11 meses después, el Parlamento portugués ha aprobado la ley que legaliza la eutanasia en Portugal. Este proyecto, que propone la posibilidad de la muerte médicamente asistida, fue aprobado con 136 votos a favor, y ya se ha enviado al Palacio de Belém, donde el presidente de la República tendrá ocho días para decidir si lo envía o no para revisión al Tribunal Constitucional. Una votación por amplia mayoría que le quita cierto margen de maniobra a Marcelo Rebelo de Sousa, que ya había declarado que no decidiría sobre este asunto (dadas sus convicciones personales). Si el presidente promulga la ley, Portugal será el cuarto país de Europa, y el séptimo del mundo, en despenalizar la eutanasia.
Este proyecto de ley transforma la eutanasia en algo no punible si se aplica a pacientes con una lesión de gravedad extrema o enfermedad incurable, y siempre que exista un consenso científico que implique la intervención de dos o tres médicos (un consejero, un especialista y un psiquiatra), que indique que no existe otra solución. La persona tendrá que tener más de 18 años; y, previamente, haber revelado esta voluntad de una forma «seria, libre e ilustrada».
La muerte médicamente asistida podría tener lugar en los «centros de salud del Servicio Nacional de Salud y de los sectores privado y social, que estén debidamente autorizados para la práctica de la asistencia sanitaria», como puede leerse en el texto aprobado en la Asamblea de la República, y que se ha hecho en tres tiempos, debido a las restricciones planteadas por la actual situación pandémica. El objetivo era garantizar, así, la seguridad de los 218 diputados que han participado en esta votación (tres de ellos han ejercicio su derecho de voto por videoconferencia).