La tesis del paralelismo asincrónico, en la historia política e intelectual peninsular, según la profesora Pilar Vázquez Cuesta, es de Fidelino de Figueiredo. Vázquez tuvo la sospecha de que la Generación del 98 era un paralelismo asincrónico de la Generación portuguesa del 70. A pesar de la ausencia citas de los escritores españoles a los portugueses, que parte de ellas pueden ser deliberadas, lo cierto es que, ante problemas similares, había actitudes reflexivas (en España y Portugal) semejantes, aunque a veces su manifestación, solución o consecuencias fueran o sean diferentes. Algo así ha ocurrido con la dimisión de António Costa y la no-dimisión de Pedro Sánchez.
Si me permiten la pirueta, la Generación del 70 se habría parecido más a la Generación del 98 si la primera hubiese sido sincrónica al Ultimátum de 1890 o a la descolonización de los claveles de 1974, es decir, que hubiera habido un trauma emocional-colonial asociado, que en el caso español fue el Desastre del 1898. La pérdida de Brasil ya había quedado lejos y los contactos continuaban. En 1928, Américo Castro consideraba que a Portugal, por entonces, le faltaba un 98.
Acabo de leer el libro de Pilar Vázquez Cuesta A Espanha ante o “ultimatum” (1975). Este ensayo aporta una serie de datos relevantes de un tiempo donde la relación peninsular formaba parte de la política interna de España y Portugal, en un contexto de anglofobia popular portuguesa. Esta época ha sido ya muy bien caracterizada por José Antonio Rocamora en su El nacionalismo ibérico (1994). La acusación de “iberismo” fue instrumentalizada por los Gobiernos portugueses, de distinto signo y régimen político, como arma política contra la oposición de turno. El iberismo acompañó vitalmente a muchos intelectuales y políticos portugueses como un pecado de juventud, algo así como ser revolucionario. La oposición del Imperio británico (Ultimátum; enero de 1890) a que Portugal uniera el Índico con el Atlántico en África en su mapa de color de rosa dio alas al movimiento republicano para acusar de traición a la monarquía portuguesa, lo que era una exageración. Los republicanos una vez en el poder tuvieron que entrar en la Primera Guerra Mundial para preservar lo que tenía en África y reconciliarse con Inglaterra. La recolonización salazarista de África se debe -entre otros motivos- a razones anti-iberistas.
Oliveira Martins dirá, días después del Ultimátum inglés, el 25 de enero de 1890, que “es para España que debemos girarnos. Es con ella que debemos otra vez aliar las fuerzas en el propósito de una defensa común porque sólo con ella tenemos identidad de intereses, relaciones progresivamente más entrañadas, afinidad de tradiciones, continuidad de alma e hermandad de historia. Sólo una alianza de las dos monarquías peninsulares es estable, natural, fecunda y duradera. Sólo ella es útil para Portugal y para España considerados sus intereses particulares naciones; siendo al mismo tiempo el único medio de darnos, a las dos naciones peninsulares, aquel papel que la naturaleza destinó para nuestra intervención en el mundo. Desconectados, vegetaremos siempre miserablemente; aliados nos haremos respetar por los fuertes porque estaremos entre los primeros”.
En la segunda mitad del siglo XIX hubo gran cantidad de ligas u asociaciones hispano-portuguesas. En 1883, se fundó en Barcelona el semanario Ilustración Ibérica, de carácter científico literario y artístico, elaborado por escritores y artistas españoles y portugueses, con animo de popularizar en España la literatura y cultura portuguesas.
Durante la crisis del Ultimátum, uno de los ejemplos de mayor expresión de fraternidad iberista fue el movimiento estudiantil español y portugués. Muy activos, llevaron a cabo una serie de actos solidarios y políticos en varias universidades ibéricas para acercar a los dos países. Los universitarios de Granada, con el recuerdo de la solidaridad que recibieron del pueblo lusitano por los terremotos de 1884 y 1885, se adhirieron a sus compañeros portugueses a través del iberista Latino Coelho. La tuna de Salamanca visitó Portugal. Estudiantes portugueses realizaron una visita gloriosa a Madrid. El Ateneo hispano-portugués de Madrid, cuya misión era estrechar las relaciones peninsulares, se engalanó para la ocasión.
Las muestras de solidaridad iberista se extendieron en el ámbito de la cultura y la política. La división equilibrada entre iberistas y anti-iberistas se acentuaba peligrosamente en Portugal. En el primero de diciembre de 1890 tuvieron lugar dos concentraciones pacíficas de portugueses iberistas en la Embajada española, agradecidos a la solidaridad hispana, que incluyeron vivas a España.
En la historia luso-española, los paralelismos asíncronos los hay entre los miguelistas y los carlistas, el fontismo y la Restauración, el salazarismo y el franquismo, etc. Si abordamos el paralelismo desde la geopolítica interna y los golpes de Estado, vemos cómo África fue clave en el golpe republicano de 1910 (Ultimátum), el golpe de Estado de Franco y el Golpe de los Capitanes de Abril. Por cierto, el pronunciamiento de Riego también tiene algún paralelismo con el 25 de abril.
Hay que recordar que el éxito del 25 de abril está en vincular la supervivencia de los soldados -frente a resistencia africana- a un proceso de democratización y de redención nacional para pasar página de los 13.000 portugueses y los 37.000 africanos muertos en los 13 años de guerra colonial. Error que no cayó el franquismo con la pequeña Guinea Ecuatorial. Sin la terquedad de Marcelo Caetano nada hubiera ocurrido. Si este hubiera iniciado una descolonización gradual e irreversible, probablemente la dictadura habría llegado a los años ochenta hasta que se hubiera hecho el harakiri pactado con la oposición. El África lusófona quizá habría tenido menos guerras civiles, alentadas, no obstante, por la guerra no tan fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, con una Sudáfrica también intervencionista. Incluso puede que las islas hubiesen quedado bajo soberanía portuguesa.
Mientras que en 1974 y 1975 se daban en Portugal una secuencia de golpes de Estado a lo largo del proceso revolucionario en curso, una juventud ibérica vivió tiempos admirables, a los que tener sana envidia, donde se divirtieron haciendo la revolución y el amor, experimentando facetas utópicas de gran contenido vitalista. Esta es la mejor parte de la Revolución de los Claveles. La parte más fea es que muchos de esos héroes de los claveles estuvieron implicados en las mortandades de la guerra colonial por obediencia debida. Finalmente, el golpe del 25 de noviembre de 1975 hizo reconducir el proceso a una democracia liberal, bajo la hoja de ruta europeísta (indirectamente iberista en la medida que el continentalismo comenzaba en la Península), que había diseñado Mário Soares bajo la influencia de la socialdemocracia alemana. Pese a lo que diga Enric Juliana, el ala liberal del Estado Novo se recicló en derecha democrática, y Franco -en el ejercicio del poder- se opuso siempre a cualquier tipo de intervención en Portugal, oponiéndose a Hitler y a Kissinger.
Con la Revolución de los Claveles comienza una nueva generación de corresponsales en Lisboa. Aquellos tiempos dorados del periodismo cuando los corresponsales de radio y televisión eran casi embajadores. Estos corresponsales conseguían -más que ahora- informar diariamente de las novedades del país vecino. En breve se cumplen 40 años de un gran evento organizado por Ramón Font: Portugal mais próximo. Un hito para las relaciones luso-españolas en los años ochenta. Lo contaremos la próxima semana en EL TRAPEZIO.
Pablo González Velasco