“Me siento muy honrada después de recibir la Gran Cruz de la Orden de Cristo y de manos de Su Excelencia el Presidente de la República Portuguesa, Marcelo Rebelo de Sousa. Que mi primera visita oficial como Princesa de Austrias haya sido a Portugal es no sólo una alegría, sino un deseo cumplido de poder estrechar la unión sincera y fructífera de nuestros dos países. Sinto-me em casa e com estas palavras quero transmitir-vos todo o meu amor e gratidão”. Este fue el mensaje que escribió la princesa Leonor el pasado 12 de julio en el libro de honor del Palacio de Belém, en su primera visita oficial a otro país como heredera al trono de España, tal y como hizo su padre en 1991, en la época de la presidencia de Mário Soares, aunque el viaje de Felipe fue más amplio.
Entre gritos de “¡Portugal, España!” en las calles próximas al Palacio donde reside el presidente de la República, y pedidos de selfies, más tarde, de niños y mayores, Leonor cumplió exitosamente con su primera misión diplomática, cargada de un simbolismo histórico que no todo el mundo ha sabido apreciar, especialmente entre un periodismo político español apegado a la actualidad.
La princesa visitó solemnemente el Monasterio de los Jerónimos, obra entre otros de Juan de Castillo, depositando una corona de flores en la tumba del mayor poeta de lengua portuguesa: Luís de Camões. Una lengua que Leonor pronuncia razonablemente bien, aunque todavía le falta un poco de práctica hasta llegar al buen de catalán que posee.
Existen dos motivos de la excelente recepción portuguesa a la princesa Leonor: 1) El deslumbramiento por lo monárquico de la sociedad portuguesa y con más intensidad en la persona de Marcelo Rebelo de Sousa. 2) El interés amistoso permanente, sincero y respetuoso, de los últimos borbones españoles por Portugal, desde el exilio de Don Juan, pasando por los reinados de Juan Carlos I y Felipe VI.
Primero abordaremos el primer aspecto y después el segundo.
Han pasado sólo 114 años desde que Portugal es una República. En términos históricos, poco tiempo en comparación con los siglos de dinastías del Reino de Portugal. Aquel truculento final de la monarquía no supuso el fin de los valores aristocráticos. A medida que pasaban los años, el peso y el poso de la historia se evidenció y se evidencia en un cierto interés e inclinación de los portugueses por asuntos monárquicos. Suele ser recurrente que portugueses pregunten a españoles por la familia real o sean consumidores de prensa rosa portuguesa y española, muy atenta a los cotilleos aristocráticos.
Una especie de saudade, que no significa que vaya a traducirse en posibilidad política de una recuperación de la monarquía. Ante la falta de la propia, se canaliza a través de un interés por las monarquías de España y el Reino Unido. No obstante, a medida que se va reduciendo el prejuicio contra España y España va mostrando más consideración por Portugal, la hermandad histórica de España y Portugal se desarrolla con mayor naturalidad, conciencia y beneficio mutuo. En términos futbolísticos, vemos un hecho insólito como que Portugal tenga un seleccionador español. Una novedad es la actitud ante la final de la Eurocopa entre Inglaterra y España. Hace unos años quizá los portugueses estarían más divididos, hoy podemos decir que, a pesar del raca-raca de la “alianza más antigua del mundo”, los portugueses han animado y han cantado los goles de España.
Se echa de menos lo que no se tiene. De ahí los monárquicos republicanos españoles y los republicanos monárquicos portugueses. Es, bajo este prisma, que podemos analizar la visita de Leonor, que tuvo una enorme repercusión en Portugal con transmisiones televisivas en directo, noticias de portada en prensa escrita y niños en la calle queriendo hacerse fotos con ella. En España, los enviados de las revistas de papel cuché sí dieron la relevancia debida a la noticia, pero la prensa convencional no dio tanta atención.
El interés de la familia real por Portugal se manifiesta en lo institucional y lo privado. Pilar Eyre lo confirmó en una entrevista al Diário de Notícias: “Felipe e Letizia também costumam ir incógnitos às quintas dos seus amigos”. Don Juan vivió 36 años en Lisboa (1946-1982) en las casas Vila Papoila, Bel Ver, Casa da Rocha y Vila Giralda, en el triángulo dorado de Estoril-Cascais-Sintra, adaptándose muy bien porque la bahía de Cascais le recordaba a Santander, donde solía navegar.
Juan Carlos viviría cuatro años seguidos (1946-1950) en Portugal, escolarizado en el Colegio Amor de Deus en Cascais donde había algunas monjas españolas, aprendió portugués y mejoró su español. A partir de 1950 estudiará en España, pero aún así pasará largas temporadas en Portugal.
En 1977, Don Juan abdica en su hijo y en 1982 abandona Portugal para instalarse en Puerta de Hierro (Madrid). Hasta sus 14 años, el príncipe Felipe disfrutará de temporadas veraniegas inolvidables en Estoril, como ha declarado. Cuando muere Don Juan en abril de 1993, Mário Soares asiste al funeral, establece un día de luto y recuerda que se quedó en Portugal durante la Revolución de los Claveles, lo que fue para el socialista portugués un gesto para la estabilidad de Portugal. En 1997 inauguraron un monumento en su honor en una rotonda de Estoril. En reciprocidad diplomática y afectiva, Felipe VI encabezó la delegación española al funeral de Mário Soares en 2017.
Don Juan fue muy escrupuloso para no meterse en asuntos internos con Portugal. Sorprende que no haya un pensamiento más elaborado sobre la hermandad ibérica. No obstante, el dominio de la lengua portuguesa, con acento en el caso de Don Juan, y casi sin acento, por parte de Juan Carlos, puede haber ayudado en las relaciones hispanolusas, y en el caso del reinado de Juan Carlos, seguramente favoreció, como un elemento más aunque no fuera decisivo, en la inclusión de Portugal y Brasil en el espacio iberoamericano desde 1991 con la primera cumbre.
En los discursos de Juan Carlos sí que se destaca una postura favorable a una mayor comunicación entre ambos países, desde una postura de respeto y de deuda familiar con ese país. Algo que su hijo, Felipe VI, ha reafirmado con un discurso favorable a potenciar el espacio iberohablante, explicitando el término “iberofonía”. Asimismo, el rey no necesita pinganillo con el portugués y se defiende hablándolo en discursos y breves conversaciones.
No ha existido mejor momento y persona en la Presidencia de la República portuguesa para iniciar la carrera institucional y diplomática de la princesa Leonor. Se trató, obviamente, de una visita pedagógica de reconocimiento mutuo, entre Portugal y la princesa. Marcelo Rebelo de Sousa ha sido el gran “padrino” de Leonor para este bautismo diplomático. Fue presidente de la Fundación Braganza (que gestiona los bienes de la herencia de Manuel II de Portugal, rey en el exilio). Se trata de un monárquico en el armario que le hubiese gustado ser rey antes que presidente, pero eso no lo puede decir y está fuera de la agenda política y de los derechos dinásticos.
En relación a la princesa de Leonor, quedan pendientes viajes a Estoril, a la Fundação da Casa de Bragança, a la Raya, a Tomar, a Oporto o a Coímbra. Habrá tiempo por delante para dar contenido a lo que su “padrino” Marcelo Rebelo de Sousa espera, tal y como afirmó el presidente en el brindis, que la amistad entre Portugal y España sea “para siempre”: una “eterna e indeleble alianza”.
Pablo González Velasco