Iberismo, rechazo y desinterés

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«Cuando hace dos años empecé a hablar del Iberolux, como alianza estratégica y elemento de coordinación entre los dos países, en España la apoyaron dos personas y en Portugal es un tema proscrito. Pero ahora todo ha cambiado, ahora es urgente». Estas son las palabras de Rui Moreira, alcalde independiente de Oporto, en una entrevista dada al periódico La Voz de Galicia.

Rui expresaba la recurrente idea de que en Portugal el «iberismo» está mal visto y en España no hay suficiente interés. Quisiera comentar ambas cuestiones con base en mi experiencia.

¿El iberismo está mal visto en Portugal?

No soy portugués, ni allí habito, pero desde hace 7 años tengo una importante dedicación al tema, que me permite leer y escuchar prácticamente a diario las opiniones sobre iberismo de portugueses de a pie. A la vez viajo frecuentemente a Portugal donde he asistido a múltiples eventos y me he entrevistado con diferentes actores privados y públicos, aprendiendo en el camino la lengua portuguesa. En definitiva, todo ello me lleva a tener la posibilidad de poseer una mirada desde el interior del día a día de Portugal, pero con la suficiente perspectiva que otorga vivir en la capital de España. Desde ese punto de vista puedo decir que el iberismo no está mal visto en Portugal. Lo que me he encontrado es a un sin número de portugueses que expresan su adhesión a la hermandad ibérica y a la necesidad de una mayor coordinación y cercanía. Personas que espontáneamente dicen que es «una pena que Portugal y España no estén unidos», a mí en persona, en actos públicos, o a algunos de mis alumnos Erasmus.

En el mundo virtual he encontrado fervientes partidarios de la cooperación, del hermanamiento e incluso de la unión ibérica sin más. A nivel institucional, durante estos años, se ha firmado el nuevo Tratado de Amistad y Cooperación, que crea estructuras permanentes de cooperación que son:  las Cumbres bilaterales anuales de los Gobiernos, una Instancia de seguimiento de los acuerdos de las Cumbres, Reuniones anuales entre los Ministros de Asuntos Exteriores y Ministros de Defensa para coordinar materias estratégicas de seguridad y defensa, Cooperación parlamentaria hispano-lusa, y Mecanismos estructurados de diálogo entre las sociedades civiles y los interlocutores sociales de ambos Estados. Muy importante también es la Estrategia Común de Desarrollo Transfronterizo, que es un ambicioso plan de integración ibérica que abarca no sólo la Raya fronteriza, sino un área de en torno a 100 km a ambos lados.

Por tanto, de manera mayoritaria, ni a nivel ciudadano, ni institucionalmente, el iberismo está mal visto. Sin embargo, Rui Moreira dice lo que dice por algo. ¿Tema proscrito? Rui no utilizó el término iberismo, sino que simplemente habló de hacer cosas que ya se están haciendo; avanzar hacia algo parecido al BENELUX en la península ibérica. En mis experiencias también he visto cosas así, una vez al hablar de federación ibérica, un cargo público me indicó que era una expresión maldita; también me expresó la negativa de «algunos responsables» a profundizar en cooperación educativa. En el movimiento civil he observado sobrevolar frecuentemente el miedo de los iberistas portugueses a ser tachados de «traidores». Generalmente estos «acusadores» hablan de la intención oculta del iberismo de la absorción de Portugal por parte de España, de manera que se despierta la pasión nacionalista basada en el combate frente al enemigo. Es obvio, aunque siempre hay que insistir, que el iberismo del Siglo XXI, lo que busca es una relación de cooperación lo más profunda posible dentro del marco de la Unión Europea, sin renunciar a que la evolución histórica pueda llevar a una integración gradual de los países a través de procesos democráticos y soberanos.

Por tanto, el iberismo en Portugal no está mal visto, pero aún entre los iberistas hay prevención ante la posibilidad de intenciones anexionistas y uniformadoras.

La otra cuestión latente es: ¿Hay desinterés hacia el iberismo en España? La contestación, siempre desde mi experiencia, más directa que me viene a la cabeza es que efectivamente hay poco interés, pero por desconocimiento. La población en general en España tiene una gran simpatía hacia Portugal, suele conocer el país por viajes turísticos y son proclives a la cooperación, pero el iberismo histórico es desconocido y de cooperación moderna se sabe poco. Sobre una posible integración con Portugal existen diversas opiniones, la mayoritaria es la de considerarla como una utopía positiva. En el ámbito institucional, se observan los avances ya mencionados del Tratado de Amistad y la Estrategia Transfronteriza, y buena disposición y voluntad por parte de los responsables, pero como reflejo de la sociedad, un grado de conocimiento de la idiosincrasia de las relaciones ibéricas y de la lengua portuguesa muy bajo. En las Comunidades Autónomas, la cooperación en Galicia y Extremadura se encuentra más avanzada, mientras que Andalucía y Castilla y León van a la zaga. Los medios de comunicación prestan escasa atención a Portugal y casi ninguno aplica una perspectiva ibérica, tratando las relaciones con Portugal como tratan la de cualquier otro país tercero del ámbito europeo. Tampoco se aprende portugués, en parte porque las administraciones no lo promueven y en parte porque la obsesión por el inglés suele eclipsar cualquier otro aprendizaje de lenguas. Como vinimos insistiendo, aprender portugués es una gran oportunidad para los hispanohablantes, por la universalidad y por la cercanía de la lengua con el castellano.

En términos sencillos y a modo de conclusión: la cuestión ibérica e incluso el iberismo, en cierta medida, es un elemento presente en el debate político en Portugal, con una población mayoritariamente a favor de una más profunda integración ibérica, que paradójicamente convive con la existencia de una expresiva y enérgica minoría contraria que condiciona al resto, limitando las manifestaciones públicas de adhesión a ideas iberistas.

En España el debate está menos vivo, pero una gran mayoría desea la mayor cooperación posible con Portugal y ve con simpatía, aunque desde una perspectiva utópica, una hipotética unión política.

El avance del iberismo pasa por vencer ciertos condicionantes en Portugal y por una mayor dedicación y conocimiento en España. Pese a todo se ha avanzado muchísimo y el camino es el adecuado; quizá lo que falta es poner un nombre oficial al proceso de integración ibérica, el IBEROLUX que Rui Moreira puso sobre la mesa y que el movimiento iberista ha definido con una expresión que está ganando muchas adhesiones: Alianza Ibérica.

 Pablo Castro Abad

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