Natália Correia, iberista

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“Lo quieran o no, Portugal salió del cuerpo ibérico. Y esto es una realidad que no se puede ofuscar. Es una realidad que apela a las honduras de nuestra cultura. E ignorar esto es lo que yo llamo: la mezquindad portuguesa de la hispanofobia”, afirmó plenamente convencida (e irritada) la poeta y escritora azoriana Natália Correia en un debate en RTP sobre la Ibericidad de Portugal con gigantes de la intelectualidad lusa. Oírla hoy, a los 30 años de su muerte, en el año del centenario de su nacimiento, es un privilegio que nos lleva a entender como serían de vehementes y divertidas las tertulias en su querido Botequim, taberna lisboeta de conspiraciones y confraternizaciones, que todavía existe.

Cerrar esa intervención en ese cenit poético demoledor sólo es comparable con el efecto metafórico de una bomba atómica sobre el epicentro más fundamentalista del nacionalismo portugués, hoy afortunadamente con menos fuerza y con menos influencia sobre el Gobierno, la Presidencia de la República y la sociedad portuguesa en general. Esto se ha demostrado tanto en la Cumbre Ibérica como en la Iberoamericana, o en el fichaje de un español como seleccionador nacional de fútbol.

Natália Correia nació en las Azores en 1923. A los 11 años comenzó una nueva vida en Lisboa. Fue periodista en el Rádio Clube Português y colaboró en el periódico Sol. Activista política: apoyó la candidatura de Humberto Delgado; asumió públicamente divergencias con el Estado Novo, fue víctima de censura y fue condenada a prisión (con una pena suspendida en 1966) por la publicación de la Antologia da Poesia Portuguesa Erótica e Satírica. Organizó más antologías como Cantares dos Trovadores Galego-Portugueses o Antologia da Poesia do Período Barroco. Correia consideraba que el “gen de la genialidad del barroco” del hombre ibérico provenía de los mestizajes.

En 1971 fundó la taberna Botequim, punto de reunión de la élite intelectual y política lusa en las décadas de los setenta y ochenta, donde nacieron ideas contraculturales efervescentes y se soñaban intentonas contra la dictadura. A partir de 1974, fue frecuentado por políticos, especialmente durante el proceso revolucionario, volviéndose uno de los centros del debate político en defensa de la democracia pluralista. Entre los frecuentadores estaban: Mário Soares (con quien colaboraría con su Gobierno), Almeida Santos, Medeiros Ferreira, Alda Nogueira, Ramalho Eanes, Mota Amaral, Lucas Pires, Octávio Pato, Manuel Alegre, Fernando Dacosta, Helena Roseta y los militares del Grupo dos Nove (1975). Junto con Saramago y tantos otros intelectuales fue miembro del Frente Nacional para a Defesa da Cultura.

Diputada después del 25 de abril, hizo programas de televisión, destacándose “Mátria”, donde exponía el lado matriarcal de la sociedad portuguesa. Políticamente se relacionó con la derecha (Francisco Sá Carneiro) y con la izquierda moderada, pero siempre desde una fuerte y provocativa personalidad. Apoyó a homosexuales y prostitutas, incluso les recitaba poesías. El antiguo Hotel do Império, hoy llamado Hotel Britania, fue durante casi 30 años dirigido por Alfredo Machado, uno de los cuatro maridos que tuvo Natália Correia, donde ella pasaba gran parte de su tiempo y donde escribió la pieza de teatro O Encoberto. El hotel dispone de una habitación (O quarto 13) en homenaje a la escritora, reproduciendo en parte el ambiente de su casa.

La investigadora Maria Amélia Campos, una de las primeras biógrafas de Correia (A Senhora da Rosa, 2006) menciona las lecturas de la escritora azoriana de su admirado paisano Antero de Quental (otrora iberista), incluso hay una foto en Ponta Delgada, de los años ochenta, sentada em el banco de Antero, donde el escritor se suicidó.

MEDITERRANIDAD E INTERIORIDAD PORTUGUESA

Correia reivindicó la mediterraneidad y la interioridad portuguesa sin que eso supusiese un detrimento de la atlanticidad lusa que no es exclusiva, y lo dice una azoriana; o precisamente por eso: lo sostenía por tener una vista privilegiada de la Península y de su universalismo cultural. Natália cita los estudios del geógrafo Orlando Ribeiro. Correia argumentaba que en la síntesis “desses elementos constituintes, o da última terra mediterrânea – o Algarve – e o da primeira terra atlântica – o Minho-, a que se acrescenta o da interioridade ou da continentalidade que nos liga a Espanha, colhe-se a plasticidade do homem português, que gerou a cultura luso-tropical [aqui ella hace un guiño a Gilberto Freyre a quien admiraba y escribió cartas] e possibilitou a sua adaptação a contactos que frutificaram em aculturações que ora sofreu, ora infundiu. Mas ao fazer sobressair os formantes mediterrâneo e de interioridade obscurecidos pelo empolgamento da maritimidade e que que culturalmente a precedem, logo se avivam as cores mediterrâneas e continentais que partilhamos com a Espanha na vivência historicamente diferenciada do património comum da ibericidade”, afirma en Somos todos hispanos.

Natália Correia se carteaba con españoles y realizó varios viajes a España, en diferentes épocas, donde destacan sus visitas a Galicia, Murcia y Andalucía. Admiraba la herencia andalusí y mediterránea. En febrero de 1990, Correia fue a Santiago de Compostela “para fazer uma palestra numa homenagem feita à minha poesia na Universidade de Santiago. No grupo estão além do Dórdio, A Pilar Vázquez Cuesta, filósofa e catedrática de português na Universidade de Santiago e a minha querida amiga e grande hispanista Fernanda Abreu”.

“SOMOS TODOS HISPANOS”: UNA ACLARACIÓN

La académica hispanista Maria Fernanda de Abreu, editora de la segunda edición del libro Somos todos hispanos, afirmó en la solapa del libro que Natália quiso repensar la profunda ibericidad cultural. Publicado por primera vez en 1988, en los cuadernos O Jornal, posteriormente se reeditaría en 2003 en Notícias Editorial: “O título foi objecto de uma receção desconfiada, que ocultava o que, na sua leitura, se tornava óbvio – a homenagem a Camões e Garrett, exemplos maiores do patriotismo literário português. Ensaio de cultorologia, na expressão da autora”.

Conviene en primer lugar hacer una aclaración sobre el título del libro: Somos todos hispanos. Correia no se autodefinía ni hispanista ni iberista. Se sintió identificada con ese ancestral fondo hispánico al que se referían Almeida Garrett o António Sardinha, pero cuando se refería al debate de su tiempo: utilizaba el término “Ibericidad”. Hoy en día, rehabilitado (en gran medida) el término iberismo como identidad cultural (complementaria) ibérica y alianza geopolítica luso-española, sí que podemos decir que Natália Correia era iberista. Y así lo hace también su actual biógrafa.

Natália se podía permitir hablar de lo hispánico. No es cualquiera quien puede. A mi modo de ver, el debate entre lo hispánico y lo ibérico es un ejercicio escolástico que sólo tiene sentido si se plantea sobre bases profundas y no “memes”. Un concepto puede ser verdadero, pero ser ineficaz si no tiene una mínima operatividad en el mundo político-diplomático. Para sesudos debates está bien. Con un contexto ya dado, no necesariamente es polémico. Sin embargo, se trata de un debate excesivamente intelectual: ni es popular, ni actual; sólo sirve para recién llegados que se quieren hacer los listos y no han abierto un libro sobre la cuestión. Esa actitud de algunos hispanistas-militantes indocumentados (no todos), es producto de una fea costumbre establecida por Maeztu en Defensa de la Hispanidad. Lo dije recientemente en un artículo: Aunque conoce Portugal y Sardinha, Maeztu no moviliza ese conocimiento para justificar una hispanidad amplia; simplemente hace una aclaración inicial sucinta, poco convincente para los documentados, de entender la hispanidad en sentido amplio (panibérico). Mala praxis. Si se hace amplia, hay que profundizar; si lo que se propone es la hispanidad en sentido estricto, confunde. Como herencia maldita, muchos hispanistas de hoy en día repiten aquello de que “somos todos hispanos”, como latiguillo, sin interesarse ni profundizar en el conocimiento del mundo luso. Maeztu lo tenía fácil: citar sus propias “cartas de Portugal”.

Para Natália, “hispano” e “ibérico” eran sinónimos, puesto que a nuestra Península se la puede llamar Península Hispánica. Natália, como profundamente portuguesa, sabía que Portugal no proviene de la rama moderna de la actual nación española, sino del viejo tronco hispano-hispánico-ibérico. Dada la vinculación de lo hispánico con la lengua española, hoy en día se suele evitar este término si no se tiene suficiente contexto. Es un debate superado entre activistas y académicos iberistas, o mínimamente sensatos, por los consensos conceptuales en la diplomacia ibérica e iberoamericana. Dicho esto, y sin querer reducirla a los tópicos, hay que decir que, en términos de carácter/personalidad, Natália Correia era doblemente ibérica: tenía su españolidad y su portuguesidad. Drama y melancolía. Era muy directa y despertaba intimidación. Un volcán macaronésico sobre el que bien valdría realizar una película. Sería bueno que esta idea cayera en manos de Pedro Almodóvar. 

IBERICIDAD CENTRÍPETA Y CENTRÍFUGA

En sus textos sobre la Península, Natália Correia realiza un estudio histórico, antropológico y cultural para encontrar la identidad de la ibericidad: los orígenes y el desarrollo de ese genio peninsular que hablaba Antero y Martins. Explicaba los mitos portugueses como mitos ibéricos, compartidos con los españoles. Consideraba que la soledad española y la saudade portuguesa eran dos caras de la misma moneda.

El problema hermenéutico -según Natália- no consistía en el ejercicio de la negación las diferencias, sino en negar las semejanzas. Su reivindicación de una iberidad cultural -una natural asunción de pertenencia a un área cultural ibérica, así como a una apuesta geopolítica panibérica- es precisamente lo que reivindica hoy el nuevo iberismo. Evidentemente Natalia nunca defendió una “unión ibérica” (política), pero podemos decir que en la actual alianza luso-española que han establecido António Costa y Pedro Sánchez, con el apoyo del movimiento iberista, estaría muy satisfecha. Es decir, Natália Correia sí que fue iberista en los términos que hoy usa el autoproclamado movimiento iberista. La biógrafa Filipa Martins afirma que su “militancia iberista” la llevó en 1984 a apoyar y participar en el I Simpósio de Escritores Ibéricos, donde reivindicaba el “elemento povo” de la Ibericidad: “Nao é virando as costas que as nações se tornam diferentes unas das otras. Não à diferenciação pela cobardia!”.

Según Maria Amélia Campos, en Somos Todos Hispanos (1988), “Natália reflete sobre um ideal iberista, onde o fatídico destino que apartam a Espanha e Portugal de um gesto utópico de união, impede a união de pontas de uma mesma fiada de cantos, como resposta a um apelo primitivo de comunhão. É defensora da tese das três dimensões da cultura portuguesa, a qual vai no sentido da construção de uma comunidade iberoamericana, de fala oficial portuguesa: “Nessa comunidade, Portugal daria simultaneamente satisfação ao centrifugismo atlântico e ao centripetismo da peninsularidade pela contiguidade telúrica e mediterrânica com a Espanha””.

Contraria a una Europa de los mercaderes, Natália defendía una resistencia desde el comunitarismo y la cultura. Formó parte de esa intelectualidad portuguesa iberista, junto con Saramago y Lourenço, acongojada -a finales de los ochenta- por una futurible aculturación europea transpirenaica.

Su reciente biógrafa Filipa Martins afirma en O dever de deslumbrar (2023), citando a Correia: “Propunha, como escudo, formar “uma comunidade euro-afro-americana, uma comunidade de cultura ibérica”, que -segundo as suas contas- perfaria seiscentos e quarenta e cinco milhões de falantes de português e espanhol no princípio do século XXI: “Uma potência mundial extraordinária”. Para tal, teria de haver “um relacionamento cultural estruturado entre dois países peninsulares”. O próprio “emparceirar” de Portugal e Espanha na Europa Comunitária recomendava que as duas nacionalidades se concertassem “em íntima solidariedade cultural”. Mas havia desconfianças que mitologicamente habitavam no ditado popular “de Espanha nem bons ventos, nem bons casamentos”; e Portugal aferrava-se “doentiamente ao seu lusismo como talismã para esconjurar os demónios da iberização, como um desmaiado sentimento pátrio esmorecesse a individualidade portuguesa na Península Ibérica”. É desta década Somos Todos Hispanos (O Jornal, 1988), que edita já com o país devidamente integrado no projeto europeu. Fá-lo contra “a questão sindromática dos Filipes e de Aljubarrota” lecionada na escola primária, que “já não se aguenta!”. Mas Natália não era cega em relação aos defeitos dos espanhóis: “Aí eu tenho de dizer uma coisa contra a Espanha”, constatou. “É que os portugueses conhecem melhor a literatura espanhola do que os espanhóis a portuguesa. Tenho de fazer uma exceção com o Unamuno. Miguel de Unamuno é um caso de paixão pelo povo português, pela diferença portuguesa”.

Antes de la existencia de la Comunidad Iberoamericana y la CPLP, Correia mantiene la tesis de la potencialidad y futuro de la “comunidad cultural ibero-afro-americana”. Lo que hoy llamaríamos: Iberofonía. De hecho, el formulador de este concepto, Frigdiano Álvaro Durántez Prados, cita a Natália Correia en su obra Iberofonía y Paniberismo y en su tesis. Fue él quien me puso sobre la pista de Natália en 2016.

Hoy por fin las ideas de Natália están en sintonía con la Presidencia de la República portuguesa, Marcelo Rebelo de Sousa, un viejo conocido al que dedicó una poesía, y António Costa, primer ministro, dada la nueva posición de Portugal de favorecer una cooperación entre el mundo iberoamericano y el resto de la lusofonía, como así acaban de expresarlo en la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo.

LA CONTRIBUCIÓN IBERISTA DE NATÁLIA

La batalla ideológica de Natália no es irrelevante, puesto que todavía existen negacionistas de la vinculación cultural-civilizatoria entre España y Portugal. Con el vocabulario afinado y preciso de una excelente poeta, Natália nos descifró el movimiento centrípeto continental de España y el centrífugo atlantista de Portugal, que determinó nuestra Historia. España de las Españas contra la España Absolutista, en la terminología de Natália.

Somos Todos Hispanos, sin duda, es lectura obligatoria para todo iberista y amante de Portugal. Es probablemente la mejor contribución ensayística al iberismo cultural del siglo XX. Una oda al reencuentro de dos países que se necesitan para cambiarse y mejorarse.

Por las buenas relaciones actuales entre España y Portugal, y su alianza, hoy Natália sería más optimista que cuando nos dejó, y seguramente nos convocaría a celebrarlo en su Botequim. Los iberistas nunca la olvidaremos. Para ello propongo que todo iberista, además de la obligatoria lectura de su obra, vaya al menos una vez en la vida al Botequim de Natália, situado en el lisboeta Largo da Graça, 79,  a brindar por la Ibericidad.

Pablo González Velasco

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