La «Raya», un lugar único y de oportunidades

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Este miércoles, 1 de julio, ha reabierto la frontera de España con Portugal; la celebérrima «Raya» de 1200 km; la frontera más antigua de Europa. Se abre con 10 días de retraso, en relación al resto de los países del espacio Schengen (circunstancia no explicada por los gobiernos ibéricos).

La Raya, esa extraña cicatriz que ha dejado la historia en la singular geografía de la península. Una vieja frontera entre reinos cristianos medievales, que sobrevivió a la modernidad y a la contemporaneidad. Una chocante partición de un territorio naturalmente delimitado por los océanos, los mares, y una cordillera.

Esa «raya» marcada en los mapas, ha acabado marcando las mentalidades de los hombres; generando la post-verdad de la división en naciones antagónicas de los pueblos de la península. Esa raya que, desde la llegada de la democracia; el ingreso en la Unión Europea; la eliminación de las aduanas, y la libre circulación de las personas, se ha ido poco a poco difuminando; dejando de ser un muro custodiado por la Guarda Nacional Republicana de Portugal y la Guardia Civil española.

Sin embargo, la frontera siempre ha tenido permeabilidad y ha sido un lugar de encuentro. Muestras de esta permeabilidad son, por ejemplo, las hablas portuguesas de Extremadura, como las del Valle de Jálama, que provienen del galaico-portugués; las de Herrera de Alcántara, derivadas del portugués medieval, y las de Cedillo, Valencia de Alcántara y La Codosera, nacidas de la inmigración portuguesa en esa zona fronteriza durante el siglo XVIII. También nos encontramos con el portugués oliventino, la variedad del portugués moderno que se conserva en esta villa, que ha estado bajo soberanía portuguesa hasta principios del siglo XIX.

Otra muestra de la secular permeabilidad fronteriza es el contrabando, una manera de evitar las aduanas, los impuestos y tasas, presentes en La Raya desde el siglo XIII hasta la última década del siglo XX. Ocho Siglos de contrabando, una actividad que nació como oposición espontánea al poder instituido; como una continuación natural de las relaciones comerciales, que se establecían entre las poblaciones fronterizas vecinas. Hoy en día, el contrabando es considerado un patrimonio, por la historia y la cultura que se generó en torno a su actividad. Prueba del apego social a lo que significó el contrabando es la celebración del festival del contrabando del Guadiana, y la organización de rutas del contrabando, como actividad cultural y de naturaleza a lo largo de la extensa frontera.

Pero ha tenido que venir la pandemia de la Covid-19 para darnos cuenta de que, el camino que queda para coser definitivamente la frontera, aún es largo. Hemos observado que, ante un problema, la reacción natural no ha podido ser otra que volver a la «zona de confort histórica», que supone cerrar las puertas y encerrarse en cada país.

Con las fronteras por fin abiertas, y ante el nuevo escenario de la Covid-19, conviene recordar las potencialidades del espacio rayano establecido como punto de encuentro y de nueva centralidad ibérica, en expresión utilizada por el primer ministro portugués, António Costa.

Entre la multitud de aspectos que hacen a este territorio atractivo, destacaré, a modo de pinceladas, siete de ellos que considero de especial relevancia:

Uno. Los idiomas; La Raya es el mayor espacio fronterizo de Europa donde se puede hablar dos idiomas universales; el segundo y el quinto del mundo por número de hablantes nativos. El español y el portugués son auténticas joyas de la comunicación. Esta es una cuestión escasamente aprovechada, con gran potencial cultural y para un turismo idiomático.

Dos. Comunicaciones; La Raya está bien comunicada (aunque aún existen algunas carencias), y está cerca de los grandes núcleos urbanos. La distancia con las capitales permite ser un territorio próximo, pero a la vez, con la distancia suficiente como para no verse absorbido por el influjo urbano.

Tres. Baja densidad; se trata de un territorio escasamente poblado, con baja densidad. En tiempos como los actuales, en que es necesario huir de la masificación, lo que ha sido una desventaja puede convertirse en una ventaja. Para hacernos una idea de la baja densidad, basta el dato de que la ciudad más poblada de la frontera es Badajoz con 140.000 habitantes.

Cuatro. Precios; la vivienda, especialmente, tiene unos precios muy competitivos. Salir de una ciudad superpoblada, con precios de la vivienda desorbitados, para vivir en el campo; o la pequeña ciudad rayana donde podemos comprar buenas viviendas a la mitad de precio, puede dar una diferencia sustancial en la calidad de vida.

Cinco. Expansión del teletrabajo; la pandemia de la Covid-19 ha acelerado un proceso ya en marcha hace años. La implantación del teletrabajo se ha extendido en multitud de actividades, como la enseñanza; el sector informático; el periodismo; la gestión contable… En la Raya se puede teletrabajar y acudir a algún centro urbano una vez a la semana con total facilidad.

Seis. Recursos naturales; es un espacio de norte; con recursos hídricos; con posibilidades agrícolas; mineras; ganaderas, y de generación energética.

Siete. La emigración del pasado; infelizmente, la zona ha padecido un proceso de despoblamiento por emigración masiva desde mediados del siglo XX. Lo que ha sido un problema, puede ser una oportunidad. Muchos descendientes de rayanos pueden querer regresar a la tierra de sus ancestros por los vínculos emocionales; por conocimiento de la zona, o para aprovechar propiedades heredadas.

El espacio rayano es un singular patrimonio de la península ibérica; un territorio históricamente olvidado que, sin embargo, o precisamente por ello, ha generado unos valores culturales y sociales únicos; también lleno de potencialidades para el desarrollo económico.

 

Pablo Castro Abad es editor-adjunto de EL TRAPEZIO y licenciado en Ciencias del Trabajo

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