28/05/2025

Cuando las fronteras se convierten en puentes

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En este mundo globalizado, donde Internet, los traductores lingüísticos de bolsillo y las líneas aéreas, ferroviarias y marítimas nos permiten conectarnos todos con todos, las fronteras físicas y mentales dejan de tener sentido. Y, en cambio, estamos asistiendo a un resurgimiento y endurecimiento de las barreras y muros que separan a los países en un intento de frenar esta dinámica irreversible.

El paradigma de este rebrote del aislacionismo es la consigna de Make America Great Again (MAGA), puesta en práctica por el presidente Donald Trump. Pero también en la Unión Europea, los partidos identitarios y populistas, con la excusa de detener la emigración de los parias planetarios, propugnan el restablecimiento de las fronteras internas, que son la antítesis del espíritu fundacional del proyecto comunitario.

La exacerbación de esta exaltación de las fronteras y de la división lleva inexorablemente a la guerra. Lo estamos viendo ante nuestros ojos incrédulos con la agresión criminal de Vladímir Putin contra Ucrania y el genocidio y expulsión del pueblo palestino que está ejecutando Benjamin Netanyahu en Gaza y Cisjordania.

¿Quién y cuándo organizará la movilización global de la humanidad en repulsa contra estos dos execrables asesinos?

En todo el mundo, las fronteras se están “endureciendo”. Lo explican los viajeros y turistas que quieren entrar en los Estados Unidos desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. India y Pakistán han comenzado una peligrosa escalada bélica, a cuenta de la frontera que divide a ambos países, en Cachemira. Turquía, Kurdistán, Armenia, Azerbaiyán, Siria, Líbano…, también viven episodios de violencia a causa de sus límites territoriales.

El ascenso al poder de las derechas que vivimos en el actual ciclo histórico conlleva una agudización de las medidas securitarias y, en consecuencia, el establecimiento de más controles y barreras. Tradicionalmente, la derecha se ha asociado al capitalismo y al liberalismo -por contraposición a los modelos socialistas- y, se supone que esto tendría que favorecer los intercambios comerciales y la relajación de los regímenes aduaneros y fronterizos.

Pero no. Bajo la influencia de Donald Trump, la derecha actual es proteccionista y fomenta la autarquía. Y, paradójicamente, son China y sus aliados del Tercer Mundo los más partidarios del libre comercio y del levantamiento de las penalizaciones aduaneras.

A pesar de todo, las “fronteras duras” están condenadas a la desaparición. El signo inexorable de la evolución, con la ayuda de los adelantos tecnológicos, nos lleva a la aparición de una nueva civilización fundamentada en los intercambios, la intercomprensión y, en definitiva, la fraternidad humana, dejando atrás las rivalidades, las amenazas y los enfrentamientos entre comunidades y países.

Estos días hemos tenido dos pequeñas muestras que alimentan la esperanza. Según informaba días atrás el EL TRAPEZIO, la Junta de Castilla y León ha aprobado el Plan Socioeconómico de la Raya, el territorio fronterizo con Portugal, para dinamizar su revitalización y prosperidad, en colaboración con las instituciones del país vecino.

La Raya es la frontera más antigua y más larga (1.234 kilómetros) del continente europeo. Desde la entrada de España y Portugal en la Unión Europea (1986), esta barrera ya no existe formalmente, pero continúa perviviendo económica y mentalmente.

El llamado “efecto frontera” ha provocado que las zonas española y portuguesa a banda y banda de la Raya sean las más despobladas y empobrecidas de la península. Tienen valiosos recursos naturales y paisajísticos para poder prosperar, pero durante siglos ha sido “tierra de nadie” y esta maldición ha continuado hasta hoy, a pesar de la desaparición física de los perniciosos obstáculos fronterizos.

Los gobiernos de Lisboa y Madrid aprobaron en 2020 una Estrategia Común de Desarrollo Transfronterizo para revitalizar la zona de la Raya. Pero, desgraciadamente, esta voluntad política avanza a paso de tortuga a la hora de traducirse en inversiones concretas y los pueblos afectados continúan vaciándose, envejeciendo y muriendo.

Cabe esperar que el Plan Socioeconómico de la Raya que ahora impulsa la Junta de Castilla y León tenga más éxito en su implementación. Ayuda a ello el hecho que este proyecto se hace en coordinación con las instituciones que trabajan directamente sobre el territorio (ayuntamientos y diputaciones).

El devastador “efecto frontera” también castiga a los Pirineos, histórica línea divisoria entre España y Francia. Solo hay que pasear por los pueblos de alta montaña del Ariège, de los Pirineos Orientales, del Ripollès o del Pallars Sobirà para constatar su decadencia demográfica y económica.

El pasado sábado, en Campllong (Gironès), se reunieron representantes de 60 municipios del Principado y de la Cataluña francesa para estrechar sus vínculos y coordinar actividades conjuntas. Es el cuarto encuentro que organizan y es la expresión que, más allá de las fronteras políticas heredadas, está la fuerza indestructible de la complicidad entre vecinos y de las raíces culturales comunes.

En el mundo hay quienes siembran la cizaña de la división, del odio, del enfrentamiento y de la violencia y levantan y fortifican fronteras, para defenderse y atacar a los enemigos. Nunca como ahora, por ejemplo, la industria armamentística de la muerte había vivido un momento tan expansivo y provechoso. Gracias al auge de la derecha dura, los pedidos se acumulan.

Pero en el mundo, también están los constructores de puentes, comprometidos en la tarea de armonizar la convivencia entre las personas y los pueblos. Es así como ha progresado la humanidad a lo largo de los siglos y no desfalleceremos. Ablandar y borrar las fronteras, para convertirlas en almohadas de diálogo y de unión es la tarea de los constructores.

En este sentido, me place anunciaros la edición de un nuevo libro de EL TRAPEZIO, en español y portugués: “Ocho objetivos para fortalecer la Alianza Ibérica / Oito objetivos para fortalecer a Aliança Ibérica”. Se trata de un volumen donde explicamos, de manera práctica, cómo podemos avanzar unidos hacia la consolidación de la península Ibérica como una tierra de oportunidades y de esperanza y, a la vez, en un actor geopolítico europeo y mundial de referencia que rompa la espiral bélica en la cual hemos caído.

Jaume Reixach Riba