De Nebrija al Brocense, otro quinto centenario

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El año pasado conmemorábamos los cinco siglos de la muerte en Alcalá de Henares de un gigante humanista: Antonio de Nebrija. Este 2023, casi sin solución de continuidad, asistimos a otro quinto centenario -este más silencioso-, el del nacimiento en Brozas de quien podemos considerar digno sucesor intelectual del lebrijano: Francisco Sánchez, “el Brocense”. En honor a la ciencia histórica, no se puede asegurar taxativamente que Francisco Sánchez naciera en 1523, puesto que no existe partida de su bautismo y solo disponemos de referencias indirectas a su edad -dadas por él mismo-, como aquella del año 1600 en que dice que tiene 77 años.

Tampoco podemos manifestar, como se ha dicho en más de una ocasión, que el Brocense fuera discípulo de Nebrija, ya que el primero, como se advierte, nació casi por la misma data de la muerte del segundo. Sin embargo, el extremeño sí se presentó como continuador del andaluz en tanto que destructor de la barbarie, esto es, de la ignorancia. En cualquier caso, ambos llevaron a sus pueblos por apellido, los dos estuvieron estrechamente vinculados a la villa de Brozas, tanto uno como otro tuvieron a Salamanca como alma mater y representan el culmen castellano del humanismo y de los estudios de gramática. Viene como anillo al dedo, por ende, la conmemoración del Brocense un año después de la del nebrissense.

Curiosamente, también Francisco, como Antonio, estuvieron una temporada fuera de Castilla resultando esto determinante en sus desarrollos intelectuales. Nebrija quedó impregnado del ambiente humanista durante su estancia en Italia y el Brocense, por el contrario, fue en Portugal donde se inició en los estudios clásicos. El extremeño se inscribe así en la larga serie de personalidades históricas que se movieron en el triángulo lusitano -entiéndase por ello las tierras de la antigua Lusitania-. Como Abraham Zacut en el siglo XV o Muñoz Torrero entre finales del XVIII e inicios del XIX, el Brocense no puede entenderse sin marco geomental que conformaban -y conforman- las áreas extremeña, portuguesa y salmantina.

Con once años Francisco abandonó (Las) Brozas para internar en Portugal, al amparo de cuya corte trabajaban sus tíos maternos, de los que adoptaría el apellido Sánchez. En Évora residió hasta 1537 trasladándose después a Lisboa, donde permaneció hasta 1543. Es decir, casi una década en el reino portugués que sin duda debieron dejar mella en su devenir. Se trata, al fin y al cabo, de sus años de adolescencia y primera juventud donde aprendería las primeras -o segundas- nociones de latín, el romance portugués y los rudimentos de la vida cortesana.

De vuelta en Castilla recalaría en Salamanca (1545), ciudad a la que estaría unido el Brocense hasta el final de sus días. No obstante, no moriría en la ciudad del Tormes sino en Valladolid (1600), bajo arresto domiciliario por causa inquisitorial abierta. Tanto Nebrija como el Brocense, por tanto, fallecieron fuera de la ciudad salmantina que los encumbró, si bien en las otras dos urbes universitarias por excelencia de la corona castellana.

Comenzó estudios de Artes en la ciudad del Tormes pero fue a orillas del Pisuerga donde se graduó como bachiller (abril de 1551). Revalidó sus estudios vallisoletanos en la universidad salmantina e hizo varios cursos de Teología, de Medicina y de Gramática entre 1551 y 1554. Este último año es clave en su relación con Salamanca ya que obtiene la Regencia de Retórica del Colegio Trilingüe. Dicho puesto no era de carácter vitalicio y su empeño siempre estuvo en la consecución de una cátedra en propiedad, consiguiendo la de Retórica en 1573. La que nunca consiguió fue la de Gramática, pese a sus tres intentos. Su vínculo con el Trilingüe continuaría hasta 1587. Se jubiló en su cátedra en 1593, aunque continuó ejerciendo la docencia hasta su muerte.

Mantener a una prole de catorce hijos lo mantuvo bajo penuria económica durante toda su vida y al quehacer propio de su cátedra se sumaron puntualmente el de regente del Trilingüe, el de inspector, el de visitador, el de tasador, el de contador, el de diputado del Arca, el de diputado del Estudio, el de padrino y decano de la facultad de Artes o el de profesor particular de lenguas clásicas -latín y griego particularmente- cuando se terciase. También impartió en alguna que otra ocasión clases de astronomía y de matemáticas. Agobios económicos, sí, pero también alma indiscutiblemente humanista.

De su extensa obra -que abarca gramática, filosofía, astronomía, geografía, comentarios de autores clásicos, poesía-, baste citar su famosísima Minerva, un tratado de gramática latina teórica y racional que pronto trascendió las fronteras castellanas y que es una de las obras más importantes de la historia de la Lingüística. A decir de los expertos, Francisco Sánchez puede ser considerado como el “primer gramático moderno”. No logró el Brocense, paradójicamente, obtener la cátedra de Gramática en Salamanca, tampoco que su Minerva sustituyera como libro de texto al Arte de Nebrija –“el Antonio”-. Tuvo que vérselas, como tantos intelectuales de su tiempo, con la Inquisición por sus críticas al mal latín de las Sagradas Escrituras -de nuevo en común concordancia con Nebrija- y a sus modernos y arrogantes métodos de enseñanza. La Universidad de Salamanca rechazó tributarle honores fúnebres por morir estando procesado.

Hoy Salamanca apenas recuerda al Brocense fuera de los ámbitos especializados y más allá de la nomenclatura de una céntrica calle y de un medallón sito en el Aula Magna de la Facultad de Filología, en la Plaza de Anaya. En su natura extremeña, Francisco Sánchez ha sido algo más reconocido en el mismo nombramiento de calles y avenidas en varias localidades de la región, así como en instituciones educativas o culturales y con bustos o estatuas en su pueblo natal y en la capital cacereña. Sin embargo, el enorme conocimiento académico que sobre el Brocense se ha acumulado en las últimas décadas no ha alcanzado la esfera pública en la dimensión esperada. De ahí que el quinientos aniversario de su nacimiento sea el momento preciso para socializar su figura y su obra. A la espera de las instituciones, algunos colectivos -como el de Guías-Historiadores – Lusitaniae– han tomado la iniciativa y han proclamado 2023 como el Año Brocense. Que las humanidades acompañen.

Juan Rebollo Bote

LusitaniaeGuías-Historiadores

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