Se puede decir que hoy día la mayoría de votantes y militantes del primer chavismo (de Chávez) está hoy en posiciones críticas contra el madurismo y en gran medida votan a la oposición. Recordemos que la primera hornada de antichavistas y antimaduristas salieron del país y no pudieron votar. Es la vieja historia de la revolución devorando a sus hijos. El voluntarismo nos lleva a la plaza sitiada, y ésta a la reducción progresiva del pluralismo, primero de los otros y después de los nuestros.
Voy a dar dos nombres importantes del chavismo anti-madurista que apoyó la candidatura de Edmundo González: Walter Martínez, mítico periodista del programa de televisión Dossier, con el que muchos nos formamos en geopolítica. Y Andrés Izarra, exministro de Comunicación de Chávez y exdirector de Telesur, que ha denunciado un autogolpe. Hay, entonces, varias oposiciones que, dado el nivel de agotamiento del régimen acaudillado por Maduro, están cada día convergiendo más. Los rostros y los barrios, de donde salen los manifestantes y entran las policías y los Colectivos a hacer redadas, evidencian la incorporación de la base popular al movimiento de oposición. Un buen final para Maduro sería que en una aparición final en la televisión parafraseara la célebre frase de Estanislao Figueras: “Señores, voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros”.
En mi opinión, se dan las condiciones para una Revolución de Capitales a la portuguesa en Venezuela. En este caso sería un contragolpe para restaurar el orden constitucional bolivariano en nombre de Chávez y del mandato democrático, y en contra de Maduro y Padrino. Podrían copiar el método luso: canciones en la radio como señal previa, columna de tanques hacia Miraflores, la sede del Sebin y el Ministerio de Defensa. Falta un valiente (Salgueiro Maia), un comandante operacional (Otelo de Carvalho) y un militar de prestigio (António de Spínola). Me consta que Padrino no saca militares a las calles por si las bayonetas se dan la vuelta.
Sobre la madre de los pleitos electorales, diré lo siguiente. Independientemente de la desconfianza entre las partes y la presión externa, los tribunales, comités o juntas electorales de todo el mundo tienen la obligación producir y custodiar las pruebas previstas en la ley para quien eventualmente reclame. Lo que se cuestiona en Venezuela no es la parte técnica, sino la divulgación del resultado. Mi hipótesis es que el hardware y el software electoral venezolano es tan bueno que ni siquiera el Gobierno ha podido manipular las actas al menos en los primeros seis días. Es invulnerable a ataques informáticos porque no utiliza internet. Lo que se ha manipulado es el pronunciamiento a la prensa de unos supuestos resultados. Por otro lado, la oposición ha hecho un jaque mate gracias a los nuevos móviles que permiten fotografiar los tickets (boletines) de las urnas y subir rápidamente a internet. Todo ello en colaboración con muchos soldados que formaban parte de la organización de las elecciones.
Vale la pena reflexionar -desde una ética política de las consecuencias- en torno a una dudosa virtud de mantener posiciones numantinas. El quijotismo de pequeños países contra las sanciones de Imperios está vacío si no tiene medios para compensar el daño. Por tanto, el suicidio no es meritorio. Substituir al dueño de la colonia tampoco. Y, francamente, para substituir la oligarquía tradicional por otra oligarquía más reducida,… para ese viaje no se necesitan alforjas. Si no se tiene musculo económico para resistir y sobreponerse a las sanciones de un Imperio, entonces es mejor tener otro tipo de estrategias para no condenar a tu propio pueblo.
La dignidad tiene que ser una estrategia constante a largo plazo, no simplemente plantarse. No hay que comprar una pelea cuya consecuencia es el empobrecimiento a todos los niveles, también en el cultural una vez superado un inicial fervor. Es mejor torear y diversificar al Norte junto a vecinos del Sur. PDVSA es un ejemplo paradigmático del aumento de la decadencia y de la dependencia extranjera. Todo esto es consecuencia de ese aventurerismo por un soberanismo retorico sin respaldo económico interno. Tendrá primos de zumosol, que algo hacen por disuadir a terceros y por proteger a la élite del régimen, pero no es suficiente para modificar la realidad. Por ejemplo, Brasil tiene buenas relaciones con todos los bloques porque tiene un mínimo umbral de poder para poder negociar, por eso para los países hispanoamericanos es fundamental la integración. Hay que decir también que Rusia puentea a Brasil en sus relaciones con Venezuela, siendo América del Sur el espacio natural de liderazgo brasileño.
La lógica antiimperialista no puede justificar todo. De hecho quien usa ese lenguaje, mira a otro lado o defiende otros imperios. El “pueblo” es un instrumento. Para algún perdido, le recuerdo que Vietnam socialista invadió la Camboya de los Jemeres Rojos. ¿Con quién estaría esta gente? Estos deberían ser claros y decir: “apoyo la permanencia de Maduro independientemente del resultado”. La concepción revolucionaria está mucho más cercana a la escatología religiosa que un materialismo eficaz para las clases populares. La culpa es siempre de los otros porque la superioridad moral rellena los sesgos y la falta de resultados. El apoyo de un verdadero leninista es al mantenimiento del poder, aunque haya perdido las elecciones. Al fin y al cabo, la represión de una minoría contra la mayoría es ya un arte asumido en el tradicionalismo rusosoviético (llamado comunismo), siguiendo el ejemplo de Wojciech Jaruzelski. Ahora bien, reducir la política a la política del Ministerio del Interior en un juego del gato y el ratón, dedicando recursos a la represión y no a la economía, es algo así como autosancionarse. El antimperialismo revolucionario es otra autosanción porque convierte al país en vulnerable primero y después en dependiente de Rusia.
Muchos de los superdefensores, hasta hoy, de la Revolución Bolivariana en privado reconocen el desastre. Soy testigo. El razonamiento cínico es que es mejor equivocarse con el partido que acertar fuera de él. Entonces siempre será mejor un régimen antimperialista que una democracia liberal. Esto no es cierto: es perfectamente posible convertir una utopía revolucionaria en un estado de cosas mezcladas entre un régimen político cuartelario y una sociedad civil anarquizada, sin remontar la escasez debida a factores internos o externos. No es este el caso chino que tienen un pacto social que todavía cumplen en términos de orden y progreso.
Maduro, si hubiese ganado limpiamente, habría realizado ya un gran acto de propaganda, publicando todos los boletines de las urnas en Twitter, para ganar apoyos perdidos y aislar la oposición. Centrarse en criminalizar a la kale borroka es crear un muñeco de paja. Proclamarse presidente, en un evento que en Brasil tarda mes y medio, más si cabe cuando hasta 2025 no será el inicio del mandato, es reconocimiento de culpa. ¿La urgencia de proclamarse vencedor sin datos desglosados ni completos y sin mostrar el boletín número 1 es porque el Imperio le acosa? Sinceramente, creería antes que hay infiltrados de la CIA en el madurismo para cometer esas torpezas comunicativas.
El chavismo podría haber tenido éxito si se hubiese concentrado en un proyecto pragmático de integración regional y de fusión entre países hispanos. El PSUV tiene la oportunidad de reformularse y estar un tiempo en la oposición. Lo primero que tiene que aprender es que la ideologización de las masas no puede ser permanente y además tiene que ir de la mano de la elevación del nivel de vida. La gente se cansa de la política maniqueísta y hueca. La mezcla de ingenuidad, deslumbramiento y sectarismo crean profunda ceguera, a veces desde voluntades mayoritariamente humanistas, aunque no exentas de odio.
Si falla todo lo pacífico, al final habrá un bloque de búsqueda contra Maduro, contra Elvis Amoroso y Vladimir Padrino. En ese caso sería importante una fuerza de interposición militar colombo-brasileña, para garantizar una transición pacífica sin Maduro ni revanchismos. México, Brasil y Colombia tienen que profundizar la tutela del régimen y de la transición venezolana, alejando a Rusia, Cuba y Estados Unidos. Por su bien, es mejor que Maduro empiece a obedecer al tripartito México-Colombia-Brasil antes que a Rusia. Cabe ahora reivindicar la amnistía para todas las partes, como en la transición española o brasileña, y esperar a que surja un Adolfo Suárez del régimen.
Si el chavismo durante un tiempo fue un elemento de integración regional, reducción de la pobreza y ascensión social, hoy no hay nada de esto y no sólo por el precio del petróleo o las sanciones. Hay más gente en contra que a favor, tanto en términos geopolíticos regionales como internos. Ahora toca evitar una guerra civil, una pax madurista y una nueva hegemonía política subordinada a Estados Unidos.
Nunca fui a Venezuela, aunque sí pude hablar y estrechar la mano a Hugo Chávez cuando estuvo en Madrid en 2004. Lamento el estado de cosas al que se ha llegado. Lamento que una persona como Walter Martínez, que nos enseñó lo que eran los BRICS mucho antes de que se pusieran de moda, ya no pueda comenzar aquellos programas, con un planeta tierra de fondo, diciendo: “Saludo amigos, tripulantes de nuestra querida contaminada y única nave espacial la misma que desde la última vez que nos vimos por estos medios ha dado otra vuelta sobre su eje imaginario y por supuesto sigue generando acontecimientos en pleno desarrollo”. A veces en pleno directo, valiéndose de conexiones a canales internacionales y un mapamundi, otras veces con entrevistas, Walter nos hacía un análisis de coyuntura internacional en tiempo real, que me hizo mucha compañía viviendo en Inglaterra y Brasil, aunque no siempre estaba y estoy de acuerdo con él. Me despediré con su despedida de los viernes: “¡Gracias a Dios es viernes! Shabat Shalom, Salam Aleikum, Pax Vobis. Los queremos el lunes. No ingresen en la estadística”.
Pablo González Velasco