El estudio de las variedades lingüísticas de la frontera luso-española tiene ya un largo recorrido académico. A estas alturas del siglo XXI son conocidas –y, en ciertos ámbitos, reconocidas– las hablas asturleonesas y galaico-portuguesas esparcidas por gran parte de la Raya. Así, el mirandés tiene reconocimiento oficial en la Tierra de Miranda do Douro desde 1999 y a fala del Valle del Jálama (Val de Xálima) está declarada como Bien de Interés Cultural por la Junta de Extremadura desde el año 2001. Otras, si bien amparadas por distintos organismos internacionales, se encuentran más desprotegidas y en claro peligro de extinción, como las variantes asturleonesas de la antigua región de León y de Extremadura o el portugués de la misma región extremeña.
Este último –portugués rayano– podría subdividirse a su vez en tres grupos según el profesor Carrasco González (Universidad de Extremadura). Por un lado, tendríamos el ferrereño (Herrera de Alcántara) que respondería a una modalidad portuguesa de carácter arcaico –hablado por repobladores portugueses del siglo XIII– y cuyo ámbito territorial abarcó toda la tierra de Valencia de Alcántara durante el periodo tardomedieval. De otro lado, un portugués más moderno, con origen en el siglo XVIII, en las pedanías rayanas de Valencia de Alcántara y de La Codosera. Por último, más conocido, el portugués alentejano de Olivenza –portugués oliventino-, por la pertenencia de ésta a Portugal hasta 1801 y que pervive a regañadientes en los más mayores de la localidad.
Pues bien, más allá de la “contemporaneidad” del oliventino, podemos decir que el portugués se habla en Extremadura desde el mismo momento de la conformación de ésta como ente regional en la Baja Edad Media. Cuando declinaba el uso de la variante más antigua en la zona de Valencia de Alcántara (aunque perviviría, como hemos dicho, en Herrera) y, sobre todo, tras las consecuencias de la Guerra de Restauración, familias portuguesas establecidas en el lado español revitalizaron esta herencia lingüística en la frontera extremeña. Quiere decir esto, por tanto, que el portugués es una lengua propia de Extremadura. Y, sin embargo, a pesar de que dos de cada tres españoles que estudian portugués, son extremeños, la lengua de Camões aún se tiene por extranjera en la región. Es probable que la voracidad de los tiempos actuales se lleve por delante las particularidades del portugués de Extremadura en las próximas décadas. Si esto sucede, será todavía más difícil reconocer aquella lengua como parte inherente de la cultura regional extremeña.
Podemos dar incluso más argumentos históricos para sostener nuestra tesis. En el siglo XV, Íñigo López de Mendoza –Marqués de Santillana–, en su Prohemio e carta al Condestable de Portugal expone que “non ha mucho tiempo qualesquier decidores e trovadores destas partes, agora fuesen castellanos, andaluces o de la Extremadura todas sus obras componían en lengua gallega o portuguesa”. Es decir, durante los siglos XIII y XIV la lengua galaico-portuguesa era utilizada por juglares y trovadores en gran parte de Castilla, y con ello, como se cita, en Extremadura. Entendamos por galaico-portugués el tronco común del que parten el gallego y el portugués moderno, circunstancia que se produciría a partir de los últimos momentos medievales, cuando el ambiente humanista y renacentista impregnaba el solar ibérico.
Y de aquel galaico-portugués –que no portugués ni gallego, insistimos– el resto lingüístico que se conserva en Extremadura es un auténtico y extraordinario tesoro: la lengua del Valle del Jálama, en Sierra de Gata. Conocida por los estudiosos como a fala (y, en menor medida, como xalimego o como valego), popularmente también es designada según cada una de sus tres variantes: mañegu en San Martín de Trevejo/Trevellu, lagarteiru en Eljas/As Ellas y valverdeiru o chapurreau en Valverde del Fresno/Valverdi du Fresnu. Se trata de la tercera rama del tronco galaico-portugués, esta vez influenciada históricamente por la vecina modalidad asturleonesa de Extremadura (el estremeñu) y, más recientemente, por la mayor presencia del castellano desde la escolarización y la aparición de los medios de comunicación.
Juglares y trovadores expandieron las riquísimas cantigas y recogieron, con toda seguridad, muchas de las tradiciones y leyendas marianas de Extremadura y Alentejo que se escribieron en galaico-portugués. De hecho, varias de las Cantigas de Santa María tratan temas relacionados con la región extremeña y con sus cercanías portuguesas, perfectamente musicadas por Eduardo Paniagua. Se ha considerar, por ende, la literatura primitiva galaico-portuguesa también como patrimonio de la comunidad extremeña. La conservación de esta lengua en aquel aislado rincón serragatino durante más de siete siglos –y en un contexto mucho menos favorable que donde el galaico-portugués floreció literariamente–, es una proeza histórica de las gentes de os tres lugaris estremeñus.
En los próximos días (8, 9, 15 y 16 de marzo de 2021) tendrá lugar el IV curso de a fala –esta vez de manera online– organizado por la Escuela Oficial de Idiomas de Cáceres y el Centro de Profesores y Recursos de la misma ciudad (info). No son demasiadas las oportunidades que, hasta ahora, se han ofrecido para conocer y reconocer esta lengua extremeña. Es ésta una excelente ocasión. La pervivencia del galaico-portugués en Extremadura está en juego. Desde estas líneas reconocemos el valor de todas aquellas personas que, a capa y espada, siguen luchando por el mantenimiento de la cultura de la Raya en todas sus manifestaciones.
Juan Rebollo Bote