Lección portuguesa. Vergüenza española

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Me explicaba un buen amigo portugués que la palabra portuguesa geringonça  significa algo así como un artilugio realizado con elementos tomados de diferentes orígenes que posibilita crear un conjunto que consigue funcionar, más o menos la chapuza española. Jeringonza, la palabra castellana del mismo origen, según la RAE, tiene la acepción de lenguaje de mal gusto, complicado y difícil de entender, acción extraña y ridícula.

Vemos que se trata de un falso amigo, lo que en Portugal tiene el aspecto positivo de algo que funciona, en la lengua castellana es ridículo, extraño.

Resulta también “extraño y ridículo” que un país como España, que podría estar muy bien calificado en la lista mundial de capacidad chapucera, no alcance para avanzar hacia una geringonça. Ante esta situación política es urgente elaborar un artilugio político que consiga hacer andar un gobierno capaz de tomar decisiones que funcionen.

Las elecciones del pasado domingo en Portugal han concedido al Partido Socialista portugués una mayoría. Pese a no ser absoluta, le permitirá gobernar con holgura y dejar atrás, en gran medida, la situación de la anterior legislatura, en la que para gobernar necesitó ponerse al frente de una geringonça de varios partidos de izquierda.

A los portugueses parece que les gustó la geringonça, dado que los resultados del anterior gobierno desde una situación de partida extremadamente complicada, fueron medianamente aceptables.

Portugal va a tener un gobierno estable, que estará bien controlado por un parlamento en el que no goza de mayoría: la política ha hecho su trabajo, pese a un preocupante nivel de abstención. Gracias a ello el nuevo gobierno va a disponer de todos los resortes democráticos posibles. Es seguro que los va a necesitar porque a Portugal le hace falta tomar decisiones de gran calado, en mi opinión, revolucionarias en muchos aspectos.

Del otro lado de la raya, la política española tiene la cara colorada, por la vergüenza de unas cuartas elecciones en cuatro años, ni unos, ni otros, ni rojos, ni naranjas, ni azules, ni morados, ni nuevos, ni viejos, han sido capaces de echar a andar una geringonça capaz.

Repasemos la actitud de los diferentes partidos. El PSOE se ve ganador y pretende insistir en el mismo axioma, gobierno de izquierdas con apoyo externo, o abstención del centro y la derecha sin contrapartidas. El PP también insiste en no salir de su autodefinición como alternativa de gobierno.

Ciudadanos ha cambiado el discurso, y ahora reclama el desbloqueo y los pactos de estados. Más País pretende ser garantía para alcanzar un acuerdo (¿imposible?) en una izquierda dividida, discutida y enfrentada. Podemos se presenta otra vez como el gran dique frente al malvado IBEX.

VOX ve su espacio algo más libre porque Ciudadanos y PP han de asumir compromisos de gobernabilidad, y ellos no. Además tenemos, regionalistas, nacionalistas e independentistas, cada cual a lo suyo.

El lío político es importante, y la ciudadanía se encuentra aburrida de semejante barullo, desea sin duda que alguien gobierne desde la honradez y la ideología del sentido común. La opinión pública reclama, dadas las circunstancias, un acuerdo.

Aunque no sea perfecto, reclama un consenso aunque se cedan algunas esencias, un entendimiento aunque no sea completo. Algo que pueda funcionar con solvencia, pero no una chapuza a la española, sino una geringonça a la portuguesa (no necesariamente de izquierdas). Después del 10 de Noviembre hemos de exigir en España un gobierno para antes de las navidades.

Pablo Castro Abad

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