Figuras que reivindican la centralidad política en España y Portugal se han dado cita en la Fundación Calouste Gulbenkian en una nueva edición del Foro La Toja-Vínculo Atlántico, donde la visión ibérica de ese vínculo forma parte de su razón de ser. El nuevo embajador español en Lisboa, Juan Fernández Trigo, ha afirmado que está convencido que «la relación entre Portugal y España se fortaleció de una forma especial» con el sistema de Cumbres Iberoamericanas.
El ministro de Exteriores luso, Paulo Rangel, ha reconocido que cuando era niño viajó por todas las capitales de provincia españolas y, después de estas cinco décadas de democracia, considera que «nunca los dos pueblos se han conocido tan bien». Asimismo ha recordado sus frecuentes visitas a Galicia y las estrechas relaciones de la Gallaecia histórica. Rangel ha valorado que el vínculo atlántico del norte debe complementarse con el sur, refiriéndose a Iberoamérica y al África lusófona. En ese sentido. António Costa, exprimer ministro, ha subrayado que la Unión Europea debe decidirse si hace prevalecer sus intereses como «mercado interno» o como nueva potencia geopolítica. En el segundo caso, no caben dudas, para Costa, de la pertinencia del acuerdo comercial con el Mercosur. El presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, se encargó -en un vídeo- de subrayar la relación umbilical entre ambos países.
Sobre los 50 años de democracia, Augusto Santos Silva, expresidente del Parlamento luso, ha asegurado que el resultado del proceso de conquista de una democracia en España y Portugal es similar. Lo que diferenció a Portugal y España, según Santos Silva, es que en el caso español las élites estaban más unidas porque su proceso de modernización económica estaba más avanzado y no había una guerra colonial. En lo que se refiere a líderes, Santos Silva señala que en Portugal no hubo un Suárez o un Carrillo, con quienes se pudiera forzar y facilitar una apertura pacífica y reformista. Por su parte, el nuevo presidente del Parlamento luso, José Pedro Aguiar-Branco, ha declarado que la democracia fue un punto de inflexión para reducir los prejuicios históricos entre ambos países.
El expresidente español, Felipe González, ha explicado que hace 50 años atravesó «la frontera portuguesa con la Revolución de los Claveles. Me llamó tanto la atención. Estaba tan entusiasmado con lo que pasaba. Entusiasmo juvenil, además. Pero la gran sorpresa para mí es que países que habían vivido de espaldas o si lo quieren, para disminuir la parte tensa de esa relación, De Espanha, nem bom vento, nem bom casamento. Y tienen los dos buena justificación, sobre todo lo del viento, y ahora que hay más incendios forestales y que el cambio climático golpea más, ese viento que viene de Levante, atravesando toda la Península, cuando llega a Portugal provoca efectos catastróficos naturalmente».
González ha contado que gracias a la paciencia portuguesa, España y Portugal pudieron entrar juntos a la Unión Europea: «Cuando empezamos a mirarnos cara a cara y a cooperar, los obstáculos eran más imaginarios que reales. El entendimiento fue cada vez mayor, más allá de las cuestiones ideológicas. Ahora Portugal para mí es un ejemplo porque son capaces de preservar el espacio en el que de verdad se juega el futuro de la democracia en el mundo: el espacio de la centralidad».
Carlos López Blanco, presidente de la Comisión Organizadora del Foro La Toja, ha sido el encargado de exponer las conclusiones del evento, declarando que «ya es hora de sentirnos orgullosos de lo que hoy significa el iberismo: dinámico, democrático, europeísta e innovador. Es también hora de que España y Portugal contribuyan al necesario reequilibrio de la Unión Europea».
El Foro se posiciona como un espacio para el diálogo, la reflexión y la defensa de la democracia liberal. En el evento han participado los alcaldes de Lisboa, Oporto y Barcelona, poniendo en común retos y soluciones para el futuro de las ciudades ibéricas. También ha estado presente Margarita Robles, ministra de Defensa de España. El año que viene habrá una nueva edición.