Una circunnavegación a la inversa: la novela Morsamor de Juan Valera

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Se está conmemorando el V centenario de la primera circunnavegación del planeta. No es extraño que una gesta semejante haya ejercido influencia en la literatura. Entre las muestras más recientes se encuentra la novela O ano em que Pigafetta completou a circum-navegação, del escritor timorense Luís Cardoso. Vamos a ocuparnos de otra obra, la novela Morsamor, de Juan Valera.

La novela se sitúa en la España del siglo XVI. Sus protagonistas son dos viejos frailes, Miguel de Zuheros y Tiburcio de Simahonda. Un tercer fraile, Ambrosio de Utrera, utiliza sus conocimientos de magia para rejuvenecerlos y convertirlos respectivamente en el caballero Morsamor y su escudero Tiburcio. El referente quijotesco en la novela es evidente. Como también el interés de Valera por la teosofía o las religiones orientales.

Morsamor y Tiburcio comienzan en Portugal un periplo plagado de aventuras que, en gran parte, se desarrolla en el imperio portugués de Asia. Hay elementos que contectan con la biografía de Camões, cuyo influjo en Morsamor es muy importante. Al igual que Camões, Morsamor participó en hechos de armas y residió un tiempo en Goa. Después fue a Macao, donde pasó largos ratos meditando en una gruta. Precisamente la misma en la que Camões habría redactado -según la tradición- parte de Os Lusíadas.

La de Camões no es la única influencia portuguesa. Tiene también gran importancia la ejercida por el historiador Oliveira Martins. Las relaciones entre Valera y Martins eran estrechas. Oliveira Martins dedicaría la tercera edición de la História da Civilização Ibérica a su amigo Valera. Sus obras históricas influyeron en ciertos hechos reflejados en la novela, como la batalla de Chaul y, sobre todo, en una visión del pasado. Valera y Martins compartían la visión de una Iberia con unos rasgos culturales comunes que, si bien aconsejaban un entendimiento político, no implicaban necesariamente la unidad. La época en la que se enmarca Morsamor era una edad de plenitud histórica de esa Iberia políticamente dual, pero que no dejaba de mostrar una unidad espiritual y en su proyección hacia el exterior.

A través de Martins llegó una tercera vía de influencia portuguesa. Oliveira Martins había enviado los Sonetos de Antero de Quental a Valera, quién se mostró muy receptivo ante la obra del poeta azoriano. Una de las poesías se llamaba Mors-Amor. Hablaba de un caballo -Mors, la muerte- cuyo jinete era un formidable caballero, el Amor.

Desde Macao, el castellano Morsamor emprendió el camino de regreso a la península. Se trataba de un viaje de circunnavegación, pero en sentido opuesto al que inició la flota de Magalhães. Morsamor navegaba hacia el sol naciente. También eran opuestas las características de quienes realizaban la travesía. El portugués Magalhães dirigía una expedición integrada básicamente por castellanos y el castellano Morsamor estaba al frente de una tripulación compuesta sobre todo por portugueses.

Valera hace coincidir en la inmensidad del Pacífico al barco de Morsamor -el Argo– con los entonces tres barcos de Magalhães. Morsamor -entre otros- ve uno de los barcos. Su piloto cree incluso haber leído en la proa el nombre de la Victoria. Pero ese fugaz cruce de castellanos y portugueses, casi en las antípodas de la península, no desemboca en un diálogo. Se produjo en la oscuridad de la noche y ellos no habían sido avistados por la otra flota.

El encuentro propició elucubraciones entre los navegantes del Argo. Se apuntó la posiblidad de que la flota estuviese liderada por Rui Falero, sabiendo de las gestiones que había realizado años antes en España. Sin embargo, un portugués descartaba esa hipótesis y creía más probable que fuera su amigo Magalhães quien estuviera al frente.

El Argo cruzó, con dificultades, el estrecho que poco antes había atravesado Magalhães. Hallándose casi en su final, cerca del Atlántico, se escucharon voces en castellano desde tierra. Eran Juan de Cartagena, a quien Magalhães había abandonado en la Patagonia, que estaba acompañado por fray Blas de Villabermeja. Este era un fraile al que tanto Morsamor como Tiburcio conocían, ya que era de su propio monasterio, pero al que ocultaron su auténtica identidad.

El regreso también resulta diferente al de la Victoria. Estando ya cerca de la embocadura del Tajo, Morsamor se enfrasca en pensamientos sobre lo que había conseguido:

Él había circunnavegado el planeta, obtenido experimental conocimiento de su magnitud y de su forma, y cerrado el ciclo de los grandes descubrimientos y navegaciones.

Sin embargo, a la vista de la sierra de Sintra, una inesperada tormenta hizo que la nave naufragara y que Morsamor despertara, de nuevo como Miguel de Zuheros y con su edad real, en su monasterio. No sabía cómo había llegado hasta allí ni por qué su ausencia y la de Tiburcio de Simahonda no había sido percibida por los demás monjes.

Morsamor fue la última novela de Juan Valera. Se trata de una obra más ibérica que iberista. Valera, simpatizante un tiempo de la unión política de Portugal y España, tomó conciencia de las dificultades para realizarla durante su estancia en Portugal. Mantendría en cambio, durante toda su vida, un interés por la aproximación cultural de ambos Estados, que tal vez -solo tal vez- podría ser base para una posible futura aproximación política.

 

José Antonio Rocamora

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