España 2050: La fragilidad de una estrategia nacional a largo plazo sin geopolítica ni iberoamérica

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Tras un año de trabajos de un centenar de expertos universitarios en interlocución con algunas agencias y centros de pensamiento internacionales, la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia ha presentado un documento de 676 páginas, abierto a la modificación de la sociedad civil, sobre la España que queremos en 2050, y para ello se propone articular una estrategia nacional a largo plazo.

El Gobierno quiere mejorar el texto con “un Diálogo Nacional al que invitaremos a participar a los gobiernos autonómicos, empresas, patronales, sindicatos, universidades, think tanks, fundaciones, ONGs, asociaciones y partidos políticos del país”. Da la sensación que se ha querido evitar hacer un programa de Gobierno y lo que se ha hecho es un programa de Gobierno de consenso nacional e internacional, cuando lo que se esperaba era una geopolítica de Estado.

La argumentación sobre la necesidad de pensar la España del 2050 es sólida porque “el cortoplacismo se ha convertido en uno de los grandes problemas de nuestro tiempo”, afirma el documento. Una de las críticas más recurrentes a las democracias liberales es su sometimiento a los ciclos electorales y al partidismo, frente a países como China donde se planifican a largo plazo con éxito. El cortoplacismo lleva a “una sociedad cada vez más miope, en la que lo urgente tiende a eclipsar lo importante y la táctica se impone a la estrategia”. Esta planificación de largo plazo ya ha sido asumida por países como Francia, Reino Unido y Estados Unidos, e incluso se ha incrementado por el shock de la pandemia. En España existe un antecedente en 1976 cuando Adolfo Suárez estableció, en el seno de la Presidencia del Gobierno, un Instituto Nacional de Prospectiva con el mandato de estudiar, “con un carácter multidisciplinar, los problemas del futuro”. Sin duda el Gobierno de Suárez fue el más habilidoso en términos de trazar una política exterior potente y autónoma.

Pedro Sánchez, en el prólogo, abre unas expectativas sobre el documento que no se cumplen dentro del mismo: “Parte de nuestro éxito se debe a la privilegiada posición geoestratégica que ocupamos, situada en la encrucijada de tres continentes, y a la enorme riqueza natural de nuestro territorio. España es el país del mundo con más reservas de la Biosfera y alberga una de las redes de áreas protegidas más extensas y diversas de Europa. En nuestro territorio no abunda el petróleo, ni el gas, ni los yacimientos de oro, pero sí recursos naturales que serán fundamentales en la economía del siglo XXI: tenemos más horas de luz solar que ningún otro estado miembro de la UE, uno de los depósitos de litio más grandes del Continente, y unas condiciones óptimas para el aprovechamiento del viento y la fuerza del agua. (…) España alberga la tercera mayor concentración de monumentos y lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, solo por detrás de China e Italia; uno de los repertorios de patrimonio inmaterial más amplios; la segunda lengua nativa más hablada del mundo y una rica variedad lingüística; artistas y deportistas aclamados; y una de las mejores ofertas de ocio y entretenimiento; razones todas ellas por las que somos considerados una potencia cultural de primer orden. La admiración internacional hacia nuestro país también se explica por los valores que caracterizan a nuestra población: el afecto personal, la tolerancia, la solidaridad, y el compromiso con Europa y lo multilateral. España es, según los principales indicadores disponibles, uno de los 10 países del mundo con lazos de afectividad más fuertes, uno de los 10 mejores países para ser mujer, uno de los 5 mejores para vivir y trabajar siendo extranjero, y uno de los más respetuosos con la orientación sexual, la religión y la cultura de las personas”. Hasta aquí correcto. Sin embargo, los especialistas no han desarrollado geopolíticamente estos activos de España que expone el presidente en el prólogo.

España 2050, por mucho que se esfuerce en desmentirlo dentro del documento, no deja de ser una Agenda 2030 actualizada con la particularidad de que las estadísticas giran en torno de España. Como dice el documento: “La Agenda 2030 y España 2050 son dos estrategias de largo plazo afines y complementarias”. Admite que se trata de un enfoque “eminentemente europeo y nacional”, que incluye “megatendencias como la digitalización o el envejecimiento demográfico a nuestra economía y a nuestro estado de bienestar”.

El presidente mencionó que España es tierra fronteriza entre Europa, África y América. Y hay que insistir que España es un país iberoamericano (conjunto de países de la Península Ibérica y América Latina). En el apartado sobre los logros de España no se señala la creación de las Cumbres y la Secretaria Iberoamericana. Pedro Sánchez, con otras palabras, también apunta a una proyección del Soft Power de nuestro modelo de interculturalidad. En ese sentido hay que recordar que António Guterres fichó en 2019 a Miguel Ángel Moratinos como Alto Representante de Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones.

Se argumenta que, entre los autores, ha habido “diversidad de procedencia geográfica” y de ideas políticas, pero constatamos la ausencia total de una visión estratégica con Portugal y la lusofonía (300 millones de hablantes), cuando tenemos una frontera terrestre de 1.200 kilómetros con la lusofonía dentro de un espacio común como es la Península Ibérica. Asimismo, alegan que han tenido en cuenta otras estrategias nacionales en la acción exterior o el reto demográfico, pero salta a la vista que no están integradas ni hay una jerarquización de posibles prioridades en las diversas zonas del mundo. No se cita la “Estrategia Común de Desarrollo Transfronterizo” con Portugal, que afecta en España a 3,3 millones de habitantes de 1.231 municipios, un 17% de la superficie española. Es una estrategia que determina el atlantismo español y el desarrollo del oeste español: su fachada occidental. Esta Estrategia sólo se contempla (en otro documento) en menos de una página, dentro del eje 10, de un Plan de Recuperación. 130 medidas frente al reto demográfico. Las 12 páginas de la Estrategia Común de Desarrollo Transfronterizo deberían estar incluidas entre las 676 páginas del documento.

La Estrategia Común de Desarrollo Transfronterizo es una estrategia para hacer la Raya una zona desarrollada con acciones inmediatas, a medio plazo y a largo plazo. En 2050, La Raya debería ser una zona complemente desarrollada. En 2050, a nivel bilateral luso-español, las asimetrías de información y de comprensibilidad entre ambos países y lenguas, deberían ser reducidas principalmente del lado español, para que realmente haya un clima de confianza más allá del paternalismo de ocasión, más o menos inocente, que se aplica a Portugal, mientras se le olvida en el día a día de la agenda política española.

Hay, en el documento, una absurda ausencia de la geopolítica. De este tema ya lo comentamos hace unos meses en dos artículos: La frágil geopolítica de España con Portugal y El equilibrio entre una geopolítica ibérica y europea con los BRICS y el Mercosur. El documento España 2050, con una ligera modificación, valdría para cualquier país europeo, o podría ser un documento de consenso en la Unión Europea o en la ONU. Por ese motivo no le resta valor, el problema es que no aborda lo específicamente español o por lo menos no tiene una centralidad. Sería lógico que lo que ya es acervo comunitario, sea simplemente citado brevemente en el documento. El documento es exageradamente economicista en el peor sentido, sin presencia de una economía política y de una reflexión sobre la autosuficiencia estratégica del país, en términos energéticos y de protección ante intervenciones extranjeras indeseadas, así como una visión sobre cómo mejorar la política exterior aprovechando los activos culturales, humanos y empresariales nacionales.

Sobre geopolítica, el documento sólo menciona lo siguiente: “desconocemos qué efectos geopolíticos tendrá la pandemia en el medio plazo. Por ejemplo, si avivará o no la fractura entre China y EE. UU., si se producirá una regionalización de las cadenas de producción, o si la UE saldrá reforzada o debilitada del lance”. Lamentable. Las relaciones España y China deberían ocupar gran parte del documento, abordando la Nueva Ruta de la Seda y la relación estratégica con los BRICS. Brasil en breve se va a deshacer de Bolsonaro. Lo más probable es que al final de 2022 tengamos a Lula de vuelta a la Presidencia, gran amigo de España, de sus Gobiernos, empresas y de su lengua y cultura, así como de Hispanoamérica. Será el momento de retomar la idea de que un miembro de la comunidad iberoamericana, en particular, Brasil (211 millones de habitantes) tenga asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, un objetivo que la diplomacia del Itamaraty bajo los Gobiernos del Partido dos Trabalhadores de Brasil siempre tuvo.

Es necesario hablar de la presencia de España y de aliados en las diferentes regiones y países del mundo. De la relación con los países desde donde recibimos inmigrantes o enviamos emigrantes. El conflicto con Marruecos, con el que se llegará a un nuevo frágil equilibrio, debe ser pensado con hipótesis de trabajo más agresivas, incluso pensar en una eventual guerra. Soy consciente que hay cuestiones de seguridad nacional e inteligencia que un Gobierno no puede poner por escrito en público, pero si se trata de un documento de la sociedad civil, también se pueden exponer diferentes hipótesis (y de posibles aliados) ante una eventual agresión externa, incluso teniendo a Estados Unidos, Israel y parte de Europa con una posición neutral o en el bando contrario, algo impensable ahora, pero en el futuro no se sabe, sabiendo los tratos que Marruecos hace con Israel y Francia.

África está también ausente en la España 2050 a pesar de que tenemos en la estrategia de Acción Exterior un “Foco África 2023”, como demostró Sánchez en su viaje a Angola y otros países africanos. Sinceramente, no se pueden hacer informes con personas que sólo conocen Bruselas, Londres y Washington.

Es necesario tener especialistas en China, como por ejemplo Xulio Ríos, sinólogo gallego conocedor de la lusofonía y del espacio iberoamericano. La Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia debería utilizar la Red de Casas de la diplomacia española: Casa África, Casa de América, Casa Árabe, Casa Asia, Casa Mediterráneo y Centro Sefarad-Israel. Fundamental, igualmente, es leer y escuchar a dos autores de magnas obras como Modesto Barcia Lago con su Geopolítica de la Iberidad (2008) y Frigdiano Álvaro Durántez Prados, con su Iberofonía y Paniberismo (2018).

El contenido del documento España 2050 es insuficiente para las grandes líneas expuestas por el presidente en el prólogo. Además, sin geopolítica, el documento carece de sentido. Esperemos que el proceso de participación abierto, en ese sentido, pueda ayudar a completar las graves insuficiencias del documento. Esta es nuestra contribución.

Pablo González Velasco

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