Guarda: una ciudad llena de sorpresas a gran altura

Hecha de granito y de una autenticidad magistral, la ciudad más alta de Portugal es naturalmente el destino perfecto para una visita inolvidable

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Flanqueada por el impresionante paisaje natural de la Serra da Estrela, a unos 40 kilómetros de la provincia de Salamanca, la ciudad de Guarda es un tesoro histórico poco visitado tanto por españoles como portugueses. Antaño de difícil acceso, entre otros factores, por su imponente altitud de algo más de mil metros, la capital de provincia con el mismo nombre fue un importante puesto defensivo de la frontera portuguesa durante la Edad Media. Actualmente, sin embargo, se puede llegar allí fácilmente por carretera desde la A-62 española y por la A25 portuguesa.

Más allá de eso, en la actualidad, es un punto neurálgico de las relaciones ibéricas. En octubre de 2020, fue el escenario elegido para la 31.ª Cumbre Luso-Española que, entre otros temas, señaló la cooperación transfronteriza y la articulación entre los dos países para la recuperación económica. Pero es también en Guarda que se lleva organizando desde 2014 la Feria Ibérica de Turismo, fundamental para promocionar el turismo de interior, y que vio suspendidas sus últimas ediciones por la pandemia de COVID-19.

Un “navío de piedra”

Fue con estas palabras que el filósofo Eduardo Lourenço, pionero líder del Centro de Estudios Ibéricos con sede en Guarda, describió la ostentosa catedral gótico-manuelina de la ciudad. Iniciada durante el reinado de João I, por iniciativa del obispo Vasco de Lamego, su construcción tardó más de 150 años, acabando solo en el reinado de João III. Pero su arquitectura, basada en un estilo granítico de apariencia robusta, se repite en muchos de los edificios más históricos de la ciudad, que exhibe su avanzada edad con orgullo.

Guarda se fundó a finales del siglo XII, en 1199, por el rey Sancho I, en un territorio marcado por el paso de lusitanos y otros pueblos ibéricos prerromanos. Durante mucho tiempo, los historiadores pensaban que allí se había localizado la ciudad romana de Egitania (Civitas Igaeditanorum en latín), pero más recientemente llegaron a la conclusión de que se estableció en la cercana Idanha-a-Velha. Sin embargo, el gentilicio de egitanienses se arraigó entre los habitantes de Guarda, que más probablemente ha derivado de otro poblado romano, Lancia Oppidana.

En el mismo siglo XII, alrededor de la década de la fundación de la ciudad, otro acontecimiento marcó Guarda para siempre en los libros de Historia. Habrá sido aquí que se escribió el primer texto literario en portugués, la Cantiga da Guarvaia o de la Ribeirinha, de Paio Soares de Taveirós para su amada Maria Pais de Ribeira, que sería también codiciada por el rey Sancho. Una historia de romance y pasión que habrá acunado a la poética lengua portuguesa.

En los años siguientes, la presencia judía se hizo evidente en la ciudad. Durante mucho tiempo fue esta una de las más importantes y ancestrales comunidades judías del país, por primera vez reconocida en el foro del rey Dinis a la parroquia de São Vicente. Instalado al principio cerca de la Porta d’El Rei, el barrio judío fue creciendo y, en el siglo XIV, sus casas generalmente bajas, de una sola planta, ya eran habituales en el paisaje urbano de Guarda. Aunque disfrutaron durante siglos de una tolerancia tradicional en el territorio portugués, la Inquisición y su persecución religiosa cristianizaron todo el asentamiento, dejando marcas de cruces en las puertas – por el general en el lado derecho – que todavía se pueden ver en algunas casas.

Naturalmente inigualable

De la Torre del homenaje construida en el siglo XIII junto a un palacio fortificado, pero actualmente aislada, se podrá disfrutar de una espectacular vista sobre la ciudad y el circundante Estrela Geopark, clasificado geoparque global por la UNESCO. Desde la ciudad y por todo el territorio del municipio de Guarda, hay una interesante red de rutas de senderismo, en las cuales se pueden descubrir ríos y valles, montañas y aldeas, por más de 52 kilómetros. El aire es puro y frío, lo que en el pasado la hizo idónea para la cura de la tuberculosis y no deja lugar a dudas sobre el merecido título de primera “Ciudad Bioclimática Ibérica”, atribuido por la Federación Europea de Bioclimatismo en 2002.

Pero además de su naturaleza incomparable, Guarda es también conocida por la marca de “los 5 F’s” (efes): Forte, Farta, Fria, Fiel y Formosa. Forte (fuerte) por su torre defensiva que, con las murallas y el castillo que allí existían, demuestra la fuerza en la consolidación del asentamiento. Farta (abundante) por la riqueza que el valle del río Mondego le trae. Fría por estar ubicada a una gran altitud y junto a la Serra da Estrela. Fiel por la lealtad a la Corona portuguesa en varios momentos históricos, como la negativa del alcalde Álvaro Gil Cabral a entregar las llaves de la ciudad al rey castellano Juan I durante la crisis dinástica de 1383-1385. Y, no menos importante, formosa (hermosa) por la citada belleza natural.

Y, por supuesto, la oferta gastronómica de Guarda acentúa también su carácter fuerte y abundante. El caldo de grão (garbanzos), la sopa de castañas y el bacalao al estilo Conde da Guarda son algunos de los platos más típicos de la región. Pero no se asuste con estas comidas muy cálidas para el verano, porque Guarda también ofrece otras delicias más frescas y dulces. Las cerezas y manzanas de los huertos del valle del Mondego tienen un sabor exquisito, al igual que los postres más reconocidos: el Don Sancho (un dulce con hojaldre especial, el famoso queso da Serra y confitura de huevo) y, como no, el requesón con mermelada de calabaza. Está claro que ¡no puede perderse estas maravillas!

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