Utopías ibéricas menores

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No hay nada más peligroso que un entusiasmo ignorante o manipulado.

Constituye una preocupación constante de los dos partidos ibéricos elaborar una construcción sensata y realista que intente solo buscar una solución a problemas inmediatos de momento e ir profundizando poco a poco en conceptos de más enjundia de cara a una unión cada vez más estrecha.

Dentro de la gran utopía que supone la unión peninsular y su proyección al mundo futuro nos conformaríamos, de momento, con alcanzar utopías menores y esperar pacientemente, con trabajo perseverante, que algo se vaya cumpliendo.

Una de ellas sería conseguir que el espacio económico en general, y el laboral laboral y empresarial especialmente, de toda la Península Ibérica, que en teoría es un espacio libre y abierto, ofrezca las mismas oportunidades a empresarios y trabajadores en todos los lugares de España y de la Penìnsula. Desgraciadamente, los dos gobiernos peninsulares y las comunidades autónomas españolas exigen condiciones diferentes a la hora de abrir un negocio, de mantenerlo y de garantizar la contratación y el mismo salario.

Cada vez hay más ejemplos de intercambios comerciales entre Portugal y España, también de mantenimientos y trabajadores. De Sines vienen portugueses a la refinería de Puertollano a realizar montajes y mantenimientos, y al revés.

Lograr un solo espacio ibérico económico en la teoría y en la práctica no creemos que sea irrealizable ni un sueño desmesurado.

Otra utopía, cada vez más urgente, es desarrollar el espacio rural de la Península Ibérica en común. Todos sabemos que nuestros pueblos mueren y mueren cada vez más deprisa. Falta de comunicaciones y servicios, trabas en la agricultura y ganadería por parte de Europa, empobrecimiento cultural…

Mantener un equilibrio entre ciudad y pueblos es una necesidad no solo porque la recuperación de la naturaleza habrá que hacerla desde abajo hacia arriba, y no al revés, sino porque nunca debe perderse la manera de ser y de hacer de los pueblos, su riqueza artesanal, sus tradiciones, su cultura ancestral…

En los años 50 del pasado siglo, una familia comía y criaba a varios hijos en el pueblo con un rebaño de 12 vacas lecheras, algo de cereal y una viña, Ahora en los pueblos no hay ni una sola vaca lechera. Se bebe leche industrial carente de elementos naturales.

Esencial que se promocione que los funcionarios definitivos vivan en el pueblo. Si eso requiere una gratificación especial y que se les proporcione vivienda, hágase. Ahora en los pueblos no viven los maestros, los boticarios, los médicos, etc., y eso provoca un empobrecimiento cultural. Antes, los funcionarios daban mucha vida a los pueblos.

Por no extendernos, proponemos que se vaya estudiando la idea de los dos partidos ibéricos de crear un Banco de Material Sanitario en la Península para situaciones de crisis. Eso conllevaría la creación también de una fábrica estatal de material sanitario controlada por el Estado, por ser de necesidad nacional.

Se ha abierto la frontera entre los dos países ibéricos, ojalá se abran otras fronteras que nos siguen separando infantilmente.

 

D. Casimiro Sánchez Calderón es presidente de honor del Partido Ibérico Íber

 

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