02/04/2025

El elefante en la cacharrería y la alianza reformista ibérica

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David Broncano en más de una ocasión ha expresado su natural y naíf iberismo, defendiendo la necesidad de juntarnos (los españoles) a los portugueses porque le encanta Portugal. Este tipo de apetito político, actitud de elefante en una cacharrería (En portugués: como um elefante numa loja de porcelana), puede generar diferentes reacciones en Portugal. Reacciones que pueden ir: desde la satisfacción por el halago, a la constatación de la infinita ignorancia tanto de las problemáticas ibéricas de fondo, como de la necesidad de articular un discurso reformista sobre la base de lo que ya existe.

No se pueden pedir peras al olmo: Broncano está perdonado porque su intención es honesta y ha dado difusión a esa virtuosa y masiva simpatía lusófila. El iberismo en el mundo artístico portugués y español, así como en una gran parte del mundo intelectual, ha tenido (y sigue teniendo) predicamento por lo que supone de carga utópica, literaria y futurista. Mucho menos nicho para estas ideas hay en las carreras de Estado en Portugal. Todo lo contrario.

En un terreno más intermedio, el mundo periodístico y las sociedades civiles ibéricas tienen que afrontar la problemática de forma directa y sin tabús. Un primer problema ibérico es la asimetría de información y comprensión lingüística. Para superarla hace falta aplicar una serie de medidas para establecer unos flujos constantes y eficaces bidireccionales de información y de comprensión fonética e intercultural. Siendo justos, hay que decir que Broncano sí que detectó este problema aunque de manera muy superficial.

La falta de constancia para revertir el primer problema se convierte en el segundo problema ibérico. El «problema objetivo» se agrava por razones subjetivas. Muchos portugueses de los que se quejan de la asimetría de información y comprensión se niegan a contribuir a reducir las barreras porque asumen que Portugal sólo puede sobrevivir -frente a la absorción española- si se mantiene el aislamiento informativo y sigue predominando una incomprensión lingüística con los vecinos. Para mucha de esta gente, el país pequeño siempre se disuelve en el grande; así como el grande suele ignorar al pequeño. Un esquematismo que también se puede aplicar a lo europeo. En lo que se refiere a la Unión Europea, personalmente soy más partidario del actual imperio democrático heterodoxo, que avance de forma original y con habilidad, sin disolver los Estados-nacionales. Es decir, una UE que tenga las capacidades de actuar como un solo Estado, en contextos de emergencia, pero sin serlo.

Pero, entonces, ¿para qué Iberia si tenemos a Europa? Aquí aparece el tercer problema: la superposición del reformismo europeo al ibérico por incapacidad de ver su complementariedad y garantía de supervivencia. El ejemplo más claro fue la política energética de la Excepción Ibérica que sirvió y sirve de ejemplo para reformas europeas. En términos de bloques multipolares en el mundo, somos los dos, España y Portugal, países pequeños. Por eso, cada vez más sus intereses, dentro y fuera de la UE son cada vez más coincidentes. Y cuando no lo sean: hay que hablarlo y debatirlo, entre ministros, en privado. En el seno de la UE, España es mediano y Portugal es pequeño. Con soluciones conjuntas, juntos somos grandes (o casi grandes) en el seno de la UE. Siempre han existido ejes dentro de la UE, no necesariamente excluyentes. Uno de esos ejes es el ibérico. El eje ibérico es un eje constructivo en términos de cooperación reforzada y garantía de conservación de los niveles de integración. Un paradigma de buenas prácticas.

Un cuarto problema ibérico es la ausencia de autorreconocimiento (complementario) identitario ibérico, sin necesidad de renunciar a las identidades nacionales y regionales. En última instancia, todos los políticos lo reconocen, pero no es nuestra tarjeta de presentación.

La mejor manera de superar esas resistencias y resolver esos cuatro problemas (ACSA: Asimetría, Constancia, Superposición y Autorreconocimiento) es ofrecer un camino seguro reformista para consolidar un nuevo equilibrio entre España y Portugal basado en un (re)conocimiento mutuo. La alianza entre ambos Estados es la forma más intensa de reconocimiento soberano mutuo, como así defendieron Oliveira Martins y António Sardinha. La presencia del otro idioma al otro lado de la frontera es la garantía de sobrevivencia identitaria y lingüística.

EL TRAPEZIO va a publicar en breve un libro llamado Ocho objetivos para fortalecer la Alianza Ibérica (2025). Es decir, se trata de nutrir un programa conjunto para sustanciar esa alianza de dos Estados soberanos, plenamente compatible, complementaria y paradigmática con la UE y otros espacios multilaterales. Dicho libro detalla 8 reformas en los ámbitos de: educación, lenguas, sociedad civil, huso horario, coordinación gubernamental, meteorología, medios de comunicación y competiciones deportivas.

8 reformas que, sin duda, cuentan con un consenso abrumador en ambas sociedades. Concentrémonos en establecer una confianza mutua, a través del reformismo iberista, reduciendo prejuicios y fomentando el portugués en el espacio hispanohablante como una garantía para preservar los intereses lusófonos, a cambio de que se refuerce la alianza ibérica y se asuma la Iberofonía del mismo modo que hoy ya se asume Iberoamérica.

En el ámbito literario y utópico político, va a seguir existiendo esa idea de una Iberia políticamente unida, como la desarrolla saramaguianamente el escritor David Uclés, con dosis también de elefantes naíf en la cacharrería, pero David cuenta con la ventaja del comodín de la literatura y su realismo mágico. Su iberismo es sustitutivo simultáneamente de lo español y lo portugués, lo que ayuda a esquivar la acusación de fobia de una de las partes. A mi juicio, este tipo de ideas no deben de ser censuradas, desde la razón democrática, si no supone un atropello a la voluntad soberana de las partes.

No obstante, nuestra fórmula es otra: la alianza ibérica de dichos 8 puntos para cumplirlos antes del 2030. Según la coyuntura, podremos avanzar más rápido especialmente en el ámbito corporativo privado y público. Dos ideas: grandes medios de comunicación a escala ibérica e industria de defensa compartida.

El mundo empresarial, más práctico, nos ha mostrado ya bastantes ejemplos de circulación ibérica de ejecutivos y capitales. Del mismo modo, el ámbito transfronterizo nos muestra ejemplos de trabajadores rayanos que viven y/o trabajan entre ambos países. Por otro lado, poner pegas a la conexión ferroviaria entre capitales ibéricas lo único que hace es sobresaturar el aeropuerto de Lisboa: el flujo de visitantes entre Madrid y Lisboa no para de crecer.

El ritmo y alcance de la convergencia ibérica lo marcará Portugal. Esta idea, además de realista, es un principio fundamental para el iberista consciente y bregado. El iberismo naíf de buena voluntad, que entra en el debate como un elefante en una cacharrería y te la lía, está perdonado: son víctimas de esa asimetría estructural (in)formativa que EL TRAPEZIO trabaja, día a día, en superar.

 

Pablo González Velasco