Iberismo: ¿utopía o realidad?

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¿El iberismo tiene como objetivo último unir a Portugal y España en un solo país? Si alguien me lo pregunta, contestaría alto y claro: ¡Claro que sí!

Ese es mi iberismo. En su vertiente utópica, no debe haber duda. Creo que las posibilidades son enormes. Dentro de la Unión Europa seríamos definitivamente uno de los países más influyentes, el más extenso en territorio, con las lenguas más habladas de occidente, y a nivel mundial estaríamos dentro de las potencias preeminentes. El ejemplo que daríamos al mundo de unidad y cooperación nos otorgaría prestigio y confianza. Todo habría de ser realizado desde los valores democráticos, con legalidad, fraternidad y lealtad. La unión repercutiría en lo económico de manera decisiva, los ciudadanos vivirían mejor y el reparto de la riqueza entre los territorios y las personas mejoraría. Juntos seriamos más fuertes, confiados y felices.

Hay que recordar siempre las raíces del Iberismo. Somos un movimiento ancestral, que hunde sus raíces en los primeros años del siglo XIX. El iberismo siempre ha estado vivo; la antorcha de nuestras ideas ha pasado de generación en generación. La unidad de Iberia forma parte: «da ordem natural das coisas», en expresión de Teófilo Braga, segundo presidente de la República Portuguesa. «Poucas vezes a insensatez humana terá estabelecido uma divisão mais falsa. Nem a geografia, nem a etnografia nem a economia justificam esta brutal mutilação de um território único», como afirmaba el periodista catalán Gaziel. Aunque como decía Saramago, la realidad es que «como cualquier otro portugués antiguo y moderno, fui instruido en la firme convicción de que mi enemigo natural es, y siempre habría de serlo, España»; yo creo en la profecía que el mismo realizó de que España y Portugal acabarán unidas bajo el nombre de Iberia.

Todo lo anterior es muy bonito; es también una utopía, un proyecto irrealizable en este momento, pero por el que podemos trabajar libre y democráticamente. Precisamente porque Iberia es una utopía se puede creer en ella. En el actual momento histórico el iberismo no pretende alcanzar la utopía, no se dan las circunstancias, pero sí se dan las circunstancias para tener ambición y lograr una cooperación cada vez más profunda que favorezca el bienestar ciudadano.

En el momento histórico en el que nos encontramos, con España y Portugal unidos a través de la Unión Europea, nos hallamos en el punto de la historia donde el ideal de unidad ibérica se encuentra más avanzado. Hemos de recordar que no existen fronteras físicas entre nuestros países, que tenemos una moneda común y que los gobiernos y la sociedad civil tienen en marcha miles de proyectos de cooperación. Una cooperación que se sirve de los mecanismos europeos, pero que también tiene un componente específico de relación bilateral muy potente. El término Iberismo se ha llenado de contenido concreto; se ha convertido en praxis diaria de cooperación.

El debate está en determinar si necesariamente esta cooperación ibérica avanzada puede tener alguna implicación en una hipotética unión política de los Estados. La respuesta es que no existe esa intención. Es un tema que se evita, que provoca miedo en algunas personas, y airadas reacciones entre otras. Un temor ancestral entre los portugueses que, en ocasiones, atenaza la libertad de expresión del iberismo portugués. En España se habla con mayor osadía y libertad, pero siempre en hipótesis, y siempre desde el absoluto respeto a la soberanía e independencia de Portugal, a la vez que admiración hacia el país vecino.

Es pues mi Iberismo una utopía, pero también una realidad en marcha, en la que la realidad es la cooperación de cada día. Existe también un Iberismo solo de cooperación, desapegado de la utopía, pero no reactivo a ella, ambas corrientes coexisten y colaboran pues no entran en contradicción. Esa cooperación tiene como cita inminente, en el plano de la sociedad civil, la celebración el próximo día 16 de octubre de la primera sesión presencial del Foro Cívico Ibérico en la localidad rayana de Espeja -Salamanca-, donde acudiremos diferentes entidades sociales a debatir y proponer sobre educación, sanidad, infraestructuras y despoblamiento. El iberismo del siglo XXI, al contrario del desarrollado en el siglo XIX y la mayor parte del siglo XX, ofrece ya resultados concretos y tiene una agenda de trabajo exigente.

 

Pablo Castro Abad

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