La «subcultura del portuñol», un iberismo antropológico rayano

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“Divididos por la frontera, pero unidos por el portuñol”, es el lema de los spots publicitarios de Portunhol, una serie documental de RTP que se está exhibiendo en las televisiones portuguesas. Sobre el portuñol ya existen muchas anécdotas y una importante bibliografía ibérica e iberoamericana (recordemos que donde más se habla el portuñol es en la larguísima frontera hispanobrasileña de Sudamérica). Incluso el término portuñol está aceptado por la Real Academia Española de la Lengua.

Para los que estamos habituados a estar en eventos donde conviven el español y el portugués, siempre hay alguien que hace la broma del portuñol, es decir, que lo que habla es una neolengua mezclada porque no tiene mucho nivel del otro idioma. La broma es simpática y lógica, pero repetitiva para los que siempre vamos a este tipo de eventos. No obstante, el portuñol -intuyo- ha adquirido un nuevo significado -más amplio- con esta serie documental sobre la convivencia y los pluralismos (verticales y horizontales) de la Raya.

Para Ana Delgado Martins, realizadora de la serie Portunhol, “hay una subcultura de la zona de la Raya, donde todos se entienden en portuñol”, un idioma hablado fundamentalmente por portugueses. Lo hemos explicado varias veces en EL TRAPEZIO: los castellanohablantes, dada la sencillez fonética heredada de sistema vocálico vasco, no detectan muchos sonidos (especialmente del portugués de Portugal) y no se atreven a lanzarse a hablarlo. Es decir, se produce la intercomprensión entre el portuñol de los portugueses y el español de los españoles.

La limitación fonética castellana debe superarse o, mejor dicho, compensarse, implantando la enseñanza bilingüe del portugués en todos los colegios (al menos de las provincias limítrofes) y que se pueda ver la RTP en las televisiones españolas. La radio lusa sí que se oye en la Raya española. Por otro lado, la limitación fonética castellana es compensada por una más acentuada predisposición para la fiesta y la hermandad. Por lo que no es exactamente una actitud de cerrazón etnocéntrica cultural. Muchas de estas actitudes son intercambiables en esa promiscuidad cultural de frontera.

Una de las excepciones es el alcalde de Badajoz, Ignacio Gragera Barrera, que entrevistamos en EL TRAPEZIO y que sale en la citada serie documental. Sabíamos que había vivido y trabajado en Portugal, que se autodefinía como “iberista” y que practicaba el idioma de Camões en casa con su mujer portuguesa, pero lo que no sabíamos -para nuestra sorpresa- era su espectacular dominio de la lengua portuguesa, incluso del punto de vista de la pronunciación. Habla portugués, y no portuñol. Rara avis entre la clase política española.

Conceptualmente iré un poco más lejos que Ana Delgado Martins, y diré que el portuñol va más allá de una eficaz neolengua, sino que es un ecosistema cultural rayano: la subcultura del portuñol, un iberismo antropológico-cultural ejercido en la Raya. La baja nacionalización de estos territorios -por su situación de periferia- y la dinámica de economización de la cesta de la compra transfronteriza, crea un espacio propio comercial y cultural, incluso laboral. Considero que esa subcultura del portuñol es una cuarta identidad que tiene que asumir Portugal. Está el Portugal del litoral, el Portugal insular, el Portugal del interior y el Portugal de la Raya. Lo mismo digo de España; en particular, de las comunidades autónomas de frontera. Esta fraternidad rayana, para EL TRAPEZIO, es también una narrativa iberista que forma parte de ese iberismo multinivel -aliancista y respetuoso con las soberanías nacionales- que está presente en el reciente Tratado de Amistad de Trujillo.

Cuando se cruza físicamente la frontera, dependiendo de la persona o el momento de reflexión, uno se puede fijar en las diferencias o en las semejanzas. Lo normal es fijarse primero en las diferencias dado que lo común se naturaliza por obvio. Posteriormente el viajero se da cuenta que hay semejanzas en las diferencias, y diferencias en las semejanzas. Para no perder el sentido de la proporcionalidad, es fácilmente identificable lo común cuando se compara con un tercer país de fuera de nuestro área cultural panibérica.

La serie documental Portunhol no se puede ver desde España, porque no se ve la RTP en las televisiones y porque los episodios grabados no se pueden ver desde un ordenador español. Están “capados”. Mal ejemplo. No obstante, los he visto. Tuve que recurrir a un método digital de “contrabando”, todo un irónico homenaje a los contrabandistas que salen en la serie, pero también refleja que todavía hay fronteras digitales y mediáticas que superar. Esa es la misión de EL TRAPEZIO.

En uno de los episodios sale Chaves-Verín, nuestra Eurociudad favorita. En la Raya horizontal lusogalaica, la norteña, el portuñol es el gallego, cuna lingúística del portugués, o -mejor dicho- el portuñol comprende una serie de variedades lingüísticas donde se mezclan palabras del portugués, del gallego y del español, con viejos y nuevos préstamos, a gusto del emisor y del receptor (un portugañol). La frontera galaicoportuguesa, tan característica por sus verdes paisajes y las piedras oscuras de sus edificaciones, es un lugar por excelencia de continuum lingüístico, dado que del lado de la Raya vertical de viejo reino de León se perdió el leonés -con alguna excepción como su variante mirandesa-, que también hacía las veces de puente, de lengua de transición o de amortiguador, aunque parte de este esté en el vocabulario del castellano de la frontera.

En relación con Olivenza, que aparece en uno de los capítulos, el tratamiento es nostálgico y pacífico, lo cual me parece acertado. Cabe señalar una errata que es vincular la destrucción del Puente de Ajuda con la toma de Olivenza. La voladura del Puente de Ajuda se realizó en 1709, en el contexto de la guerra de sucesión española, que fue una guerra entre candidatos al trono español, y no a consecuencia de una animadversión entre España y Portugal. Es cierto que la imagen es lo suficientemente poderosa como para proyectarla como ejemplo de la separación entre Olivenza y Portugal, pero ocurrió un siglo antes. El Puente de Ajuda es ejemplo de dejadez de ambos lados y de orgullo desmedido sobrevenido a posteriori por un sector de Portugal, dado que si fuera por España ya estaría reconstruido. En definitiva, Olivenza es un ejemplo de identidad ibérica que no quiere conflicto entre España y Portugal, como bien testimonió el iberista oliventino Rubén Báez, miembro del Foro Cívico Ibérico, la Plataforma Civil Ibérica y colaborador de EL TRAPEZIO.

En otro capítulo aparece la curiosa relación de Alcoutim (Portugal) con Sanlúcar (España), divididos por un Guadiana que ejerce casi de espejo entre dos pueblos blancos típicos del sur peninsular en la recta final rayana hacia la desembocadura. Es una especie de ilusión óptica entre dos pueblos que no se dan la espalda, urbanísticamente bien cuidados, cuya referencia visual propia siempre fue el pueblo del otro lado de la orilla, con quien -en ocasiones- disfrutan de un puente peatonal temporal y muchas fiestas confraternizadoras.

Los léxicos de estos pueblos se contaminan de españolismos y lusismos en ese nostálgico (y también actual) contrabando de iberismos que no entiende de normas. Los dos alcaldes afirman que luchan por ser ciudadanos de la Raya antes que de su pueblecito. Así lo demuestran con su iberismo fiestero de romería y verbena.

En la serie aparecen unos ciudadanos ingleses que no hablan español ni portugués, pero que tienen casa en la zona. Espantados con el Brexit, estaban asombrados -por contraste- con la hermandad y la buena relación rayana. Recientemente el embajador de Israel en tierras lusas ha afirmado que Portugal tenía mucha suerte de tener como vecino a España. Y es que es su único vecino. Para algunos será una bendición para otros una maldición. España, en cambio, tiene más vecinos que los portugueses: franceses, andorranos y marroquíes.

En otro episodio, aparece António Reinas, locutor de Rádio Fronteira en Vilar Formoso, con quien hemos hecho entrevistas mutuas con EL TRAPEZIO, y que ha ayudado a buscar perfiles locales para el capítulo. Una mujer de Vilar Formoso afirmó que la frontera, en esa zona, es solamente una curva, donde mucha gente se hace fotos. También aparece un matrimonio de Vilar Formoso y Fuentes de Oñoro, ejemplo de intercomprensión, cuya boda se realizó en la línea de frontera.

Por otro lado, Sefarad estuvo presente en el episodio de Vilar Formoso, por el doble éxodo judío de aquella frontera, uno en el siglo XV y otro, procedente del norte de Europa, pero llegado en tren a Vilar Formoso, durante la Segunda Guerra Mundial.

La gran moraleja de la serie es la ayuda mutua entre rayanos. Casos de ejemplar solidaridad, sin olvidar que siempre ha habido piques entre pueblos, especialmente para quienes querían explotar los estereotipos nacionales o las viejas guerras de una frontera estable. Una minoría que engorda en aquellos sitios donde no exista una economía de complementariedad.

Me atrevo a decir que la serie tendrá buenos efectos para avanzar en el (auto)reconocimiento identitario rayano e ibérico, así como promoverá el turismo, las segundas casas o la colonización por parte de jubilados, nómadas digitales o neorrurales. La productora tiene material de sobra para seguir portuñoleando. Merece una nueva temporada. Qué la productora reciba los parabienes de todos los interesados en conocernos mejor y estrechar lazos.

 

Pablo González Velasco

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