Viaje al cercano oeste

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Aprovechando que el pasado viernes 24 de enero es festivo en Alcobendas, mi localidad de trabajo cercana a Madrid, planifiqué un corto viaje hacia mi amado oeste peninsular.

Muchos ya conocéis de mi activismo ibérico. Llevo  tres años “envenenado” de esta vitalizante  pasión, ese sueño de unir los pueblos que comparten geografía, cultura, historia…

En mi agenda marqué cinco encuentros en dos días y en dos ciudades diferentes: Covilhã y Zamora, en total recorrí 925 Km, pernoctando en la ciudad portuguesa de la nieve.

Salí en coche el jueves después del trabajo, sobre las 14:30 horas. Un día frío de enero, gris, esos días en que todo es invierno, atrás y adelante, esos días en que se suele pensar en dejar las cosas para mejor momento. Consigo arrancar, voy solo, hacia un territorio en estado de despoblación. Avanzo por la Nacional 6 dirección  la Coruña, atravesando de sur a norte la sierra de Guadarrama. Paso por un túnel  de 3 Kilómetros arrancado a las entrañas de la montaña. Al llegar a Villacastín me acurruca un recuerdo de la niñez: allí, cada año, mi padre compraba un jamón serrano cuando volvíamos de las vacaciones.

Salgo de la AP-6 y tomo una nueva autopista dirección Salamanca, la meseta norte se muestra oscura, árida, solitaria, infinita, se me encoje el ánimo, el aroma de mi hija de 8 años me sacude la conciencia. Paro en una estación de servicio junto a Salamanca, la bella silueta de la ciudad me reconforta, sigo camino. Vista a la derecha Ciudad Rodrigo, amurallada, medievo en la imaginación. Me veo como un caballero cristiano ganando su destino, acelero un poco más. Llega la frontera, Fuentes de Oñoro del lado español, Vilar Formoso del portugués. El puesto fronterizo, desmantelado, onírico. En las inmediaciones, restaurantes y tiendas de recuerdos ancladas en el siglo pasado.

Por fin Portugal, las iglesias manuelinas y los castillos en cada villa. Urbanización continua, concejos, pedanías… mayor densidad de población: estoy en Galicia del Sur. Paso cerca de Guarda, la ciudad del Centro de Estudios Ibéricos, Belmonte la aldea histórica, y ya llego a la nieve, a Covilhã, hotel Santa Eufemia de 9 plantas, cerca de la Universidad, son las 18:30.

A las 19:00 horas me encuentro con Paulo Gonçalves, presidente del Movimiento Partido Ibérico, que desde 2012 lleva impulsando un iberismo confederal. Paulo es extremadamente amable y gentil conmigo, me relata la trayectoria del Movimiento, la Declaración de Lisboa, la proclamación de Casimiro Sánchez, como el primer concejal iberista de la Historia, los inicios, su motivación. Definitivamente Paulo padece una aflicción igual a la mía.

Cenamos un magnifico cordero lechón asado con naranja, al que soy invitado sin posibilidad de oposición. El restaurante es encantador, parece el salón de una casa, con una clientela que se adivina familiar. A ojos de  un español todo tiene un toque ligeramente antiguo, ancestral,  que acentúa una cercana y acogedora sensación.

Tras la cena Paulo me transporta en su coche a hacer un recorrido por alguna pedanía y por la Villa de Fundão. Me explica el pasado textil de la zona, la posterior reconversión a diferentes industrias manufactureras, y la llegada de la Universidad a mediados de los 80.

Impresiona la enorme cantidad de naves en desuso, provenientes de la industria de la lana. Covilhã fue conocida como el Manchester portugués. Sin embargo, las vacías calles transmiten energía.

El coche de Paulo se detiene a la entrada de mi hotel, quedamos en seguir, en continuar. Contactos, ideas, planes, camino para avanzar. La habitación del hotel está colgada en una séptima planta, de un edificio construido en una pendiente. Salgo al balcón a sentir el frío y el vértigo.

Casi nunca duermo bien fuera de casa, esta noche tampoco, me levanto algo cansado. A las 11.00 horas me espera en la recepción Rosa Miguel Fineza, una alumna angoleña de último curso de la Licenciatura de Estudios Portugueses y Españoles en la Universidad de Beira Interior. En un par de minutos llegamos a la entrada del centro educativo, en funcionamiento desde 1986. Las instalaciones están dispersas por la ciudad, algunas de ellas son antiguas naves industriales. Descubro algo insólito, en un prodigioso ejemplo de practicidad, el rectorado se encuentra ubicado en una antigua iglesia situada en lo más alto de la ciudad.

Converso con Rosa un buen rato, me cuenta lo duro que resulta estar tan lejos de su hogar, del que salió becada hace 3 años y al que no podrá regresar hasta que no finalice los estudios. Entramos en la significación de la licenciatura de los estudios españoles y portugueses. Observo que Rosa se expresa en un buen castellano, me habla de Al-Ándalus, del conocimiento que ha adquirido de la literatura española, del buen ambiente estudiantil. Constato, no obstante, que la idea de Iberia está poco presente en estos estudios tan apropiados para la reflexión sobre la península. Me apunto la tarea de ofrecerme a la Universidad para una conferencia sobre el tema, como ya he hecho otras veces, en otras entidades.

Me despido de Rosa, sintiendo una paternal empatía hacia su situación.

Vuelvo a mi coche. Arranco a las 12:00 horas camino de  Zamora donde me espera Beatriz Recio, periodista colaboradora de EL TRAPEZIO. Ella me ha organizado un encuentro con la prensa local y con la Asociación Civil los Viriatos…

 

Pablo Castro Abad es editor-adjunto de EL TRAPEZIO y licenciado en Ciencias del Trabajo

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