Europa no era esto

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Hace nada estábamos especulando con la creación de un espacio único de convivencia que diera paso al sueño iberista y hoy las fronteras físicas desmanteladas se ha vuelto a levantar para impedir la libre circulación entre portugueses y españoles. Primero fue António Costa quien decretó el cierre de las fronteras para el turismo español, y después fue Sánchez quién cerró los pasos con Portugal, Francia y Marruecos.

Cierto es que se trata de una emergencia sanitaria y que poco a poco los demás países de la Unión Europea hacen lo mismo. Francia, Alemania, Grecia… en unos días, habremos retrocedido décadas a la época anterior a los Acuerdos de Schengen de 1984, firmados en 1990 y en vigor desde 1995. Personalmente, creo que es un triste y rotundo fracaso de la Unión. Desde mi perspectiva, no hay mucha diferencia con el cierre de fronteras mediante el cual impedimos la llegada de refugiados sirios desde Turquía hasta nosotros usando a Grecia de escudo. La semana pasada se sumaron 100 efectivos a los 500 agentes ya existentes allí del cuerpo europeo de fronteras FRONTEX para impedirlo. Agentes de diferentes países la integran independientemente de dónde actúen porque al compartir la responsabilidad hacia las fronteras con el exterior se refuerza la idea de que dentro ya no las hay. Sin embargo, hoy en nuestras carreteras la GNR o la Guardia Civil volverán a impedirnos el paso sin autorización expresa.

Como si entre Tui y Valença hubiera más distancia que entre Vigo y Madrid. Aunque el Estado de Alarma decretado en España —en el momento de escribir esto— restringe los movimientos internos de los ciudadanos, aún no prohibe el tráfico total y oficialmente no se cierran las fronteras entre comunidades autónomas. Porque son del mismo país y el virus no entiende de mapas.

Con esta crisis, insisto, vamos a descubrir que la Unión Europea sigue siendo un acuerdo comercial y económico en el que los pueblos tienen poco que decir. Y los políticos siguen teniendo la mente en otra época. No solo no ha habido una gestión de la pandemia coordinada por ningún organismo de la Unión o Consejo de Europa. Es que según ha ido llegando la solución sigue sin ser colectiva y se opta por un sálvese quien pueda en su propio país.

Pero además de ser ambos integrantes de esa UE, España y Portugal tienen acuerdos bilaterales y clara vocación de trabajar juntos. Esa vocación debería haber sido invocada desde el principio, y coordinar más y mejor la situación. Algo se ha hecho, en términos de consultas entre gobiernos, pero se me antoja insuficiente. En defensa de los portugueses, no podemos pedirles lo que los gobiernos autonómicos españoles no han hecho tampoco entre sí. Pero la realidad siempre supera la ficción y por supuesto a los políticos. En un contexto en el que los ciudadanos de Porto y Vigo intercambian aeropuerto como si fueran el mismo en función de las conexiones, horarios o compañías aéreas que más les convienen sin acordarse de que país es cada uno, es ridículo que se vuelva a mirar el pasaporte. Y cuando ha habido emergencias como los incendios forestales, tampoco hemos esperado a que el fuego se quedara al otro lado de la raya.

Y algo de hipocresía hay cuando se cierran los accesos principales (como la autovía que pasa por Badajoz) pero se mantienen abiertos nueve pequeños pasos en una nueva “ruta de los contrabandistas”, llamada así por servir precisamente en tiempos pasados de cierre de fronteras cómo vías de comunicación para el estraperlo.

La Unión Europea no era esto. Si no lo corregimos para el futuro inmediato, daremos la razón a los que votaron sí al Brexit. Pero que la unión más allá de los Pirineos sea tan difícil, no debería desmotivarnos para continuar con nuestro proceso paulatino de cooperación e intercambio entre ambos pueblos.

 

José Carlos León es publicitario, profesor de marketing y escritor. Autor de El Buen Capitalista (2019), Change Marketers (2014), La Publicidad Me Gusta (2012) y Gurú Lo Serás Tú (2011).

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