¡Estamos de vuelta!

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Volvemos a los artículos de opinión, a la misma casa y a lo que era el 2020. Si pensaban que volveríamos al país de las maravillas, invención del dúo Costa-Rebelo de Sousa, no es el caso. Desafortunadamente, parece que la película es más tenebrosa. Todavía no ha terminado el primer mes de 2021 y ya podemos decir que estamos en pleno ascenso, como si se tratara de la montaña rusa de una feria (¡qué recuerdos!).

Podría hablar sobre la política internacional, ya que en estos últimos quince días hemos visto a «cornudos» entrando en el Capitolio, y a una mujer asumiendo la Vicepresidencia de Estados Unidos, pero como estamos nuevamente confinados, voy a quedarme entre mis cuatro paredes, a diferencia de muchos de mis compatriotas. Sé que lo que voy a escribir puede ser visto por algunos con malos ojos; pero, la verdad, es que el «milagro portugués» de la primera ola ha sido una mentira.

Si en marzo del año pasado, momento en que no teníamos ni un tercio de los casos que tenemos ahora, corrimos todos a casa y nuestro Gobierno actuó con fuerza e ingenio, ahora estamos como un tren fuera de control que se dirige hacia el abismo. Si antes los cumplidores portugueses se movían por el miedo, ahora prefieren jugar. ¿Vamos a tomar un café sentados o a pasear con un jabalí? Extraño, cierto, pero es lo que tenemos. Esta es la tercera temporada de una serie que parece que ha sido escrita para Netflix, pero donde los protagonistas somos todos nosotros, viviendo una auténtica guerra contra este virus nefasto, que nos mata de las más diversas formas.

Con los niños de nuevo en casa, los próximos días y semanas serán difíciles, y temo que podamos pasar por las mismas escenas tristes por las que pasaron nuestros vecinos españoles al principio de la pandemia. Es una pena que no hayamos aprendido nada de la mala suerte de los demás. Tener cuidado, estar protegidos y abrir ventanas son algunos de las medidas difundidas por la Dirección General de Salud en el periodo 2020/2021; los mismos que Ricardo Jorge alertó durante la pandemia que marcó el siglo XX.  

Para aquellos que no sepan quién fue Ricardo Jorge, este fue el infectólogo que estudió los efectos de la gripe española, y hoy en día da el nombre a la institución que cada quince días (o incluso cada semana) se reúne con el Gobierno de Portugal para dar los datos que sirven para pintar el triste cuadro que vemos cuando encendemos las televisiones y andamos por las calles. Pero como no todo es covid, la política también es parte de nuestros días. Al menos hasta las presidenciales.

Sobre los candidatos, no hay mucho más que decir. No por sus bellas propuestas o por la posibilidad de no saber ya quién será el vencedor, sino por el ascenso de un discurso que no habíamos visto en el país hace más de cuatro décadas. Como ya ha dicho mi compañero Pablo González en uno de sus artículos de opinión, el último año ha sido un contexto perfecto para los teóricos de la conspiración. Si al principio puede ser divertido ver y escuchar los discursos sin ningún tipo de fundamento que defienden, llega un momento en el que dar la espalda a estas ideas ya no es suficiente. Ya están entre nosotros, y no al otro lado del Atlántico. La democracia no debe ser restringida, es cierto, pero cuando vemos ataques entre candidatos y sus partidarios, nos damos cuenta de que algo no está bien. Estamos enfermos, y no es sólo por la covid.

En Portugal estamos asistiendo al ascenso de una extrema derecha que lo cuestiona todo, tanto a personajes históricos como el poder de las mujeres. No quiero influir en nadie, pero les pido que no olviden que la democracia no está garantizada.

Aunque no estén de acuerdo con las medidas que se están tomando, el poder está en sus manos, en las manos del pueblo. Voten, porque el voto es la única forma de cambiar, y necesitamos un cambio como país.

Pero primero trabajemos juntos para aplanar esta curva ascendente que debería preocuparnos a todos. Desafortunadamente, no tenemos diez millones de médicos y enfermeras que puedan ayudar en los hospitales y en el proceso de vacunación, que no puede parar, pero tenemos toda una población que puede seguir las medidas necesarias para que este confinamiento ligth, que en los últimos días se ha hecho más fuerte, pueda terminar lo antes posible.

En este momento, el barco está un poco a la deriva, pero al igual que nuestros marineros de los «Descubrimientos», pasaremos esta tormenta. Ya llevamos aquí unos 900 años y nos hemos enfrentado a varios «Monstrengos», como cantó Pessoa. El «Quinto Imperio» es una utopía, bella, pero uno de esos sueños quiméricos, y el futuro es incierto y negro. Si antes estábamos en manos de las vacunas y de la «bazuca» europea, palabra que al presidente portugués no le gusta, y que supuestamente ya no va a ser tan útil como antes, ahora tenemos que levantarnos y luchar por nuestro propio destino (y por el de los demás).

 ¡Estaremos aquí para verlo!

Andreia Rodrigues

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