El escritor Arturo Pérez-Reverte considera, en un reciente artículo, que los portugueses y españoles verían “con buenos ojos una unión ibérica de tipo confederal: una asociación coordinada y fuerte, como el Benelux”, tal y como ha propuesto el alcalde de Oporto Rui Moreira.
Lamenta las “ocasiones perdidas” del iberismo, desde Felipe II cuando “no se llevó la capital a Lisboa», hasta cuando en 1868 el debate iberista acabó “engullido por el caos en el que la irresponsabilidad española hundió la Primera República, y que la idea de unos Estados Unidos de Iberia se fuera al diablo bajo la restauración borbónica, para ser rematada por las dictaduras de Salazar y Franco; quedando, hasta hoy, como simple sueño sentimental e intelectual de unos pocos”.
También afirma que no se hace ilusiones con el iberismo. “Sé en qué mundo y en qué España vivo. Pero cada vez que piso Portugal no puedo evitar la melancolía de lo que podríamos ser y no somos”.
Pérez-Reverte nos invita a imaginar lo que sería una “Iberia unida, concertada, bien comunicada, con una capital alineada, o incluso compartida, en un eje Lisboa-Madrid-Barcelona, por ejemplo. Una Unión Ibérica de ciudadanos libres, solidarios y responsables es sin duda una utopía imposible, conociéndonos a los españoles. Pero convendrán conmigo en que es muy hermosa”.
Finalmente, con cierta nostalgia de su amigo José Saramago, recuerda sus conversaciones “con aquel lúcido pesimismo suyo, tan portugués, tan español, que era su marca de agua: la imposibilidad del iberismo unionista clásico, incluso de una federación a palo seco, pero sí el campo abierto al iberismo confederal, suma de fuerzas para levantar la voz a una Europa de mercachifles que nos ningunea y se ríe en nuestra cara”.
El escritor aconseja que no hay que buscar el iberismo “en los mezquinos nacionalismos centralistas o periféricos”, “al contrario, son sus peores enemigos”. El iberismo está “en la búsqueda de objetivos comunes por encima de la cochina división entre derechas e izquierdas, conservadores y progresistas”. Y agrega: “Nuestra España, que para su vergüenza vive de espaldas a Portugal, tiene mucho que aprender de un país y una gente que se están sabiendo reinventar a sí mismos y se modernizan de forma asombrosa”.