Iberia ante la imperiofobia antioccidente y el suicidio colectivo de la IIIGM

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Javier Solana ha reconocido, hace escasos días, que fue una “temeridad” invitar a Ucrania a integrarse en la OTAN en 2008: “Con la perspectiva actual, aquello fue una gran temeridad; pero con la de entonces también lo era”. Antes de esa fecha no había esa política y Ucrania era tratado como un sujeto independiente, al mismo nivel que Rusia. Ucrania ha sido en los últimos años un escenario de una guerra encubierta. El problema es que, sobre esa temeridad de la OTAN como telón de fondo, Putin ha añadido en el escenario miles de cadáveres, transgrediendo −con su invasión− el Derecho Internacional y el Memorándum de Budapest. El discurso de Putin mezcla retorica neoimperial con preocupaciones legítimas de seguridad. Preocupaciones que también las tienen los pequeños vecinos de la “gran” Rusia. Por lo que ahora, con ese escenario, desenredar el conflicto es harto difícil, pero habrá que hacerlo.

La visión de Aleksandr Dugin, uno de los geopolitólogos rusos con más influencia, es que la invasión de Ucrania era inevitable por una incompatibilidad geopolítica. Ucrania fue unas de las joyas de la corona zarista y soviética. Para Dugin, en otras palabras, esta invasión supondría una insubordinación fundante de una multipolaridad de plataformas civilizatorias, siendo la rusa un polo más de varios polos en abierto. Esta insubordinación rusa estaría poniendo a prueba la supuesta blandenguería de Europa y la unilateralidad estadounidense en las últimas décadas. El eterno “ocaso” de “occidente”. Borrell ha afirmado que “los europeos hemos construido la Unión como un jardín a la francesa, ordenadito, bonito, cuidado, pero el resto del mundo es una jungla. Y si no queremos que la jungla se coma nuestro jardín tenemos que espabilar”. Aunque las palabras de Borrell chirrían por eurocéntricas, sí que convendría que los europeos espabilasen para reducir su dependencia militar con Estados Unidos y también los ibéricos deben reducir su dependencia europea de su geopolítica. Es posible diversificar más sin atentar a la solidaridad europea en estos momentos de emergencia. España y Portugal han apoyado correctamente las sanciones económicas y la entrega de material militar.

Un fragmento de la derecha y la izquierda en la llamada periferia del sistema-mundo (sectores de América Latina y del mundo árabe, africano, asiático y ruso) le tienen ganas a la OTAN y a “Occidente” por ser la centralidad, lo odian por una hiperreacción defensiva de natural imperiofobia. La propaganda rusa ha fortalecido este segmento, pero tampoco lo ha inventado, porque existen intereses legítimos de otras regiones y civilizaciones, así como hay críticas razonables a las intervenciones de la OTAN y de Estados Unidos en diferentes países, que desencadenaron auténticas carnicerías y destruyeron países. Ahora que Occidente se ve agobiado, muchos de sus “enemigos” internos y externos piensan en un “ahora que se jodan”. No es la primera vez; muchos decoloniales afirman que Hitler fue una forma de que los europeos experimentaran en su propia piel el colonialismo europeo en África. Por otro lado, el canal ruso RT ha venido haciendo propaganda a favor del separatismo catalán, por aquello de desestabilizar Occidente, y una de sus youtubers, Inna Afinogenova, ha alentado a la leyenda negra anti-española. Sus vídeos han sido borrados de la plataforma.

Si el supuesto “fin del imperialismo” (occidental) implicara el fin de las civilizaciones en el espacio europeo, una utopía para los anti-imperialistas más recalcitrantes y dogmáticos, entonces probablemente muchos de esos hijos del pensamiento “occidental” revolucionario, echarían de menos a Europa como hoy echamos de menos a la antigua Grecia. A pesar de todas las maldades imperiales (y alguno dirá que por causa de ellas), en el espacio europeo se han desarrollado unos sistemas de compensaciones sociales y liberales en el seno de la democracia “realmente existente” que pueden calificarse como los más equilibrados (comparativamente clase con clase) para la calidad de vida de una persona. Además, ha habido el suficiente espacio de crítica y libertades en el seno de estas sociedades como para desarrollarse una rica contracultura. Muy elocuente es la frase de Felipe González cuando afirmó en 1978 que “preferiría que me diesen un navajazo en el vientre entrando en el Metro de Nueva York, a las diez de la noche, antes que vivir treinta años con absoluta tranquilidad y seguridad en Moscú”. No obstante, es un error que los ibéricos nos asimilemos completa y exclusivamente a “occidente”, menos aún al way of life estadounidense. Dentro de ese marco de análisis, cabe insistir que existen varias Europas y que el sur de Europa tiene un pasado milenario mucho más rico que el norte (protestante y anglosajón) en torno del Mediterráneo. La civilización ibérica tiene todavía mucho que decir en el futuro de la humanidad.

Todo el mundo pro-occidental sueña con una victoria épica y vietnamita del pueblo ucraniano y un fin mussoliniano de Putin, pero es una hipótesis lejana y no es la más realista. Los responsables de la seguridad y la supervivencia del pueblo español deben tener claro que hay un límite en implicarse en primera línea de una guerra mundial (IIIGM). Esto debería ser debatido en el Parlamento, aunque fuera en sesiones secretas porque habrá un momento que tenga que haber una votación por si se aplica el artículo 5 del Tratado de la OTAN. Sería la primera vez que España participa con su ejército directamente en una guerra mundial, siendo su territorio objetivo militar. No lo hizo en las dos anteriores (incluso teniendo en cuenta las variaciones de posición de neutral a no beligerante y nuevamente a neutral en la IIGM); por eso no vale el dilema del apaciguamiento que tanto se habla en libros y documentales sobre Hitler. Sobre una ayuda prudente al pueblo ucraniano nadie discute, pero cuidado con el argumento de las armas que no llegaron a la II República española, porque por esa misma razón, el precedente de las democracias es el de no-intervención. Y no creo que se nos despierte un instinto de suicidio colectivo por un territorio y unas negociaciones en las que no hemos estado involucrados directamente. Creo que una vez que baje el suflé de la propaganda y el ardor guerrero, pocos españoles enviarían a sus soldados al norte de Europa ni se alistarían y si reclutaran a hombres obligatoriamente, muchos tratarían de huir. No digo que fuéramos unos cobardes si invaden la Península, pero primero hay que tratar de desenmarañar las preocupaciones mutuas de seguridad entre ese cinturón de países y Rusia.

Recordemos que más allá de nuestros compromisos, también tenemos que pensar en ser una retaguardia europea con vínculos directos con Iberoamérica, África y el mundo mediterráneo. Nuestro estilo de vida y modo de estar en el mundo es diferente a los países protestantes que lideran el llamado Occidente, por lo que no podemos estar completamente ligados al destino del mismo. No obstante, no dudo en la capacidad de reconstrucción y resistencia de una Europa (allende los Pirineos) bombardeada u ocupada por rusos.

Mientras que en 2010 Merkel y Wolfgang Schäuble imponían el austericidio al sur de Europa, el Gobierno alemán consolidaba su alianza energética con Putin a largo plazo y a bajo precio, que todavía conservan. De la dependencia energética alemana (y por contagio: dependencia europea) con Rusia no tienen ninguna responsabilidad Portugal y España, que sufren por la alteración de los mercados en el precio del gas y el petróleo. Alemania sigue pagando centenares de millones de dólares a Rusia cada día por gas y petróleo. En ese sentido, la Comisión Europea, en el mismo espíritu del 2010 (que pudo ser resuelto como la crisis del coronavirus con la generosidad del BCE imprimiendo billetes), podría exigir al Gobierno alemán recortes y pagar caro por proveedores alternativos. Se entiende que no es momento de meter el dedo en el ojo, dividiendo a la Unión Europea para no favorecer a Putin, y poder hablar militarmente mínimamente de tú a tú. Además, como dijo en su día Nadia Calviño, en aras de garantizar la protección del funcionamiento del mercado interno europeo (empresas y clientes), no se puede volver a sacrificar países como se hizo en la crisis de 2008 con Portugal, España, Italia y Grecia.

Todos estamos expectantes en el resultado de la capacidad de resistencia del pueblo ucraniano contra la capacidad de ocupación rusa. Llegará un momento que la Unión Europea tendrá que pensar si se conforma con un Afganistán europeo o con un acuerdo por ejemplo de dos Ucranias. Una en la UE y otra en la Comunidad de Estados Independientes (espacio postsoviético de Estados bajo influencia de Moscú).

La osadía de Putin está llevando a una profunda división en el seno de la extrema derecha y la izquierda brasileña. La identificación con otro hermano grande de los BRICS y un desconocimiento de la voluntad de los países pequeños de frontera con Rusia puede llevar a un coste electoral para Lula, dada la campaña pro-occidental de los medios de comunicación brasileños. No obstante, Lula ha condenado la guerra desde el inicio y Celso Amorim, exministro de Exteriores del PT, critica abiertamente la invasión, sin dejar de recordar el problema de fondo entre la OTAN y Rusia. Bolsonaro ha visto una oportunidad de revertir las malas encuestas apostando en el caos, porque es en ese medio donde las soluciones autoritarias putinistas a la brasileña pueden ser más efectivas. Por eso se mostró solidario con Putin, pero juega a dos bandos: vota en Naciones Unidas condenando la invasión, respetando la tradición de Itamaraty de respeto a la legalidad internacional; se mantiene contrario a las sanciones económicas también por la tradición de neutralidad brasileña, pero, desde sus redes, se asocia a un perfil belicista-macho putiniano.

El año pasado España dejó de comprar petróleo de Venezuela. Nigeria, México y Libia son ahora nuestros principales suministradores, entre muchos otros. No tenemos una dependencia fuerte con un país en concreto, aunque sí una dependencia externa en general. Si juntamos estos proveedores de petróleo con el gas argelino, vemos como África e Iberoamérica son fundamentales para España y Portugal. La última decisión del Gobierno de enviar gas no-argelino a Marruecos puede hacer dependiente este país de España por una temporada, además de hacer negocio como intermediarios. Incluso entre “enemigos” geopolíticos hay que contemplar este tipo de acuerdos para templar gaitas. Siempre se les puede amenazar con cerrar el gas, como bien saben los alemanes.

 

Pablo González Velasco

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