La frágil geopolítica de España con Portugal

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Envidia sana es lo que hemos sentido muchos españoles, que nos sentimos cerca de Portugal, al ver el video propagandístico del Ejército alemán llevando un avión con 26 miembros de una comitiva militar de personal sanitario con diverso material hospitalario (respiradores y camas), algo que podíamos haber hecho, desde España, con una logística más simplificada, y no caben excusas. Estamos hablando de 26 miembros. En este caso Alemania actuó bien y España mal. Felicitaciones a los alemanes.

El 18 de enero en un artículo alerté sobre la necesidad de esa ayuda. Han ido pasando los días mientras se iba agravando la situación de Portugal. Y nada ocurría. Para entender el tamaño del abismo en el cayó el país hermano, en proporción, y desde el inicio de la epidemia, en Portugal ya hay más muertos que en España. Las últimas semanas han sido letales.

Acabamos de saber que Portugal ha rechazado la ayuda ofrecida por Galicia. Es posible que las autoridades portuguesas no quieran esa ayuda, por geopolítica, para no parecer un Estado dependiente de España, pero al aceptar la ayuda alemana y rechazar la gallega, el Gobierno español debería ya anunciar lo que ha ofrecido o ha ayudado en silencio a Portugal, para compensar ese error histórico de comunicación con los portugueses. Ha sido, hasta el momento, una oportunidad perdida para ganar la confianza del pueblo portugués, algo que siempre ha faltado, en mayor o menor medida, en las relaciones entre los dos países.

Si sumamos esa imposibilidad de ayuda, con el cierre de fronteras sin excepcionalidad para residentes rayanos, vemos como la Estrategia Común de Desarrollo Transfronterizo ha naufragado temporalmente. Y esto ha sido así como consecuencia de una determinada política de comunicación interna y de seguridad nacional de Portugal.

La ministra española de Exteriores, Arancha González, ha afirmado que las ayudas se han dado en silencio, lo que es razonable si son pequeñas cuestiones de logística, pero si son importantes, la ministra debería divulgarlas. Es así también como se construye la “marca España”. La diplomacia de España con Portugal es un eterno recomienzo porque no existe un grupo estratégico especializado dentro del Ministerio de Exteriores, y la elección de los embajadores no se debe a conocimientos específicos del país, lo que lleva a que los embajadores entiendan el país a mitad o al final de sus mandatos. No existe un conocimiento acumulado estratégico ni se tiene incidencia en la opinión pública portuguesa.

Un Estado tiene mayor peso internacional si tiene una política exterior consistente que aprovecha todas las posibilidades objetivas para hacer prevalecer sus intereses geopolíticos, incluyendo una política de propaganda creíble y honesta, más allá de la alternancia de los partidos. Para ello se necesita invertir dinero en diferentes instrumentos y en la formación de diplomáticos, políticos y comunicadores para exportar la visión del país de estar en el mundo (soft power; «poder blando»). Sin duda la división interna es un elemento que fragiliza la política exterior española, pero siempre hay elementos que pueden constituir una agenda exterior consensuada internamente. Algo que Portugal siempre ha hecho.

El Instituto Cervantes probablemente sea una de las estrategias de éxito de la geopolítica española. Arancha González es una excelente profesional, con experiencia en negociaciones comerciales multilaterales y en la dinámica de las instituciones europeas. Ha ensayado una nueva vía en Gibraltar que tiene cierto sentido porque los gibraltareños en teoría son ciudadanos españoles o ibéricos. Poco experimentada en el ámbito iberoamericano, la ministra española ya ha participado de una reunión del Grupo de Puebla (importante núcleo de iberoamericanistas de izquierdas dado el congelamiento del iberoamericanismo oficial por la división interna latinoamericana, donde está el PT brasileño, la izquierda hispanoamericana y no participan portugueses). En lo que se refiere a la relación bilateral con Portugal, el enfoque de Arancha, como es natural, es europeísta antes que iberista, aunque hay que reconocerle que bajo su mandato se ha establecido un “Mecanismo de Seguimiento de la Cumbre Ibérica”, que fue solicitado por el Foro Cívico Ibérico.

La geopolítica estatal de la República Portuguesa es fuerte. Su debilidad deviene de su escaso peso económico, pero siempre intentan maximizar su peso político y diplomático. Actualmente tienen la Secretaría General de la ONU y siempre han conseguido poner nombres en instituciones multilaterales, forman parte del espacio de la lusofonía y de Iberoamérica, así como mantienen excelentes relaciones con gran parte de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), en especial con India (António Costa, descendiente de la Goa portuguesa, está negociando una cumbre bilateral UE-India) y China, con quienes tienen estrechas y simbólicas relaciones por su adhesión a la Ruta de la seda, la recepción de inversiones de capitales chinos y su conexión histórica con Macao, el Las Vegas de China.

Sobre los BRICS y, en particular, Brasil, hablaremos la próxima semana.

Pablo González Velasco

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