Oliveira Marques, promotor de la Liga Iberista Portuguesa (1976)

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El prestigioso historiador António Oliveira Marques (1933-2007) tuvo un papel protagonista en la historia del movimiento iberista, concretamente en 1976. En ese año Oliveira Marques era director de la Biblioteca Nacional de Portugal,​ catedrático de la Universidad Nova de Lisboa y masón influyente. Amigo del por entonces nuevo primer ministro Mário Soares, quiso relanzar el iberismo. Es la época del tándem ibérico Soares/Suárez.

Ramón Villares comenta, en su reciente libro Repensar Iberia: del iberismo peninsular al horizonte europeo (2024), que en 1976 en La Vanguardia se hablaba del “rebrote del iberismo”. Villares identifica al “principal promotor de aquella Liga [Iberista Portuguesa]: el historiador Oliveira Marques, que publica a partir de 1975 varios artículos en el semanario Expresso sobre la Unión Ibérica que, además de en Portugal, tuvieron algún eco en Galicia, según se advierte en la correspondencia de Manuel Rodrigues Lapa con sus amigos gallegos y, de forma especial, en Cataluña”. También estableció interlocución con Madrid, ciudad que -por otro lado- admiraba. De aquella Liga se conserva su manifiesto, un reportaje televisivo y alguna documentación.

El iberista Oliveira Marques se carteó con el anti-iberista confeso Hipólito de la Torre Gómez. Ninguno de los dos consiguió convencer al otro. Según De la Torre, Marques tenía una “admiración ponderada y reconocimiento de la común estirpe ibérica”. Una lástima que Marques no encontrara interlocutores iberistas a su altura, porque se perdió una gran oportunidad.

Mário Soares, en 2007, diría que “naquela época conturbada [1975-1977], apesar das minhas ocupações políticas absorventes, encontrei várias vezes Oliveira Marques e discutimos as suas ideias iberistas. Eu estava de acordo, quanto ao fundo, mas naquele especial e delicado momento político, não me parecia oportuno nem politicamente conveniente levantar essa questão. Os tempos passaram. Oliveira Marques produziu um trabalho imenso de investigação histórica, publicando livro atrás de livro. Sem abandonar a veia de medievalista, ocupou-se da história da expansão portuguesa (em parceria com Joel Serrão, meu querido Amigo e colega de Universidade) e da história da I República, do Estado Novo e da Maçonaria, tendo sido grão-mestre adjunto do Grande Oriente Lusitano. Recentemente vi-o duas vezes, estava Oliveira Marques já muito doente. Quando o visitei na sua belíssima casa, envolvida numa moldura preciosa de livros, com uma vista única sobre o Tejo e o mar da Palha. Na presença do seu fiel amigo e colega, Professor João Alves Dias, voltamos a falar das suas concepções iberistas, linha que vinha de Antero e Oliveira Martins, passando pela I República portuguesa e a II espanhola, até à guerra civil. O momento parecia-me o mais propício a renovar um bom e útil debate. Mas Oliveira Marques, muito cansado, pareceu-me incapaz, por estar desinteressado, de o reabrir”.

Considerado uno de los grandes historiadores portugueses contemporáneos, desde 2013 cuenta con una calle en Lisboa en su homenaje, que fue inaugurada en junio de 2017 en la Ciudad Universitaria. También da nombre a una escuela y un parque en São Pedro do Estoril, donde nació.

Sabíamos que el sector de la cultura y la literatura era un sector fértil en tierras portuguesas para el iberismo, pero lo que no éramos conscientes es que, frente a la historiografía nacionalista, había un sector de historiadores iberistas, al menos metodológicos, bastante potente, entre los que se encuentran, además de Oliveira Marques, Oliveira Martins, José Mattoso, Paulo Varela Gomes, Veríssimo Serrão, Manuela Mendonça, etc. En relación a los conflictos con España, incluso el nacionalista José Hermano Saraiva es honesto en su narrativa histórica. El más problemático es Luís Augusto Rebelo da Silva.

MANIFIESTO DE LA LIGA IBERISTA PORTUGUESA

Tras el fin del Proceso Revolucionario en Curso, en el marco de una cierta desafección y desorientación política, se lanza el 29 de abril de 1976 el manifiesto de la Liga Iberista Portuguesa, donde europeísmo e iberismo son sinónimos de prosperidad económica: “Después de cinco siglos de expansión ultramarina, Portugal se ha reducido a una dimensión estrictamente europea”. En el manifiesto hay un ánimo de rehabilitación del término iberismo y de resignificación pluralista. En el seno del movimiento había una pluralidad de propuestas territoriales, cuyo denominador común era la aproximación de España y Portugal. Su dirección defendía no disolver a Portugal ni las identidades regionales españolas. Este iberismo portugués tuvo una conexión catalana que se denominó lusocatalanismo, en el contexto de la Revolución de los Claveles y el impulso de lusófilos y anarquistas catalanes.

Oliveira Marques era partidario de una asociación ibérica, un iberismo aliancista, de contenido favorable a la “autonomización” de las regiones españolas, que no comenzará hasta años después. Recordemos que en 1976 ni siquiera había llegado Tarradellas a España.

El manifiesto matiza que “asociación, sin embargo, no significa unión, y mucho menos unidad. Conviven, en la Liga, partidarios de la formación de un estado político ibérico, y los defensores de uniones parciales y graduales, de tipo económico por ejemplo. Incluso para los que abogan por un estado político, son variadas las formas que se pueden admitir: federación, confederación, una unión de Estados o cualquier otra que la experiencia histórica y la coyuntura formulen. Lo que todos exigen es que esa unión se realice en términos de asociación de nacionalidades –la portuguesa, la castellana, la catalana, la gallega, la vasca– y no en función de un estado portugués vinculado a un estado español. La Liga Iberista es consciente de que un vínculo de ese tipo sería perjudicial para la individualidad de la nación portuguesa y por tanto lo rechaza. La Unión Ibérica siempre tendrá que pasar por la autonomización de las actuales naciones integradas en el estado español”.

En origen, el federalismo iberista portugués era nacionalista ibérico, es decir, tenía la finalidad de construir un Estado-nación ibérico. Al perder ese objetivo nacional ibérico, aunque se reconoce que parte de la Liga sí lo tenía, queda el dilema del proyecto de la Alianza dualista de Estados y el proyecto de confederación ibérica de regiones. No obstante, debemos situarnos que era la época del Estado centralista franquista. No existían las autonomías. En ese marco es natural pedir un reequilibrio geográfico de poderes peninsulares y españoles. Ahora bien, tras la descentralización española, defender una confederación ibérica de nacionalidades tiene más que ver con un paso previo instrumental hacia el independentismo hispanófobo que con una fraternidad iberista con viabilidad geopolítica. En cualquier caso, implícita e inconscientemente, el marco ibérico hace siempre más daño al separatismo que al unionismo.

La confusión de autoidentificarse como región cultural ibérica y/o Estado-Imperio es natural en Portugal, por su historia y por la de las Españas. Evidentemente hablamos de su historia anterior a los Estados-nación, puesto que en cuanto tal: Portugal y España son contemporáneos y beben de Cádiz. Perder de vista su derecho histórico de Estado-Imperio es rebajar a Portugal directa o indirectamente a Comunidad Autónoma. Este dilema está superado con la Alianza geopolítica dualista luso-española de Estados y las cooperaciones económicas y culturales interregionales (entre Portugal y el sistema autonómico español casi federal).

En la Liga Iberista Portuguesa también participó el filólogo Manuel Rodrigues Lapa. Favorable a olvidar viejos agravios y ser buenos amigos entre ibéricos, se percibe una voluntad de superar la hispanofobia, sin menospreciar un hipotético y virtual peligro castellano. Las ocurrencias de configuraciones territoriales no sólo existen hoy en día en internet, ya existían en la época: es lo que llamamos iberismo naíf de buena voluntad. No obstante, está justificado porque era un momento de cambio y su voluntad iberista no deja de ser meritoria en una generación educada en la feroz hispanofobia salazarista, a pesar de la alianza entre ambos regímenes.

El manifiesto dejaba claro quepara nosotros, portugueses, al iberismo corresponderá la nueva fase de nuestra historia, cuando están muertos y enterrados los Imperio exteriores, de Asia, de América y de África. Reencontrados en nuestra dimensión europea y nuestro espacio original, será con él y para él que conseguiremos finalmente una racional y fructífera exploración de nuestra tierra, que nos quedemos en lugar de emigrar, prosperar y desarrollar nuestras potencialidades de cultura, en el nivel de nuestros compatriotas europeos”. Incluso con la UE, vemos como todavía está por cumplir el objetivo de quedarse en lugar de emigrar.

BREVE HISTORIA DE PORTUGAL

Entre las obras de Oliveira Marques, destaca la Breve História de Portugal, que acaba de alcanzar su 12ª edición en marzo de 2023. La primera es de 1995. Desde 1972 ya venía publicando grandes compendios de diferentes épocas de la historia de Portugal. Así comienza su Breve História de Portugal: “Não faz hoje sentido falar de uma unidade do território português baseada em condições naturais ou de uma individualidade geográfica de Portugal dentro do conjunto da Península Ibérica”. Esta geografía, obviamente, no determinaría necesariamente una unión política ibérica.

Sobre la unión dinástica ibérica (1580-1640), Oliveira Marques considera que fue muy buena para intensificar el comercio entre los mundos portugués y español, destacando la estabilidad monetaria lusa: “Pela segunda metade do século XVI, um tráfico intenso ligava Sevilha e Lisboa. Até finais da década de 1620 ou começos da de 1630, a prata era abundante em Portugal e regularmente amoeada pela Casa da Moeda de Lisboa. Havia menos ouro mas sem que, na verdade, se pudesse falar em escassez”. Marques argumenta que la ausencia de la Corte en Lisboa hizo que se incrementara el poder de la nobleza rural y que Lisboa perdiera vigor cultural. También explica que los jesuitas apoyaron la causa de la independencia, mientras que la Inquisición estuvo del lado hispánico. La burguesía comercial, entre los que había cristianos nuevos, fue la gran beneficiada de unión, aunque siempre los Felipes fueron generosos con la vieja y nueva aristocracia.

Marques reconoce que la unificación de Iberia es anterior a la aspiración unificadora compartida por Castilla, Portugal y Aragón: “Seria um erro supor que a união ibérica constituía apenas desejo e capricho de um pequeno grupo de cabeças coroadas: tornara-se também económica, social e culturalmente viável”, siendo 1580 más un punto de llegada que de partida como así creía Vitorino Magalhães Godinho.

Afirma que, aunque la influencia cultural de Castilla fue más poderosa en Portugal que viceversa, España no quedó “inmune a la influencia portuguesa”. “Varios autores españoles eran también bilingües y escribían en portugués”. Califica el trabajo del equipo de Felipe II, en el camino de convertirse en rey de Portugal, como “excelente”. “União ibérica não quis dizer perda de identidade. É interessante verificar que Felipe II repetiu, em relação a Portugal, o que seu avô D. Manuel fizera em relação a Espanha em 1499”. Sobre los históricos agravios contra Castilla y la orfandad de un rey exclusivamente portugués, “não há dúvida de que a excelente administração de Filipe I (com poucas perseguições políticas) soube minorar o problema e resolvê-lo até por muito tempo”. Igualmente consideró a Cristóbal de Moura “a melhor garantia da autonomia portuguesa”.

A partir de 1620 se empezaron a torcer las cosas con la crisis económica del Imperio hispánico y el incremento de las persecuciones. Sostiene que Francia estimuló las revueltas portuguesas. Es interesante su punto de vista sobre la elección del Duque de Braganza por parte de Olivares como gobernador militar. No lo ve como una ingenuidad o cesión, sino como una forma de quemarle, de hacerle impopular ante su pueblo. No le salió bien la jugada.

A partir de 1848, Marques afirma que la cuestión más importante que afectó a las relaciones exteriores de Portugal “durante algum tempo e com fundas implicações de ordem política, foi a do iberismo, ou seja, a união dois Estados da Península. Aspiração datando de séculos e alimentada, no passado, por qualquer dos países”, a pesar del distanciamento desde 1640. “O duque de Saldanha mostrou-se, durante algum tempo, um partidário convicto do iberismo, sendo provável que a sua tomada de poder, em 1870, tivesse por detrás alguma participação espanhola”. “A muitos intelectuais portugueses, incluindo grande número de republicanos, atraía-os o sonho de uma união ibérica como remédio para o atraso em que se debatiam as duas pátrias e a aurora de uma nova era de grandeza para os ‘hispânicos’ unificados”.

En el siguiente vídeo podemos ver a Oliveira Marques leyendo el manifiesto de la Liga Iberista Portuguesa en un momento en el que pudo haber más oportunidades reales de lo que parece. Por tanto, 1976 también pasó a la historia como un año iberista.

Pablo González Velasco

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