, una región donde 2 de cada 3 inmigrantes son iberoamericanos, más de un millón de vecinos. Al margen de posturas extremas, y olvidándonos de cuestiones racialistas, es posible que pueda haber alguna fricción por la rapidez de la iberoamericanización de Madrid, donde cada uno podrá ver aspectos positivos y negativos. Bajo mi criterio, los positivos son abrumadores y los negativos son temporales. En los parques hay una revitalización de la vida en comunidad, lo que supone un sobreuso del que el Ayuntamiento de Madrid debería cuidar mejor ampliando sus servicios.

Poca gente lo sabe, pero el evangelismo iberoamericano es sui generis, en parte porque ha copiado, sin que lo reconozcan, a religiosidades afroamericanas. No obstante, el mayor problema es que se metan a política y hagan populismo. Otro elemento de tensión pueden ser los ruidos de vecindario, pero eso intuyo que se va ajustando. La seguridad en las calles sigue siendo buena, pero dado el crecimiento poblacional y otras cuestiones sociales, puede haber una sensación de deterioro, aunque sea subjetivamente. Sin embargo, estamos muy lejos de la situación de los años noventa. Imaginémonos, por un instante, aquella época, pero con capacidad actual de grabar los episodios violentos y subirlos a internet.

Las grandes empresas que demandan gran cantidad de trabajadores debieran de implicarse en la política de vivienda, en general y con sus plantillas. Incluso las pymes, en conjunto, también. Tenemos un doble problema si la escasez de vivienda va a ser achacada a la actuación de inmigrantes iberoamericanos, ya sean ricos o pobres.

Más allá de la interacción de nativos y no nativos, se está dando el fenómeno del matrimonio entre diferentes nacionalidades hispanoamericanas, algo que existe en Estados Unidos, España y otros países receptores. Sin duda, esto puede fortalecer los lazos interhispanoamericanos, una necesidad ante su división interna. En ese sentido, la distopía de los hispanazis es que España se convierta en una nación síntesis neohispana en las nuevas generaciones. El programa de ese neotradicionalismo hispanazi se podría resumir a una prohibición de matrimonios interétnicos no-blancos. Esa idea de que cada pueblo tiene que estar y disponer de su espacio vital es moderna y germanófila. Un idealismo de la peor especie, que apesta a Gobineau.

Chega y Vox han dado rienda suelta a la islamofobia. En el caso portugués han conseguido arrastrar al Gobierno a posiciones inconstitucionales, como así lo ha declarado el Tribunal Constitucional, en la modificación de la Ley de Extranjería. Aunque resulte una obviedad, hay que decirlo: el musulmán consecuente no delinque. La islamización real de la población española mediante conversión es muy baja. En todo caso, lo más predominante, excluyendo algunos individuos fanatizados vigilados por la policía, es la conversión a versiones más moderadas o la secularización personal intergeneracional. España y Portugal debieran de promover versiones moderadas del islam hacia dentro y hacia el Magreb.

En España y Portugal, la inmigración recibida femenina es superior a la masculina. Urge que tanto el PP y el PSOE divulguen que la amplísima mayoría de inmigrantes hacen una vida trabajadora, honesta y respetuosa, así como al mismo tiempo traten de tener un mayor control de proceso de absorción y relación con los países de origen. Millones de musulmanes hacen una vida normal/legal/civilizada en Europa. Combatir el fanatismo religioso es tan importante como una progresiva integración intergeneracional sobre bases religiosas (o laicas) moderadas. La islamofobia de la «incompatibilidad», típica del rojipardismo, es aliada del fundamentalismo.

Existen paralelismos entre las bases de Vox y las bases de Chega, donde una parte rechaza a los brasileños y, con más odio, a los africanos lusófonos. No obstante, el centro del rechazo está en los ciudadanos asiáticos de tez más morena. Incluso en la extremísima derecha portuguesa he leído su preferencia por los españoles frente a otros extranjeros, lo cual genera encendidos debates desde el esencialismo portugués anticastellano. En ese sentido también ha habido posicionamientos de hispanazis diciendo que prefieren separatistas de pura sangre y, incluso, a musulmanes, que a inmigrantes hispanos, contraponiéndose así a los separadores y maurófobos de Vox.

El concepto de abyecto de reemplazo, de sustitución de población, sólo sería posible si se extrae o se encierra a la población nativa y, desde luego, cuando no se dan matrimonios mixtos. No hay reemplazo con mestizaje, más aún cuando la población adventicia está en minoría social y está infrarrepresentada en las instituciones. Además, en esas condiciones, hacer ese discurso necesariamente es etnicista y racista. El mestizaje no es un juego de suma cero.

La islamofobia de los rojipardos les ha llevado a un acercamiento al sionismo. Algunos están divididos en el debate del hispanismo. El discurso de la inmigración como fenómeno que bajaría los salarios es más complejo que lo que sugiere la demagogia. No existe un mercado laboral, sino que hay segmentación. Cada trabajador compite por un puesto de trabajo de su especialización (o de su gusto/predisposición/necesidad) y no de otras. Por otro lado, hay trabajadores autóctonos que son empleadores de trabajo doméstico de origen extranjero.

Además de la enorme confusión por la variedad de tipos de inmigrantes de llegan y la confusión con la segunda generación ya española, hispanazis de internet han incluido entre sus reivindicaciones un criterio de lucha intergeneracional desamortizadora contra la generación boomer, cuando este es un país de solidaridad intrafamiliar, por acaparar vivienda y empleo público. Los trols neogodos han llegado a lanzar acusaciones de oportunismo en función del origen de las parejas.

El reto político ibérico es hacer compatibles a la europeidad, la mediterraneidad, la africanidad y la americanidad, en proporciones realistas. La exclusión de alguno de los elementos es infame. La política exterior española ya se tiene claro desde hace mucho tiempo qué influencias quiere privilegiar y, en particular, desde las contribuciones de Fernando Morán como jefe de estudios de Materias Históricas en la Escuela Diplomática y su manual Una política exterior para España. No obstante, debiera mejorar su maquinaria de relación con el mundo lusófono y tener una mayor presencia de inteligencia en el norte de África.

Hacía más de un siglo que no se oían argumentos de culpabilización a la conquista americana de los males contemporáneos de España. Veremos si esta corriente de opinión coge fuerza o sólo fue una noche loca de verano. Si conocieran el iberotropicalismo de Gilberto Freyre o el paradigma neobarroco les daría un infarto. Por cierto, este 22 de septiembre se conmemora el centenario del hispanista portugués más ilustre, António Sardinha, con un evento y una presentación de un libro en Lisboa muy interesante.

Intuyo que el próximo 12 de octubre podría ser la Noche tuitera de los Cuchillos Largos en el seno de la ultraderecha. Mientras tanto, Gloria Estefan hará el pregón de la Semana de la Hispanidad (del 3 al 12 de Octubre) y dará un concierto masivo el 5 de octubre, dentro de un festival, con varias facetas y múltiples grupos, promovido desde hace años por Ayuso, con bastante éxito. Vox, sucursal de Trump en España, vive un momento dulce para los sondeos de opinión, pero su suelo empieza a crujir. El enano neogodo llama a la puerta. Desconocemos si tendrá traducción electoral más adelante. Todo ello a un año de que Madrid hospede la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno.

Pablo González Velasco

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